Cuando Robert Capa fotografió a Trotsky…

Pepe Gutiérrez-Álvarez.

En noviembre de 1932, Robert Capa era un ayudante de laboratorio al servicio de la renombrada agencia fotográfica alemana Dephot. Su mentor decidió enviarlo a Copenhague, Dinamarca, a cubrir el día 27 un discurso del líder revolucionario ruso en el exilio León Trotsky. Capa recordó luego cómo fue su primera misión: «Los diarios tenían la noticia de que Trotsky hablaría en Copenhague. Mis jefes estaban muy interesados, pero al mirar a su alrededor se dieron cuenta de que todos los fotógrafos ya estaban asignados para cubrir acontecimientos en Alemania. Era el único en la oficina y me dijeron ‘¡Ve!’.

Mi salida fue una comedia. Tenía un viejo pasaporte y ninguna visa. Me compraron un boleto de tren de primera clase y viajé al estilo de un ministro. Cuando vino el inspector a revisar mis documentos le di hasta la tarjeta con el menú junto con otros papeles que parecían de importancia. Estaba confundido. Le hablé más rápido que cualquier otro pasajero de primera y finalmente asintió y siguió con su trabajo.

Nadie podía tomar fotografías porque Trotsky no lo deseaba. Había fotógrafos de todo el mundo con sus grandes cámaras -ninguno pudo ingresar. Yo tenía una pequeña Leica en mi bolsillo así que nadie pensó que fuera un fotógrafo. Aproveché el ingreso de unos trabajadores con unos tubos de metal para introducirme en el salón. Mi pequeña Leica y yo fuimos por Trotsky».

El relato de Capa merece una pausa para la reflexión. Él era tan bueno en la fotografía como en la auto-promoción. Años después se supo que su primera anécdota sobre estar solo en la oficina y el pedido de los editores era falsa. Sí es cierto que Dephot se ocupaba de su aprendizaje y que la de Dinamarca fue su primera misión, pero la visita de Trotsky ya era anunciada semanas antes. La segunda anécdota en el tren parece ser una historia que tomó de su padre. Y finalmente estaba acreditado para la conferencia en Copenhague, no tuvo que introducirse en forma clandestina. Es verdad que en mayo de 1936 sí se acercó subrepticiamente a una conferencia de León Blum. Pero de todas formas fue Capa fue el que tomó estas fotos. Se acercó a Trotsky y capturó la energía tanto del orador ruso como del momento. El diario alemán Der Welt Spiegel le dedicó una página completa.

Los rayones en la foto superior se deben a daños en el negativo. Es la toma más famosa. La revista Time dijo en su momento que era una imagen rota de un hombre roto. Se nota que en la publicación del diario alemán que se las ingeniaron para disimularlas.

Trotsky había dejado su exilio en Turquía para asistir a la conferencia en Dinamarca. El discurso titulado «En Defensa de Octubre» fue leído ante unas 2.500 personas. Defendió el proceso revolucionario sin mencionar a Stalin ni al gobierno soviético del momento. En las calles circundantes protestaba el Partido Comunista de Dinamarca -controlado por estalinistas. Fue una rara ocasión en que coincidieron con la familia real, que no vio nada bueno en la llegada de uno de los que consideraba responsables por la muerte de sus parientes: el zar y su familia.

También en Copenhague, dos semanas más tarde, el 10 de diciembre de 1932, Trotsky se estrenó ante cámaras con breve discurso en inglés».

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Chile: la legalidad vencida. Por Susana Bruna.


Ya en nada será, una vez más, septiembre once. Respecto a este aniversario luctuoso del golpe al gobierno de Allende y la Unidad Popular chilena, como es acostumbrado rememorar, no viene mal poner a circular textos que contribuyen al análisis crítico de lo ocurrido. En este caso, de la mano de un descatalogado de Ediciones Era, compartimos el libro «Chile: la legalidad vencida», escrito en 1976 por «Susana Bruna» y prologado por René Zavaleta Mercado.

Procesado y liberado en PDF para su descarga, difusión y consulta:

«Chile: la legalidad vencida», por Susana Bruna. Ediciones Era. 1976

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«Teoría marxista de la alienación», por Ernest Mandel y George Novack.

Hoy retomamos, tal como fue anunciado en el post sobre los 30 años del fallecimiento de Ernest Mandel, con la publicación de una antología realizada por la famosa Editorial Pluma: «Teoría marxista de la alienación». Es una obra que, sin duda, aportará a la formación militante.

Pronto saldrá una pequeña campaña de solidaridad para con este blog, con el objetivo de adquirir un disco duro que permita mantener en pie la tarea que realizamos. Si quisieran donar a este proyecto, por ahora pueden escribir a: nuncamasfascismo@gmail.com – por twitter a @dyalectico – y por telegram a @dyalectico. ¡Gracias por visitar, leer, apoyar y difundir este blog!

Libro digitalizado y liberado para su consulta en internet:

«Teoría marxista de la alienación», por Ernest Mandel y George Novack. Editorial Pluma. 1977.

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Wolfgang Harich y el comunismo homeostático

Por Ángel Ferrero.

Sobre grandes intelectuales pesan en ocasiones grandes e injustos silencios. Mientras las modas intelectuales vienen y van, las reflexiones de estos soportan mucho mejor el paso del tiempo y siempre terminan de un modo u otro regresando para iluminar los problemas político-filosóficos de nuestros tiempos. Wolfgang Harich (Königsberg, 1923 – Berlín, 1995) pertenece sin duda a esa categoría de intelectuales. Hasta hace solo unas décadas la situación era, sin embargo, muy diferente. La traducción al castellano de sus libros Crítica de la impaciencia revolucionaria y ¿Comunismo sin crecimiento? tuvieron una considerable difusión en España entre la izquierda y varios escritos suyos fueron traducidos por revistas como Materiales, mientras tanto, El Viejo Topo y La Calle. ¿Quién era Wolfgang Harich? ¿Y por qué importa su obra?

Intento de una biografía

La vida de Wolfgang Harich fue en extremo azarosa. El propio Harich tituló sus memorias Ahnenpaß. Versuch einer Autobiographie, «Intento de una autobiografía», porque nunca logró terminarla. Comenzada en 1972 en colaboración con la periodista Marlies Menge, el desacuerdo entre biógrafo y biografiado dio al traste con la colaboración y Harich prosiguió en solitario con la redacción del texto, que finaliza en el decisivo año de 1956.

Wolfgang Harich nació en 1923 en Königsberg, Prusia oriental (hoy Kaliningrado, enclave ruso), en el seno de una familia burguesa de inclinación socialdemócrata. Su padre, Walther Harich, era un conocido escritor e historiador de la literatura, responsable de la edición de las obras completas de E. T. A. Hoffmann. Durante el periodo de entreguerras, las simpatías de la familia Harich estaban del lado la República de Weimar y en contra del nazismo, pero, como muchos alemanes que no pudieron exiliarse, hubieron de contemporizar con la llegada del nuevo régimen.

El joven Harich fue movilizado en 1941, el mismo año en que comienza la invasión a la Unión Soviética, pero por problemas de salud su incorporación a filas se retrasó hasta 1942. Gracias a sus contactos con la embajada japonesa en Berlín ―en la que impartía clases privadas de alemán a sus funcionarios― y a su habilidad para simular ataques de ciática, Harich se libró en varias ocasiones de ir al frente oriental y pasó todo el conflicto en hospitales militares en Berlín y Brandeburgo. En 1943, ya miembro del grupo de resistencia antifascista ERNST, Harich intentó desertar de la Wehrmacht, pero fue descubierto por la policía. Tras un juicio exprés de diez minutos, Harich fue condenado a prisión, cumpliendo su condena desde octubre de 1943 hasta enero de 1944 en la cárcel de Torgau, donde durante semanas fue alimentado solamente a base de pan y agua. Las malas condiciones del encarcelamiento le llevaron a sufrir una angina de pecho que arrastraría durante el resto de su vida.

Tras la llegada de las tropas soviéticas a Berlín y el fin de la guerra, Wolfgang Harich trabajó como crítico literario y teatral en el Kurier de Berlín occidental (1945-1946), en la zona de ocupación francesa, y en el Täglichen Rundschau (1946-1950) en Berlín oriental, así como en el quincenal Neue Welt, editado por las autoridades soviéticas, alcanzando la celebridad gracias a una inusual combinación de penetración analítica y lo que Manuel Sacristán llamó «salidas e impertinencias mundanas» ―se dice que el filósofo llegó a declararse a la actriz Hannelore Schroth con la fórmula «vivo solo para Stalin y para ti»―, que se convertiría en su marca de fábrica.

En 1946 Wolfgang Harich se afilió al Partido Comunista de Alemania (KPD), lentamente comienza a apartarse de la crítica cultural y a trabajar como profesor de filosofía. Harich, un marxista sólido y poco ortodoxo, se considera a sí mismo discípulo a la vez del metafísico Nicolai Hartmann ―a cuyas lecciones atendió en Berlín― y del marxista György Lukács. Como miembro del Comité de Redacción del Deutschen Zeitschrift für Philosophie (1952-1956) ―donde coincidió con Ernst Bloch―, Harich luchó contra los postulados del marxismo vulgar y por rehabilitar la lógica formal en la Academia de las Ciencias de la República Democrática Alemana (RDA). Compaginó estas tareas con su trabajo como lector en la editorial Aufbau, donde se ocupó de reeditar las obras completas de Lessing, Herder, Goethe, Schiller, E. T. A. Hoffmann, Heine y otros. Las autoridades soviéticas se percataron rápidamente de su capacidad intelectual y le confiaron la tarea de devolver a la normalidad la vida cultural en el Berlín oriental de la inmediata posguerra. En ese cometido Harich fue uno de los responsables de convencer a las autoridades de la RDA de la importancia de que Brecht regresase a Berlín, y particularmente a Berlín Este, a pesar de que entonces los responsables de cultura, que favorecían las teorías de Stanislavski en consonancia con la línea soviética, consideraban que Brecht tenía «teorías formalistas y decadentes».

Una «vía alemana al socialismo»

En junio de 1953, mientras se produce el alzamiento en Berlín Este, Wolfgang Harich se encuentra internado en un hospital por motivos de salud. Lo ocurrido le inquieta, pero, como muchos otros comunistas alemanes, ve motivos legítimos en la insurrección de los trabajadores de la construcción. Por esa razón comienza a contemplar la posibilidad de poner en marcha en Alemania un «titoísmo tolerado y promocionado por la Unión Soviética», una idea que trata de quitarle de la cabeza Bertolt Brecht, cuya relación comienza a deteriorarse y queda finalmente rota después de que el dramaturgo sedujese a la esposa de Harich, la actriz Isot Kilian, de la que acabó divorciándose en 1955.

Harich encontró apoyo a su idea entre sus colegas de la editorial Aufbau y especialmente en su editor jefe, Walter Janka. Janka, veterano de la guerra civil española (en la que combatió en el ejército republicano), llegó a ser visto por Harich como un posible sustituto al presidente del Consejo de Estado de la RDA, Walter Ulbricht. El plan del grupo Harich-Janka, que, siguiendo el léxico togliattiano, llamaron una «vía alemana al socialismo» ―para toda Alemania, no solo para la RDA―, abogaba por alejarse del modelo socialista soviético y aproximarse al yugoslavo, con el establecimiento de sindicatos libres y empresas autogestionadas, para hacer así atractiva la RDA a los trabajadores de Alemania occidental y favorecer una rápida reunificación. La esperanza de Harich era que en las elecciones generales de 1957 un SED ―el Partido Socialista Unificado de Alemania, resultado de la fusión entre el KPD y el SPD en Alemania oriental― reformado obtuviese una mayoría electoral, formase coalición de gobierno con los socialdemócratas y proclamase una Alemania reunificada socialista y neutral. El acercamiento entre la Unión Soviética y Yugoslavia en 1955, con la visita de Nikita Jruschov a Belgrado, y el impacto del informe secreto del XX Congreso del PCUS en 1956, donde Jruschov reveló algunos de los crímenes del estalinismo, así como la subida en Polonia de Władysław Gomulka ―un antiguo represaliado―, animaron a Harich a llevar adelante su idea y comunicársela al embajador ruso, quien, temiendo que un intento de reforma en Alemania Oriental acabase desestabilizando el entonces frágil equilibrio en el campo socialista, alertó a las autoridades germano-orientales, que detuvieron a Harich y al resto del grupo. El propio Harich recuerda en sus memorias que la situación internacional hacía muy difícil una operación como la que plantearon, con la insurrección húngara ―en la que el Club Petőfi, del que formaba parte Lukács, y muy similar en objetivos al grupo Harich-Janka, jugó un papel destacado― o la crisis del Canal de Suez. Además, Berlín Este tenía todavía una frontera abierta a Occidente que complicaba las cosas. El riesgo de conflagración era grande.

Janka fue condenado por un tribunal a cinco años de prisión en Bautzen y liberado en 1960 gracias a una amnistía general; se le impidió regresar a la edición, aunque consiguió un puesto como dramaturgo en la DEFA, la compañía cinematográfica estatal. Harich fue condenado a diez años de prisión, la mayor parte de los cuales fueron en una celda de aislamiento de una cárcel de los servicios de seguridad del Interior en Berlín Este. Un año antes de su excarcelación, en 1964, un inspector de la Stasi le advirtió muy seriamente de que su carrera filosófica estaba oficialmente acabada: Harich había sido inhabilitado por las autoridades por un período de veinticinco años y no podría volver a impartir clases en la universidad. «Pero usted es germanista, piense en hacer otra cosa», añadió. «Políticamente estaba muerto ―escribe Harich en sus memorias―. Hice todo lo posible por intentar continuar donde pude: en la edición de Feuerbach, en mi trabajo de investigación sobre Jean Paul, en el intento de lucha contra los sinsentidos del neoanarquismo, en el intento de encontrar una síntesis entre el comunismo científico y las advertencias del Club de Roma, en mi lucha contra el renacimiento de Nietzsche».

Cuando la inhabilitación de Harich estaba a punto de concluir, cayó el Muro de Berlín. Entonces Janka publicó un libro acusando a Harich de haber colaborado con la fiscalía de la RDA. La cosa acabó en litigio y con Harich en la cárcel por unos días, convirtiéndolo, así, en una de las pocas personas ―sino la única― que conoció las cárceles de la Alemania nazi, la Alemania oriental y la Alemania reunificada.

Harich contra la «nueva» izquierda

Crítica de la impaciencia revolucionaria (1969), uno de los pocos libros de Harich publicados en castellano, es una crítica demoledora de lo que Harich denominó como neoanarquismo, epitomado en Linksradikalismus [El radicalismo izquierdista], el libro de los hermanos Cohn-Bendit, quienes participaron como es sabido de manera destacada en los desórdenes estudiantiles en París y la huelga general de seis semanas de duración durante la primavera de 1968 en Francia.

En su prólogo al libro, Antoni Domènech ―que también fue su traductor― señala que «Harich quiere influir en la nueva izquierda cautivada por el neoanarquismo recordándole, por lo pronto, la escasa “novedad” de muchas de sus consignas y formas de lucha; poniéndola ante la evidencia de que está reanudando ―sin apenas consciencia de ello― la vieja y venerable tradición anarquista finisecular. […] La Crítica de la impaciencia revolucionaria, a diferencia de otros “ajustes de cuentas” marxistas con el anarquismo, no busca primordialmente hostigarlo por el flanco de su concepción normativa del Estado. Harich se cuida muy bien de resaltar que en este punto no hay diferencias de principio entre marxistas y anarquistas. […] Tampoco las diferencias de “ritmo” en punto a la abolición del poder político le parecen esenciales, sino derivadas».

Lo que Harich achaca al neoanarquismo es sobre todo su pensamiento desiderativo, «este opio para socialistas que, mientras pesa como plomo en sus miembros, les engaña con la ilusión de una enorme aceleración del proceso histórico y, sobre todo, de una gigantesca efectividad de la propia acción»; en otras palabras, la impaciencia revolucionaria, la que quiere revolucionar «simultáneamente, de golpe, todos y cada uno de los ámbitos de la sociedad, simplemente porque en todos ellos se aprecian los efectos de la explotación, de la opresión y de la manipulación». Esa es la razón, según Harich, «de que el anarquismo antropologice de tan buen grado, esa es la razón de su falta de interés por los análisis económicos». Según el autor, ello conduce en última instancia a que «el anarquismo se enfrente a los problemas políticos más serios con una confusión y una desorientación desconcertantes, mientras que, por otra parte, desarrolle una curiosa predilección por dedicarse fanáticamente a revolucionar aspectos de la vida a tal punto irrelevantes políticamente».

Por ejemplo, la estética. En un paso que no podemos sino reproducir en toda su integridad, para que el lector pueda así apreciar los conocimientos en la historia del movimiento obrero y la mordacidad del autor, el neoanarquismo, dice Harich, «reproduce la manía de todos los viejos movimientos radicales de malinterpretar la revolución como un asunto de estilo de vida y de aspecto externo. Y cuenta de buen grado al vestido y a la moda de peluquería entre las instituciones a “desestabilizar”, sin sospechar que la historia ha superado hace ya tiempo tales chiquillerías: Bebel, Mehring, Lenin, Trotski, Liebknecht padre y Liebknecht hijo, todos ellos se vistieron como ciudadanos normales y corrientes de su tiempo; Plejánov hasta se arreglaba como un grand seigneur; cuando iba a una asamblea obrera, Rosa Luxemburg se ponía su más elegante sombrero de plumas de avestruz y Clara Zetkin reservaba para esas ocasiones su mejor vestido de seda. Si quiere retrocederse más en el tiempo, piénsese que ya el más grande y consecuente de los sans-culottes no era nada sans-culotte en lo que a asuntos de moda respeta: ni siquiera en el año del Terror, en 1793, dejó Maximilien Robespierre de llevar su trenza y su chorrera de puntillas, y no porque diera especial valor a esos atributos de caballero rococó, sino, al revés, porque le traían tan sin cuidado que ni siquiera se le ocurrió prescindir de ellos. Como corresponde a un revolucionario, Robespierre tenía cosas más importantes que hacer: llevar a los enemigos del pueblo a la guillotina, por ejemplo».

Sin embargo, tras revertirse la tendencia en los setenta, con la llegada de “los años de plomo” y el auge de un marxismo autoritario de ascendencia maoísta en Europa occidental (del que formaba parte una dura e injusta crítica hacia los anarquistas), Harich añadió un epílogo a su libro, pidiendo “que no se tomen a la ligera a los compañeros anarquistas, para que no se olvide su sobresaliente contribución como pioneros de la presente radicalización de la juventud y de la intelectualidad y, muy particularmente, para que no cometan nunca el error de tomarlos por enemigos del movimiento revolucionario a causa de las abstrusas ideas que profesan y de las actividades objetivamente dañinas que practican.”

La Crítica de la impaciencia revolucionaria fue, como quedó dicho, escrito como una respuesta a los hermanos Cohn-Bendit. Tras recordar el apoyo de Piotr Kropotkin al gobierno de Kérenski, escribe Harich: «Parece increíble, pero es verdad. Si cosas de este género han podido ocurrir, nadie puede garantizar que el apoliticismo de nuestros actuales antiautoritarios no se acabará rompiendo algún día con alguna toma de partido igualmente chocante en favor de una política reaccionaria y chovinista al servicio de una guerra imperialista». Piénsese por un momento no solamente en el destino político y filosófico de tantos representantes del 68 francés y alemán, sino en el del propio Daniel Cohn-Bendit, mástil de proa de aquellas protestas, hoy acomodado eurodiputado de Los Verdes en Bruselas y uno de los más firmes partidarios de «las intervenciones humanitarias» desde la agresión de la OTAN a Yugoslavia en 1999.

¿Hacia un comunismo homeostático?

En 1972 apareció Los límites del crecimiento, un informe de diecisiete investigadores del MIT hecho por encargo del Club de Roma, una organización no gubernamental con sede en Suiza. Los resultados de este informe alertaron a la opinión pública mundial: el aumento de la población mundial, la industrialización y el incremento de la polución consustancial a ella, sumados al elevado consumo de los recursos naturales estaban amenazando, según los autores, la continuidad de la vida humana misma sobre el planeta. De no poner fin a esta tendencia, la Tierra podría llegar a colapsar a mediados del siglo xxi. Los límites del crecimiento fue el toque a rebato para el movimiento ecologista moderno.

Wolfgang Harich fue uno de los muchos intelectuales que leyó aquel informe y quedó impresionado por las advertencias del mismo. Además, la crisis ecológica obligaba a modificar por completo la teoría marxista, ya que ponía límites a la abundancia material con la que el marxismo tradicional había vinculado la libertad comunista y la consiguiente extinción (o abolición) del Estado. De aquel punto de partida salió ¿Comunismo sin crecimiento?, una larga conversación con Freimut Duve, un socialdemócrata germano-occidental.

La nueva situación trocaba las cosas por completo. Así, según Harich, «características de la República Democrática Alemana, como del campo socialista en general, en las que estábamos acostumbrados a ver desventajas, resultan ser excelencias en cuanto que las medimos con los criterios de la crisis ecológica». Y con ello, aseguraba el autor, «mi creencia en la superioridad de modelo soviético de socialismo se ha hecho inquebrantable desde que he aprendido a no considerarlo ya desde el punto de vista de la ―por otra parte absoluta― competencia económica entre el Este y el Oeste, sino a juzgarlo, ante todo, según las posibilidades que ofrece su estructura para sobreponerse a la crisis ecológica, para el mantenimiento de la vida en nuestro planeta, para salvación de la humanidad». Según el autor, ya entonces era «posible el paso inmediato al comunismo en el estadio ya alcanzado del desarrollo de las fuerzas productivas; y, a la vista de la crisis ecológica […] urgentemente necesario». Es más, según Harich, solo un sistema comunista permitiría combinar medidas de emergencia como la limitación del consumo y de la población o el racionamiento de productos con el principio de igualdad. El resultado sería un comunismo sin crecimiento, homeostático (en equilibrio), que desplaza el acento del componente libertario al igualitario. En este punto en realidad Harich no se alejaba de Marx, quien nunca vio en el aumento de la producción un fin en sí mismo. El horizonte de superación de las relaciones de producción capitalistas, una vez agotadas sus potencialidades y llegados a los límites de lo que estas pueden dar de sí en términos de desarrollo, no consistía en una abundancia per se (a pesar de la frase del Manifiesto comunista de que la riqueza brotaría como una fuente). El horizonte poscapitalista, para Marx, es aquel en el que las necesidades están en el centro de la producción, y que esta sirve para suministrar valores de uso para cubrir las necesidades sociales e individuales en un régimen basado en la libre asociación de productores.

En este sistema, Harich proponía «distinguir selectivamente entre las necesidades que hay que mantener, que cultivar como herencia cultural, o hasta que habrá que despertar o intensificar, y otras necesidades de las que habrá que desacostumbrar a los hombres, a ser posible mediante reeducación y persuasión ilustradora, pero también, en caso necesario, mediante medidas represivas rigurosas, como, por ejemplo, la paralización de ramas enteras de la producción, acompañada por tratamientos de masas de desintoxicación ejecutados según la ley».

Aquí es donde el realismo de Harich conduce a uno de los rasgos más polémicos de su programa ecocomunista: el autoritarismo. Pues muchas de estas medidas no podrían sino aplicarse con coerción por parte de un Estado socialista, y la grave situación de emergencia ecológica, a tenor del autor, así lo exige.

El libro de Wolfgang Harich fue ampliamente debatido en España. Sacristán ―quien, como Harich, se interesó vivamente por la cuestión medioambiental― achacó a ¿Comunismo sin crecimiento? tres defectos: «En primer lugar, es inverosímil si se tiene en cuenta la experiencia histórica, incluida la más reciente, que es la ofrecida por la aristocracia de los países del llamado “socialismo real”; en segundo lugar, el despotismo pertenece a la misma cultura del exceso que se trata de superar; en tercer lugar, es poco probable que un movimiento comunista luche por semejante objetivo. La conciencia comunista pensará más que bien que para ese viaje no se necesitaban las alforjas de la lucha revolucionaria. A la objeción (repetidamente insinuada por Harich) de que el instinto de conservación se tiene que imponer a la repugnancia al autoritarismo, se puede oponer al menos la duda acerca de lo que puede hacer una humanidad ya sin entusiasmos, defraudada en su aspiración milenaria de justicia, libertad y comunidad». Probablemente las experiencias de planificación estatal y mercado y de redes cooperativas como las que existen en el llamado socialismo del siglo xxi (cuyos defectos no pueden abordarse aquí), con las que Harich no podía contar hace décadas, le hubieran ofrecido una salida democrática a sus ideas de fuerte planificación centralizada, del mismo modo que los avances tecnológicos de estos últimos treinta años facilitarían ese «transitar hacia el comunismo» del que hablaba en su libro.

Con todo, conviene insistir en la idea, central en el libro de Harich, de la imposibilidad de combatir las crisis ecológicas sin una superación del capitalismo, sin superar las relaciones de producción capitalistas. Pocas cosas ejemplifican tanto este punto como los Tratados de Kioto por los que se estableció un sistema de compraventa de derechos de contaminación. Medidas como esta son contrarias a lo que plantea Harich por dos motivos. Por una parte, porque Harich considera, como todo marxista, que el mercado no es una institución que pueda repartir justamente la producción. Sí que sirve para distribuir mercancías y riqueza, pero de manera totalmente injusta, favoreciendo a los sectores de población capaces de obtener más dinero, pues el hecho de que la distribución esté mediada por el dinero ―característica central del capitalismo― facilita que esta sea desigual. Por otra parte, la aplicación de reformas sin perturbar la dinámica de acumulación del capital es a medio término estéril. Lo único que se consigue es dificultar la obtención de rentabilidad de las inversiones, y como el capital vive de estas, se produce un traslado de la presión al trabajo, ya sea con aumentos de la explotación o con despidos y cierres de empresas. El marco capitalista no permite entorpecer la obtención de beneficios sin que las empresas, los sectores industriales o las economías afectadas por las nuevas regulaciones vean amenazada su viabilidad. Por ese motivo, si realmente se quiere atacar los problemas medioambientales, conviene ir más allá de una economía cuyo motor se basa en el beneficio.

Han pasado ya varias décadas desde la publicación de ¿Comunismo sin crecimiento? Hoy los pronósticos son más sombríos aun si cabe; los partidos verdes, desprovistos de mordiente social; y el debate, menos presente, desplazado actualmente por la crisis económica. Pero es insoslayable. Poco antes de morir ya lo señaló el propio Harich utilizando la metáfora del «Reloj del Apocalipsis» del Boletín de Científicos Atómicos de la Universidad de Chicago: «No nos encontramos a cinco minutos de la medianoche, sino a cinco minutos pasada la medianoche».

China es la respuesta, pero no recuerdo la pregunta

Las ideas de Wolfgang Harich en ¿Comunismo sin crecimiento?, huelga decirlo, no solo no han perdido actualidad, sino que la han ganado, especialmente a medida que el capitalismo alcanza, lograda ya su máxima expansión geográfica, sus límites naturales.

En 1991 se desintegró el campo socialista en Europa Oriental. Como consecuencia, el resto de países socialistas terminó integrándose en mayor o menor grado en el mercado mundial, adoptando lo que oficialmente se denomina «economía de mercado orientada al socialismo» (en Vietnam) y «socialismo con características chinas» (en la República Popular China). Este socialismo de mercado particular ha tenido sin duda consecuencias positivas para China, que dejó de encontrarse entre los receptores del Programa Mundial de Alimentos para figurar entre los donantes, por ejemplo. China ha desbancado a Estados Unidos como primera economía mundial, ha construido el ferrocarril más rápido y la central hidroeléctrica más grande del mundo y ha enviado una misión tripulada al espacio. Sin embargo, este desarrollo ha creado a su vez, como es notorio, grandes problemas, particularmente medioambientales. Por ese motivo, cuando el periodista británico Jonathan Watts tituló a su libro de investigación When a Billion Chinese Jump (Simon and Schuster, 2010), añadió de inmediato «cómo puede China salvar a la humanidad o destruirla».

Watts no es un periodista dado a las exageraciones. Por eso la pregunta ―«cómo puede China salvar a la humanidad o destruirla»― es bien real y urgente. «Para proporcionar a todas las personas de China el estilo de vida de Shanghái ―escribe― las fábricas necesitarían producir unos 159 millones de refrigeradores extra, 213 millones de televisores, 233 millones de ordenadores, 166 millones de microondas, 260 millones de aparatos de aire acondicionado y 187 millones de automóviles. Las plantas de energía tendrían que duplicar su producción. La demanda de materias primas y combustible agravaría la carga sobre el medioambiente y la seguridad mundial». Todo eso en cuanto al «estilo de vida de Shanghái». Con el estilo de vida occidental ―que muchos chinos asumen como el normal en todo Occidente debido a la presión de la cultura de masas occidental, sobre todo angloestadounidense― las proyecciones resultan más preocupantes. El consumo de leche y carne de vacuno, por ejemplo, aumenta en China. Para criar a una vaca se requieren cuatro veces el grano que es necesario para criar a una gallina y, para alimentar a su ganado, China ha de importar cantidades cada vez mayores de soja de Brasil, lo que ha acelerado la deforestación del Amazonas. Según Watts, que cita cálculos del Earthwatch Institute, si China consumiese al mismo nivel que los estadounidenses, «la producción mundial de acero, papel y automóviles tendría que duplicarse, la extracción de petróleo tendría que aumentar en veinte millones de barriles diarios, y los mineros tendrían que extraer 5.000 millones de toneladas de carbón. […] China consumiría el 80% de la producción cárnica mundial y dos tercios de las cosechas mundiales de grano». También aumentaría proporcionalmente el volumen de desechos: China podría alcanzar los 400 millones de toneladas de basura dentro de cinco años, el equivalente a toda la basura mundial de 1997.

¿Cómo pueden los dirigentes chinos mantener su promesa de una «sociedad moderadamente próspera» (xiaokang shei) para 2020 ―ese es el objetivo oficial― para su población y, a la vez, crear un modelo sostenible de desarrollo? Muchos de sus proyectos más criticados, como la Presa de las Tres Gargantas, presentaban escasas alternativas en el contexto actual. A pesar de sus errores de diseño y el desplazamiento de población, frecuentemente criticados por los medios occidentales, la única alternativa a la Presa de las Tres Gargantas era el consumo de cincuenta millones de toneladas de carbón anuales. Y con todo, su construcción ha servido en última instancia para atraer industrias contaminantes en lugar de sustituirlas por otras limpias.

El motivo último de estos desequilibrios es, en efecto, la integración de China en la economía mundial. En cuanto a polución, China tiene una responsabilidad histórica menor que otras naciones, como Estados Unidos o Reino Unido, que comenzaron a contaminar mucho antes. En relación a su demografía, su huella de dióxido de carbono sobre el medioambiente supone solamente un tercio o una cuarta parte de la de Estados Unidos y Europa respectivamente, y la mayor parte de estas emisiones procede de la fabricación de productos que más tarde se exportan a los mercados occidentales. Por eso, China no puede cambiar sin que cambie, a su vez, la economía mundial.

Algo parecido ocurre con la «política de hijo único». Su objetivo era controlar el vertiginoso crecimiento de su población. La otra cara de la moneda son las distorsiones demográficas que esta política tendrá en el futuro: diez millones de hombres adultos incapaces de encontrar esposa, millones de personas que tendrán que soportar los costes económicos de la generación anterior (dos padres, cuatro abuelos), etcétera.

El tres veces ganador del premio Pulitzer, Thomas Friedman, escribió que «la autocracia de un solo partido tiene ciertamente sus inconvenientes. Pero cuando está dirigida por un grupo de personas razonablemente ilustradas, como en China hoy, también puede presentar grandes ventajas». En su artículo, Friedman se refería concretamente a la aprobación de determinadas medidas que, aun siendo necesarias, el electorado de los países industriales no está dispuesto a aceptar. Ciertamente, el eslogan «consuma menos» es extremadamente difícil de «vender» a una audiencia, particularmente la occidental, a la que los políticos cortejan periódicamente con promesas de unos estándares de vida cada vez más altos y para la que el descenso del consumo está vinculado a las crisis y el aumento de la pobreza. China, evidentemente, carece de ese problema. Las tesis de Harich merecen por lo tanto ser reconsideradas a la luz de la consolidación de China como potencia mundial y, a su vez, objeto de crítica, ya que, debido a que el Partido Comunista de China (PPCh) carece de mandato electoral, el crecimiento económico constituye una de sus más importantes fuentes de legitimación frente a la población.

Tras el estallido de la crisis financiera de 2008, Watts recogió el siguiente chiste en las calles de Beijing:

1949: solo el socialismo podrá salvar a China.

1979: solo el capitalismo podrá salvar a China.

1989: solo China podrá salvar el socialismo.

2009: solo China podrá salvar el capitalismo.

La pregunta hoy es, ¿podrá China liderar en algún punto del siglo xxi el cambio hacia un comunismo sin crecimiento y salvar, así, al mundo?

(Este texto fue publicado originalmente en marxismocritico.com el 20 de marzo de 2015).

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Treinta años sin Ernest Mandel

El 20 de julio de 1995 falleció Ernest «Germain» Mandel, uno de los históricos dirigentes de la IV Internacional (Secretariado Unificado), quien siempre marchó bajo la égida del marxismo revolucionario, enarbolando la bandera roja de la revolución proletaria mundial. Mandel ha representado para mí, y para muchas generaciones de comunistas, un referente formativo y, por sí mismo, un ejemplo de militancia revolucionaria. Su amplia obra, en la que destacan un sinfín de temas, es un completo arsenal de armas para el análisis, la crítica, la organización y la lucha. Por ello, tras treinta años de su deceso, sigue con total vigencia.

Ya en otro sitio he realizado una muy breve publicación sobre estas luctuosas efemérides; sin embargo, no quería dejar mi blog en blanco. Por ello, en homenaje a ese gran maestro del proletariado que fue Mandel, les comparto tres materiales: primero, «Ernest Mandel: una vida por la revolución», que es un fenomenal documental sobre su vida; segundo, una carpeta con distintos libros de Mandel en formato PDF; y tercero, un texto de Eric Toussaint a propósito del centenario (2023) del nacimiento de Mandel.

Próximamente liberaré en PDF el libro «La teoría marxista de la alienación», con textos de Ernest Mandel y George Novack.

1. «Ernest Mandel: una vida por la revolución» Documental.
2. Carpeta con textos de Ernest Mandel en PDF.


Ernest Mandel (1923-1995) activista internacionalista y revolucionario en pensamiento y acción

Escrito por Eric Toussaint.
Traducido por Alberto Nadal Fernández para Rebelión

Ernest Mandel fue un activista internacionalista y revolucionario que supo conjugar pensamiento y acción a lo largo de su vida.

A nivel intelectual, su extensa producción teórica, sus numerosos análisis de la situación económica y política, así como sus numerosos artículos influyeron en una importante generación de activistas, estudiantes, investigadores, líderes de organizaciones sindicales, sociales y políticas mucho más allá de la Cuarta Internacional en cuya dirección participaba. Mandel fue un constructor de organizaciones. Dedicó tanta energía a la construcción de la Cuarta Internacional y sus secciones nacionales como a la producción teórico-política. En cuanto a la segunda mitad del siglo XX, Mandel es uno de la veintena de intelectuales marxistas de talla internacional y entre ellos es uno de los pocos capaz de combinar permanentemente la acción y la elaboración intelectual creativa e innovadora, de caminar fuera de senderos trillados. Lo que sigue está escrito como testimonio.

Entre 1971, cuando fui elegido para la dirección de la sección belga de la Cuarta Internacional y hasta su muerte en 1995, estuve en contacto con Ernest Mandel. Los contactos se intensificaron a partir de 1980 cuando fui invitado a participar en la dirección de la Cuarta Internacional, llamada Secretariado Unificado (SU) que se reunía varias veces al año entre 3 y 4 días y el Comité Ejecutivo Internacional (CEI) que se reunía anualmente entre 5 y 6 días. La colaboración se intensificó a partir de 1988 cuando me convertí en miembro del Buró[1], un organismo permanente más pequeño que preparaba las reuniones del Secretariado Unificado y que se reunía al menos dos veces al mes en París. Seguí de cerca los contactos con movimientos sociales y revolucionarios en América Central, particularmente en Nicaragua y El Salvador, y más ampliamente en la región que va desde México hasta Colombia. En los últimos años de la vida de Ernest Mandel, nuestras relaciones se hicieron cada vez más regulares y estrechas, particularmente durante el período de la caída del Muro de Berlín en 1989, el fin de la Unión Soviética en 1991, la celebración del XIII Congreso Mundial de la Cuarta Internacional a principios de 1991 y la preparación y realización del XIV Congreso Mundial en 1995, que se reunió un mes antes de la muerte de Ernest Mandel. Mientras tanto, habíamos realizado juntos una misión en Nicaragua en 1992.

Conocí a Ernest Mandel (1923-1995) en 1970 cuando tenía 16 años. De hecho, fue un poco antes de los 16 años cuando decidí unirme a la Cuarta Internacional (CI), tras la intervención de los trotskistas belgas (la Joven Guardia Socialista y el Partido de los Trabajadores Valones) en una huelga de mineros del carbón en Bélgica, primero en la provincia de Limburg, que está en la parte flamenca del país, luego en la región de Lieja, que está en la parte francófona. Antes de ser miembro de la CI participé activamente en las luchas de la escuela secundaria, en la solidaridad con las huelgas de los trabajadores, en el movimiento contra la guerra de Vietnam, en solidaridad con la lucha de los afrodescendientes por los derechos civiles en los Estados Unidos, en apoyo a la revolución en Cuba,… Ernest Mandel fue uno de los líderes de la sección belga de la CI, también fue uno de los líderes de la CI como tal. Esto no lo sabía cuando decidí unirme a la CI. Creía que, dado lo que habían hecho las y los militantes de la CI en 1968, era en París donde debía ubicarse su dirección. Fue bastante intuitivo. Decidí, con un amigo de la misma edad que yo, hacer autostop a París en junio de 1970 para encontrarme con la CI. La primera noche dormimos bajo las estrellas bajo el Pont Neuf a orillas del Sena. Luego fuimos a conocer a la Liga Comunista. El mismo día, fuimos a París a tocar el timbre de la dirección de la CI, en el n.º 95 de la rue Faubourg Saint Martin. Quien nos abrió la puerta fue Pierre Frank, que había sido secretario de León Trotsky, especialmente durante su exilio en la isla de Prinkipo en Turquía en 1930, quenos recibió con gran entusiasmo. El diálogo con él fue fascinante. Sin duda, el hecho de que dos jóvenes adolescentes se presentaran para unirse a la CI le agradó mucho. No sabíamos que Ernest Mandel era uno de los líderes clave y que estaba en Bruselas y que, por lo tanto, si queríamos reunirnos con la CI, podíamos ir a llamar a su puerta.

Muy pronto nos dimos cuenta de que Ernest Mandel jugaba un papel importante, aunque no fuera, y eso es muy positivo, presentado como «el» líder de la CI. Posteriormente, pude ver por mí mismo que la dirección del CI funcionaba colectivamente. Ernest Mandel nunca afirmó ser su líder a diferencia de otras organizaciones. Nunca lo vi tomar medidas para afirmar algún tipo de liderazgo personal. No buscó beneficiarse de ningún privilegio, de ninguna prioridad a la hora de tomar la palabra. Su influencia fue el resultado de su acción y su contribución al análisis. Por supuesto, es por estar presente con él en más de cien reuniones entre 1970 y 1995 que lo afirmo sin dudar.

Vi a Ernest Mandel por primera vez en noviembre de 1970. Fue uno de los oradores en una importante conferencia por una Europa Roja. Dicha conferencia fue convocada por las organizaciones de la CI y se decía en aquel momento “vinculada al Secretariado Unificado de la CI” porque había varias ramas de la CI o varias organizaciones internacionales reclamando continuidad respecto a la IV Internacional fundada en 1938 con la participación de León Trotsky (ver Daniel Bensaid, Trotskismos, Madrid, 126 páginas, https://www.sylone.org/trotskismos-c2x18173129 ). La CI a la que me uní y de la que Ernest Mandel era un dirigente,  era vista como el “Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional”, es decir, era el resultado de la reunificación que tuvo lugar en 1963 entre dos componentes principales de la CI: la mayoría de los militantes de la CI en Europa (animada por el trío Ernest Mandel – Pierre Frank – Livio Maitan) y la sección de los Estados Unidos, el Partido Socialista de los Trabajadores (SWP)[2]. Estábamos en 1970 y el Secretariado Unificado de la CI había convocado una gran conferencia de dos días por una Europa Roja en Bruselas. Asistieron más de 3.000 jóvenes, venidos de toda Europa, especialmente de Francia[3]. Fue extremadamente inspirador, extremadamente combativo, dejaba entrever los desarrollos revolucionarios en Europa y Ernest Mandel, junto con otros oradores como Alain Krivine[4], el activista pakistaní Tariq Ali que vive en Gran Bretaña, Livio Maitan de Italia, hicieron intervenciones muy combativas y, para alguien como yo que tenía 16 años, todo ello me dio mucha convicción y, al mismo tiempo, fuerza.

También conocí a Ernest Mandel a través de mis lecturas.Como he dicho, me uní a la CI en el verano de 1970 y comencé a leer las obras de Mandel. Antes de eso, había leído varios de sus artículos en el semanario La Gauche, que él había ayudado a fundar en 1956. Lo que me convenció  para adherirme a la CI, a nivel de análisis, además de la práctica y en particular esta intervención de los trotskistas belgas en la huelga de los mineros y en la lucha contra la intervención de los Estados Unidos en Vietnam, fue un texto de Ernest Mandel titulado «El nuevo ascenso de la revolución mundial». Este texto fue adoptado por el IX Congreso Mundial de la IV Internacional realizado en abril de 1969 en Italia. El informe introductorio de este texto de Ernest Mandel está disponible en francés aquí. Eltexto destacaba la dialéctica de los tres sectores de la revolución mundial. Se tuvo en cuenta lo ocurrido en 1968, es decir lo ocurrido en Francia y que tuvo repercusiones en el resto de Europa, pero también en Checoslovaquia con la Primavera de Praga de 1968 y la ofensiva del Tet de la noche del 30 al 31 de enero de 1968,cuando las y los revolucionarios vietnamitas lograron tomar temporalmente Saigón, la capital del Sur (lo que anticipó la derrota total de Estados Unidos en 1975). Este texto analizó el estado de las luchas y la interconexión entre los tres sectores de la revolución mundial (los países capitalistas más industrializados, los países del bloque del Este y los países del Tercer Mundo). Mayo del 68, el año 1968 y lo ocurrido en 1969-1970 fue la clara demostración de lo que estaba en un texto fundamental de la CIy qué intervención quería tener esta internacional.

Y luego,lo que me influyó mucho en 1970 fue la lectura del Tratado de economía marxista[5]. Devoré la edición en rústica de 4 tomos a fines de 1970, durante las vacaciones escolares de Navidad. Poco después leí con avidez otro libro de Ernest Mandel: La formación del pensamiento económico de Karl Marx, publicado en francés en 1967 por la editorial Maspero. Puede parecer muy temprano, pero hay que decir que leí el Manifiesto Comunista de Marx y Engels cuando tenía 13 años, en 1967, y a partir de ese año comencé a leer varios libros sobre revoluciones y en particular sobre la revolución china, concretamenteen 1967 el libro Estrella roja sobre China  (escrito en 1937, publicado en francés por Stock en 1964 y prestado de la biblioteca de mi pueblo) y en 1968 China en marcha de Edgar Snow. Al mismo tiempo leí La China de Mao. El otro comunismo escrito en 1966 por K. S. Karol. Después de incorporarme a la IV Internacional, entre junio y julio de 1971 leí la Historia de la Revolución Rusa de León Trotsky. Este libro me impresionó profundamente y me convenció de la enorme capacidad de su autor para analizar los procesos revolucionarios.

En 1971 me impliqué por completo con la nueva sección belga de la CI. En junio de 1970 me había sumado a una organización juvenil llamada Joven Guardia Socialista (JGS), que era una organización dirigida por miembros de la CI y que había roto con el Partido Socialista Belga a fines de 1964 y principios de 1965,cuando la dirección de este último apoyó el fortalecimiento represivo del Estado belga. De 1968 a 1969, la JGS se vio a sí misma como una organización juvenil revolucionaria. Tenía el estatus de organización simpatizante de la IV Internacional. Esta organización había experimentado un desarrollo significativo durante las revueltas juveniles que comenzaron en 1968 y había reclutado a 150 o 200 jóvenes en diferentes ciudades de Bélgica. Activistas que jugaban un papel importante en su entorno, generalmente la Universidad o, como yo, estudiantes de secundaria pero también en la clase trabajadora. Esta organización se encontraba en 1970 en un proceso de fusión con la generación anterior organizada en la Confederación Socialista de Trabajadores (CST). Ernest Mandel, por supuesto, pertenecía a la generación anterior. Nació en 1923, entonces tenía 47 años, no era viejo, pero obviamente para gente joven como yo, de 16 o 17 años, Mandel era un anciano y un representante de la vieja generación. Una generación que había tenido toda una trayectoria de lucha durante la ocupación nazi en 1940-1945 y que luego había militado en una corriente de izquierda dentro del Partido Socialista Belga y su organización juvenil. Así pues, la JGS había entrado en un proceso de fusión con la organización de los mayores, que tenía una presencia significativa de trabajadores y trabajadoras en las fábricas, en particular en mi ciudad, Lieja, en la industria siderúrgica. A finales de 1970 había participado en el último congreso de JGS, que tuvo lugar en Gante y allí se validó la fusión[6]. En mayo de 1971 tuvo lugar el congreso de fusión, en Lieja, uno de los puntos más importantes de implantación de lo que sería la nueva sección  belga de la CI. La Liga  Revolucionaria de las y los trabajadores (LRT) nació así del encuentro de la JGS con la Confederación Socialista de Trabajadores que agrupaba a tres organizaciones: en Valonia, el Partido Obrero Valón, en Bruselas, la Unión de la Izquierda Socialista y Revolutionaire Socialisten en Flandes, con su periódico De Socialistische Stem (que luego se convirtió en Rood). En mayo de 1971 se llevó a cabo el congreso de fusión. Ernest Mandel estuvo activamente presente en este congreso de fusión. Asistieron delegados internacionales como Alain Krivine de la Liga Comunista, sección francesa de la IV y Livio Maitan miembro del secretariado unificado de la IV Internacional y de los Grupos Comunistas Revolucionarios, sección italiana de la IV

Éramos una organización de unas 350 personas(incluso podríamos considerar que éramos casi 500) con una importante implantación obrera industrial y una buena presencia en las universidades flamencas, bruselenses y francófonas, así como en los institutos. Fui elegido miembro del Comité Central,  del cual era el miembro más joven. Todavía no tenía 17 años. Creo que éramos un poco más de 30 miembros en el Comité central. Había trabajadores industriales que se habían unido principalmente después de la gran huelga del invierno de 1960-1961. Hubo compañeros que se habían unido a la IV como Ernest Mandel antes de la Segunda Guerra Mundial y que habían tomado parte en la resistencia anti nazi: Emile Van Ceulen (1916-1987), ex curtidor que se unió a la organización trotskista en 1933 (delegado en 1951 al III Congreso Mundial de la Cuarta Internacional, vicepresidente nacional de la JGS tras haber superado en votos a la corriente proatlantista en 1954, invitado oficial en China por el PCC), René Groslambert, empleado (cofundador de L’Action socialiste en 1935 con Paul-Henri Spaak, cofundador de L’Action socialiste Révolutionnaire en 1936 con Walter Dauge y Léon Lesoil, arrestado en 1940 y deportado a Francia en el campo de Vernet, delegado al 2º Congreso Mundial de la Cuarta Internacional en 1948), Pierre Legrève (1916-2004), miembro de la organización trotskista desde 1933, docente que había sido elegido diputado de la Unión de la Izquierda Socialista de 1965 a 1968, muy activo en el apoyo a la revolución argelina[7] y en solidaridad con las y los presos políticos en Marruecos. Había trabajadoras y trabajadores industriales que desempeñaban un papel clave en la industria del acero en Lieja y en la industria del vidrio cerca de Charleroi y Mons. Había intelectuales de renombre. Junto a Ernest Mandel, estaba, por ejemplo, el jurista Nathan Weinstock, que había publicado en 1969 con la editorial parisina Maspero un libro notable y valiente titulado El sionismo contra Israel. Y el CC que se reunió 15 días, o tres semanas después de este congreso, me eligió para el Buró Político. Menciono esto porque fue en dicho Buró Político donde comencé a conocer directamente a Ernest Mandel y a su compañera, Gisela Scholz (1935-1982), una camarada alemana que jugó un papel importante en la IV Internacional. Mandel tenía en 1971 48 años; su compañera, doce años menor, pertenecía a la generación de la izquierda revolucionaria alemana, era amiga de Rudi Dutschke (1940-1979)[8], conocido como Rudi el Rojo.

En este BP había una serie de jóvenes activistas, en comparación con la generación de Ernest Mandel. En esta joven generación, entre las figuras destacadas, se encontraban François Vercammen, Eric Corijn, Denis Horman y Jan Vankerkhoven. Había mujeres que habían superado la cuarentena: la abogada de Lieja, Mathé Lambert, la periodista de Bruselas, Doudou Neyens,… También estaba el médico urólogo Jacques Leemans. François Vercammen (1944-2015) y Eric Corijn (1947- ) eran unos diez años mayores que yo y cuando tienes 17 alguien de 27, es un ‘viejo’. Al igual que Gisela que tenía 36 años era una ‘vieja’ para mí. Así que teníamos un BP y un CC donde había 3 o 4 generaciones políticas diferentes y fue en este BP donde conocí mejor a Ernest Mandel. El Buró Político se reunía todos los sábados en Bruselas. Aprecié no solo su conocimiento histórico y político, su aporte teórico con un libro como el Tratado de Economía Marxista, sino también su comportamiento en un órgano de dirección de una organización en pleno desarrollo, frente a circunstancias de radicalización de capas enteras de la población, en la clase obrera industrial, en los servicios públicos y en la juventud y con métodos radicales de acción.

En la onda de Mayo del 68, las organizaciones de la CIeran capaces de defenderse de la represión policial, y por tanto prepararse para ella. Habíamos desarrollado una capacidad de autodefensa. También estábamos dispuestos, en ocasiones, a participar en acciones dirigidas contra símbolos muy claros del imperialismo, por ejemplo, Estados Unidos y su abominable papel en Vietnam. En 1970 Vietnam estaba bajo los bombardeos americanos, se usaba mucho el napalm pero también tuvimos intervenciones en relación a los símbolos de la dictadura franquista, los símbolos de la junta de coroneles griegos, hablo de 1970, 1971 y por tanto la España franquista estaba muy presente y había una comunidad española, en gran parte constituida por republicanos o hijos de republicanos, que habían salido de España entre 1936 y 1939, víctimas del franquismo y había también una comunidad griega, sobre todo entre los mineros del carbón, y que se opuso al régimen de los coroneles griegos. A fines de la década de 1960, en Argentina, una importante organización guerrillera se había unido a la IV Internacional: el Partido Revolucionario de los TrabajadoresEjército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP), inicialmente conocido como PRT Combatiente (PRT Combatiente). Era una organización muy fuerte que se reclamaba de la Cuarta Internacional al igual que de Guevara y Castro, de las y los revolucionarios vietnamitas y de la revolución china. El principal dirigente del PRT-ERP fue Mario Roberto Santucho (1936-1976). Había estado presente en mayo de 1968 en París y en esta ocasión se había vinculado a la Juventud Comunista Revolucionaria que se convertiría en la Liga Comunista. En el cuarto trimestre de 1972, Mario Roberto Santucho mantuvo un largo encuentro con Ernest Mandel (en su casa de Bruselas), Daniel Bensaïd y Hubert Krivine. Santucho, que se había fugado cuatro meses antes de la prisión de Rawson en la Patagonia, regresaría a Argentina para retomar el liderazgo de la lucha armada[9]. Durante esta reunión, los participantes constataron que existían diferencias importantes sobre la forma de llevar a cabo la lucha armada y en octubre de 1973, el PRT-ERP anunció su separación de la Cuarta Internacional.

Un ejemplo del tipo de acciones en las que participé: en abril de 1970 hubo una gran manifestación en Bruselas para protestar contra la guerra de Vietnam, contra la OTAN y contra el arma atómica. Creo que había de 6 a 7.000 manifestantes y la JGS, la organización juvenil trotskista, había decidido convencer a un sector de esta manifestación de ir más allá del curso oficial de la manifestación, invadir la Estación del Norte en Bruselas y acercarse lo más posible por vía férrea a los edificios donde se encontraba oficinas de la OTAN para denunciar su actividad. En abril de 1970 aún no había cumplido los 16 años y ya participaba en las actividades de la JGS, en particular a raíz de la intervención de esta organización en la lucha de los mineros del carbón. Hay que decir que yo vivía en un pueblo de mineros del carbón, en la región de Lieja. Éramos varios cientos los que participamos en este desbordamiento, tal vez hasta 1000. Al final, no llegamos a los edificios de la OTAN, pero estuvimos muy cerca y cuando salimos de las vías del tren fuimos fuertemente reprimidos por las fuerzas de represión. Mientras ayudaba a otro joven que resultó herido en el hueso de la ceja y estaba perdiendo mucha sangre, fui fuertemente golpeado por la gendarmería y luego arrestado y llevado a una estación de policía. Finalmente, por mi parte, aunque había sido detenido por haber participado en una manifestación no autorizada y fui interrogado durante horas, no fui procesado porque no tenía 16 años en el momento de los hechos. En ese momento, no era posible procesar a un joven menor de 16 años por este tipo de «falta». Escapé de la condena a pesar de que los gendarmes me acusaron de golpear y herir a uno de sus compañeros, lo cual era completamente falso. A mí todo esto me enseñó cómo tratar con la policía cuando ésta me interrogó, me enseñó a tomar una actitud simple: firmar una declaración que decía que no tenía nada que informar. Esto es muy importante para tratar de evitar el enjuiciamiento. Menciono esta experiencia porque, leyendo la biografía[10] de Ernest Mandel, supe que Gisela Scholz, que tenía 35 años en abril de 1970, fue una de las organizadoras de este desbordamiento y de la manifestación contra la guerra de Vietnam y que estaba súper contenta por la capacidad que tuvimos para organizar esta dura acción, aunque lamentablemente no habíamos llegado a las oficinas de la OTAN. Esto es lo que escribió Gisela Scholtz a un compañero de estudios en ese momento comentando una acción similar en Bruselas que había tenido lugar un año antes: “Entonces los caballos, los carros, todo entró en acción. (…) Luchamos como pudimos y estamos orgullosos de haber contado entre nosotros solo algunos heridos. A lo sumo 40 heridos leves y uno grave (…) Dos gendarmes me tiraron por encima de un coche, pero por suerte pude frenar mi caída”[11].

Una anécdota significativa sobre mi relación con Ernest Mandel y los temas de represión y seguridad. En septiembre u octubre de 1973 fui convocado a Bruselas a casa de un antiguo militante de la IV Internacional para responder a preguntas sobre la seguridad de la sección belga. Estuvieron presentes en esta reunión Ernest Mandel y Hubert Krivine, el hermano gemelo de Alain Krivine. ¿Qué ocurría ? Mandel y Krivine me preguntaron si estaba poniendo en peligro a la organización consumiendo y vendiendo drogas. Les dije que no y todo salió muy bien, sin el menor nerviosismo ni tensión.

¿Cómo decidieron Mandel y Krivine convocarme a una reunión en un lugar discreto cuando estaban muy ocupados con cuestiones tan serias como la orientación del PRT-ERP en Argentina, la ilegalización de la Liga Comunista en Francia en junio de 1973, la expansión de la IV Internacional? He aquí mi explicación: desde 1972 estaba en el punto de mira de los servicios policiales belgas. Estaba directamente relacionado con mi participación en la dirección de la LRT. En febrero de 1972, en el salón académico de la Universidad de Lieja, presidí una conferencia de la LRT donde le dimos la palabra a un representante del Ejército Republicano Irlandés (IRA Irish Republican Army) a pesar de la decisión del Ministro de Justicia y Gobierno socialista, Alfons Vranckx[12], de impedirnos hacerlo. La LRT había organizado cinco reuniones en las cinco principales ciudades universitarias y en ninguna de ellas la policía logró arrestar al camarada irlandés que reaparecía al día siguiente en otra ciudad[13]. En Lieja había más de 500 personas. Habíamos logrado evitar el arresto del camarada irlandés a pesar de una impresionante intervención de la policía que por ello se sintió humillada por una pandilla de jóvenes y estaba completamente molesta con nosotros y especialmente conmigo.

En septiembre de 1972, unas semanas después de cumplir 18 años, me citaron en la Policía Judicial de Lieja. El agente de la PJ que me recibió me amenazó con enjuiciarme por la violación de una menor. La acusación no se tenía en pie: yo tenía una relación amorosa con una chica unos meses más joven que yo y manteníamos relaciones sexuales. Cuando llegué a la mayoría de edad, los 18 años, «automáticamente» me convertí en potencialmente culpable de violación de una menor porque una menor no podía dar su consentimiento. Ante mis protestas, el oficial de la PJ me dijo que era el Ministerio Público quien le había pedido que me citara e investigara un caso en mi contra por violación sexual por pertenecer al buró político de la LRT y a la dirección del Socorro Rojo Internacional, considerados como organismos que atentaban contra la seguridad del Estado.

Este oficial afirmó que si colaboraba para dar información confidencial sobre estas dos organizaciones, se retiraría el cargo de violación. Me negué a convertirme en informante y cuando salí de su oficina me amenazó furiosamente y dijo que me arañaría (¡sic!). Al día siguiente la policía fue a la casa de mi hermano, luego a la de mis padres y luego a la de un amigo periodista para intimidarnos. Lo informé en el diario La Gauche del 22 de septiembre de 1972, página 3. Presenté una denuncia por invasión a mi intimidad y la PJ no me volvió a citar. Mis abogados cometieron el error de no pedir una compensación económica, lo que permitió que la fiscalía no diera seguimiento a mi denuncia. A finales de 1972 – principios de 1973 me convertí en líder y portavoz de un movimiento de secundaria muy poderoso. Según cifras policiales, 160.000 estudiantes de secundaria se declararon en huelga y se manifestaron en todo el país contra un plan para hacer el servicio militar a partir de los 18 años. El mismo tipo de medida produjo unos meses después de Bélgica un gran movimiento de protesta en Francia (conocido como el movimiento contra la ley Debré). El gobierno y su Ministro de Defensa Nacional acusaron a la LRT de manipular a estudiantes de secundaria. Dado mi papel en el movimiento junto con otros miembros de la LRT, aumentó la intención de las fuerzas del orden de causarme problemas. En la primavera de 1973 me enteré por un viejo amigo que no tenía nada que ver con la LRT que la policía estaba tratando de denunciarme por tráfico de drogas. Este amigo me reveló que era informante de la policía.

La policía le tenía atrapado por un caso de drogas y amenazó con retirarle los derechos de visita a sus hijos, él me dijo que la policía estaba tratando de hacerle testificar en mi contra. Agregó que durante las detenciones, la policía mostró mi foto a jóvenes capturados por consumo de drogas y detenidos temporalmente en prisión para que me denunciaran como traficante. Dio la casualidad de que un miembro de la LRT era trabajador social y asistía a los interrogatorios en la prisión. Al ver mi foto entre las de los traficantes, realmente pensó que estaba poniendo en peligro a la organización y que tal vez yo mismo era un traficante. Le había pasado la información a la organización sin decírmelo. Por eso tuve que informar a Ernest Mandel y Hubert Krivine. Considero que Ernest y Hubert se portaron muy bien conmigo cuando se dirigían en mi contra acusaciones sin fundamento. Posteriormente, la policía, en particular la BSI (Brigada de Seguridad e Investigación) nuevamente intentó convertirme en informante ofreciéndome darme información confidencial sobre grupos neonazis en mi región con la condición de que diera información sobre la LRT y la Cuarta Internacional. Y luego se dieron por vencidos, pero me mantuvieron en el punto de mira todo el tiempo. Sería demasiado largo resumir varias aventuras posteriores.

Hay que tener en cuenta que el ministro socialista de Justicia Alphons Vrankx estaba resentido con los trotskistas que habían sido expulsados del Partido Socialista Belga en 1965 y sobre todo que, durante viajes a Estados Unidos para estrechar la colaboración entre los servicios de seguridad, había sido convencido por la administración Nixon de que había una conexión entre las organizaciones de extrema izquierda y el narcotráfico.

El Tratado de economía marxista

Realmente es muy importante señalar que su libro El tratado de economía marxista fue una alternativa a los tratados de economía marxista que dominaban el pensamiento “marxista” o “comunista” de la época, es decir, los textos de economía política o los manuales que venían de la Unión Soviética, o que se editaban en Beijing, que eran a la vez dogmáticos y pobres en pensamiento y método.

El Tratado de economía marxista,publicado en francés en 1962, adoptó un planteamiento genético, es decir, recorrió la historia de la humanidad desde las primeras etapas conocidas de la humanidad y trató de ver la evolución de las relaciones humanas y cómo se construye la economía de las distintas sociedades, en los distintos lugares de la humanidad. Está muy claro que, para las y los marxistas críticos, no hay 5 o 6 etapas por las que habrían pasado todas las sociedades, del comunismo primitivo a la sociedad esclavista, luego al feudalismo y la pequeña producción de mercado para llegar al capitalismo y finalmente al socialismo, incluso eventualmente al comunismo. Esta idea de las etapas por las que pasan todas las sociedades es ajena al pensamiento de Marx, que Mandel prolongaba. Esto está claro en las obras de Marx de las décadas de 1850 y 1860, en los Grundrisse y otras obras de Marx, especialmente en su correspondencia de 1881 con Vera Zassoulitch.

La obra de Ernest Mandel es una obra en ruptura crítica respecto a la forma en que se practicaba hasta entonces el marxismo. Obviamente no fue el único, pero no muchos de ellos siguieron el mismo enfoque y como resultado, tuvo un eco muy importante para toda una generación, la generación que me precedió, es decir la generación de los años 1963-1964 a 1968. Yo pertenezco a la generación del 68, una generación que tuvo la suerte de vivir grandes movilizaciones que ponían la revolución de nuevo en la agenda. Esta generación, al igual que otras que la precedieron, se sumergió en el marxismo para tratar de entender la sociedad que nos rodea, para tratar de destruir el capitalismo y construir una sociedad libre de toda forma de opresión. Para destruir el capitalismo, era necesario entender exactamente cómo funcionaba y Ernest Mandel ayudó poderosamente a muchos y muchas militantes en esta dirección. Su Tratado de economía marxista, que en el cuarto volumen contenía un análisis de las sociedades en transición al socialismo, trató de comprender y transmitir la realidad del «socialismo real» y sociedades como la Unión Soviética y Europa del Este, la degeneración de una sociedad en transición al socialismo en una dictadura de la burocracia sin restauración capitalista. En el tercer volumen, trató y logró explicar cómo era la sociedad capitalista de los años 50 y 60, por tanto, la sociedad heredera del período de gran crecimiento económico que siguió a la Segunda Guerra Mundial, presentado como los “Treinta Gloriosos”. Mandel, muestra las características y contradicciones de la sociedad capitalista después de la Segunda Guerra Mundial, para demostrar que las crisis seguían siendo una constante de la sociedad capitalista y que ésta requería una perspectiva de superación del capitalismo y una salida revolucionaria. Para conocer más sobre el Tratado de economía marxistaen la obra de Mandel, recomiendo leer el Capítulo 5 de la biografía en francés de Ernest Mandel de Jan Willem Stutje, páginas 153 a 169.

Cuando conocí a Ernest Mandel como miembro de la dirección belga en 1971, él estaba enseñando en la Universidad Libre de Berlín, donde iba todas las semanas a dar lecciones ante 1000 estudiantes.[14] Acababa de terminar su tesis doctoral, que escribió y defendió en alemán. Recuerdo muy bien que nos lo anunció con entusiasmo en una reunión del Buró Político de la LRT en el verano de 1971. La edición alemana se publicó en 1972, con el título Spätkapitalismus. Esto dio lugar a un libro publicado en francés en 1976 con el título Le troisième âge capitalisme. Se publico en español en 1979 bajo el titulo El capitalismo tardío por la Editorial ERA. Ernest Mandel estaba en su apogeo intelectual. Tenía muchos contactos, trabajaba mucho, eso lo pudimos constatar. También fue profesor de ciencias políticas en la Vrije Universiteit Brussel (la Universidad Libre de Bruselas, sector de habla holandesa). Trabajaba en términos de lectura, escritura y acción una gran cantidad de horas cada día.

La influencia de Ernest Mandel en los sindicatos

Mandel tenía eco en el mundo sindical, en el mundo laboral y en la juventud estudiantil. En el mundo del trabajo, particularmente en Bélgica, su eco se remonta a la década de 1950, pues fue uno de los estrechos colaboradores de André Renard, el principal dirigente sindical belga del ala radical del sindicalismo en el que se encontraban los militantes socialistas, comunistas, trotskistas, es decir la Federación General del Trabajo de Bélgica (FGTB) que contaba con más de un millón de afiliados. Dos congresos en 1954 y 1956 sobre el tema de Holdings y Democracia Económica introdujeron la idea de reformas de las estructuras anticapitalistas[15]. Mandel fue una de las personas inspiradoras. Para André Renard escribió una gran cantidad de documentos y fue invitado a dar una gran cantidad de conferencias en fábricas, en secciones sindicales, intervenir en congresos sindicales. Tenía una gran habilidad para comunicar cosas aparentemente complicadas de una manera sencilla y comprensible. También tenía la capacidad de tratar de mostrar a su audiencia que era necesario actuar para cambiar la realidad y por eso muy a menudo tomaba ejemplos de cómo actuar como delegación sindical para luchar en una empresa transnacional, qué contactos hacer con trabajadores y trabajadoras de otras sedes de las fábricas, cómo comunicarse, cómo tratar de realizar acciones conjuntas. Y la cuestión de la autoorganización, del control obrero era un elemento absolutamente central[16].

Para Ernest Mandel no se trataba simplemente de explicar el funcionamiento del capitalismo, se trataba de mostrar cómo los trabajadores, a partir de ejemplos concretos y luchas concretas, podían llegar a ser capaces de controlar lo que hacían los patronos, en particular imponiendo la apertura de los libros de cuentas, imponiendo el control de la jornada laboral, imponiendo la reducción del tiempo de trabajo, cuando se recurría a las huelgas, organizándose para que la huelga fuera lo más efectiva posible, para obtener concesiones de los patrones lo más rápido posible. Una huelga puede extenderse como una mancha de aceite, puede conducir a la conquista de derechos importantes para las y los trabajadores, puede llegar hasta una huelga general, o incluso una huelga insurreccional y por eso intervino en las asambleas obreras sobre estos temas. Y, por supuesto, daba cursos de formación a activistas anticapitalistas, a activistas revolucionarios dentro de la LRT, de las secciones de CI. Era un comunicador apasionado, un formador de muy alto nivel. Seguí muchos cursos dados por Mandel y me ayudaron a convertirme en formador. Muchas y muchos activistas recordarán sus cursos, la formación que impartió sobre la revolución alemana, sobre la revolución rusa, sobre qué es una huelga general, cómo pasar de una huelga general a una huelga activa con ocupación, una huelga general que conduzca a la creación de órganos de poder obrero, a partir de las experiencias más avanzadas del Mayo del 68 en Francia, el Mayo rampante en Italia, pero también de la experiencia de los consejos obreros italianos de 1920-21, los consejos húngaros de 1918-19, por supuesto de los soviets de la revolución en Rusia, de los órganos del poder popular u organizaciones de obreros y campesinos en la revolución española de 1936-1938/39. Mandel tenía un conocimiento de la historia de las luchas por la emancipación, no solo de los siglos XIX y XX, sino de la larga historia de la humanidad a escala planetaria, un conocimiento profundo y una voluntad de comunicar a las generaciones más jóvenes lo mejor que se podía aprender de estas experiencias.

Sus escritos sindicales

Ernest Mandel, en relación con el movimiento obrero en su país, Bélgica, y más en general en Europa y en el resto del mundo, estuvo sistemáticamente atento a las luchas que se desarrollaban. Allí intervino. Produjo una enorme cantidad de artículos en el semanario que había fundado con otros activistas anticapitalistas de la izquierda del PS, el periódico La Gauche que creó en 1956 con el apoyo del sindicalista que mencioné antes, André Renard, con quien mantuvo relaciones cada vez más tensas a medida que Renard adoptaba una posición cada vez más moderada. La Gauche «tenía» también una versión en Flandes (Links = la izquierda) en la que también jugó un papel importante. Escribió cientos de artículos y también escribió en muchas revistas en otros idiomas, en periódicos y revistas leídos por sindicalistas y académicos. En Bélgica produjo informes muy importantes para el sindicato FGTB, sobre la estructura del capitalismo en Bélgica, cómo una serie de grandes empresas capitalistas, en particular holdings, controlaban la economía de Bélgica.

Elaboró un folleto de unas sesenta páginas que me parece extremadamente importante titulado «Le socialisme par l’action» (El socialismo por la acción) que fue firmado por André Renard y se distribuyó en decenas de miles de copias, si no cientos de miles de copias. Fue leído por decenas de miles de delegados sindicales en Bélgica y les influyó mucho en la segunda mitad de la década de 1950. También hay que tener en cuenta que, en ese momento, Bélgica había experimentado huelgas muy grandes. En primer lugar, durante la Segunda Guerra Mundial hubo numerosas huelgas en las fábricas y una resistencia armada contra los ocupantes nazis en la que participó el joven Ernest Mandel (lo que le llevó a ser arrestado 3 veces por las autoridades nazis y escapar dos veces). Hubo la huelga general por la república, por la abdicación del rey, en 1950. Hubo una muy importante huelga de mineros en los años 50 a fin de obtener la nacionalización, y una muy importante huelga de las y los trabajadores siderúrgicos y metalúrgicos, por la decimotercera paga. Hubo la huelga general del invierno de 1960-61, con más de un millón de trabajadores y trabajadoras en huelga, en un país de diez millones de habitantes. Él estaba allí como pez en el agua, sus vínculos con el movimiento obrero eran muy estrechos, una de sus prioridades era estimular una dinámica de autoorganización.

Después de 30 años de militancia en condiciones difíciles, la segunda mitad de la década de 1960 marcada por una profunda radicalización de la juventud y de la clase obrera en los países de Europa, la creación en 1971 de la nueva sección belga de la CI, la LRT, que tuvo una influencia real en las fábricas,  Ernest Mandel pudo ver en cierto modo que estas propuestas encontraban una expresión concreta en la práctica del control obrero en varias fábricas importantes de Bélgica, en particular la siderúrgica Cockerill en Lieja y la fábrica de Glaverbel en Gilly, una fábrica de vidrio en la región de Charleroi.

Mandel y la juventud

He indicado la influencia que tuvo en la clase obrera de Bélgica en los años 50 y 60. Esta influencia se extendió a otros países a medida que activistas obreros, hombres y mujeres, y líderes sindicales escuchaban las propuestas de Ernest Mandel en Francia, Italia, Alemania, Gran Bretaña en este momento y más tarde en el estado español y Portugal. También incidió en la juventud estudiantil radicalizada de Alemania con el movimiento estudiantil anticapitalista e internacionalista, SDS[17], uno de cuyos líderes fue Rudi Dutschke, con quien mantuvo estrechas relaciones, desde 1966-1967, es decir antes de mayo del 68. Se casó en 1966 con una de las líderes de este movimiento estudiantil, Gisela Scholz. Y por supuesto tuvo un impacto en los jóvenes trotskistas franceses, incluidos los hermanos gemelos Alain y Hubert Krivine, Daniel BensaïdPierre RoussetJanette HabelCatherine SamaryJosette Trat y Janine, su hermana gemela, quienes fundaron la Juventudes Comunistas Revolucionarias,  tras su expulsión de la Unión de Estudiantes Comunistas (UEC) de Francia. Y entonces, en Bélgica, tuvo un impacto en la juventud estudiantil radical, parte de la cual ingresó o lideró la JGS, que se fusionó con la Confederación Socialista de Trabajadores para formar la LRT en mayo de 1971.

En 1971, como indiqué anteriormente, cuando había completado su tesis doctoral en la Universidad Libre de Berlín, se convirtió en profesor en la Universidad Libre de Bruselas, en la sección de habla holandesa, por lo tanto, la Vrije Universiteit Brussel.  Yo estaba viviendo en Lieja. Bajo la presión del movimiento estudiantil y de maestros marxistas progresistas, Mandel fue invitado a dar un curso de economía marxista en la Universidad de Lieja, en 72-73-74, cuando yo mismo comencé a estudiar allí, junto con otros estudiantes de mi generación. Cito entre ellos a Luc, uno de los dos hermanos Dardenne que se convirtieron en cineastas de Lieja de reputación internacional, ya que obtuvieron dos veces la Palma de Oro en Cannes, en particular por la película Rosetta. Luc Dardenne y yo seguimos los cursos impartidos por Ernest Mandel en la Universidad de Lieja.

Ernest Mandel en debate con otros intelectuales marxistas frente a grandes audiencias

Es necesario subrayar el eco de las intervenciones de Ernest Mandel en el período 1967-finales de los años 70. Es importante señalar que EM tuvo al mismo tiempo eco con sus escritos. Debatió con grandes autores marxistas como Perry Anderson, como Ernst Bloch, como Herbert MarcuseRoman RosdolskyLucien Goldman, como Jean-Paul Sartre. Discutió con grandes historiadores, economistas o filósofos del Partido Comunista Francés como Charles BettelheimJean EllensteinLouis Althusser en debates públicos. Y, cuando hablaba en ciertas reuniones, cuando se anunciaba su presencia, había, en todo el período entre 1967 y finales de los 70, 1.000, 2.000, 2.500, 3.000 personas escuchándole. Esto fue cierto en Alemania, en 1967-68. Esto volvió a ser cierto en Alemania, de manera muy importante en 1988-89, con debates con líderes comunistas críticos como Gregor Gysi con 3.000 personas, 4.000 personas en Berlín y, si hablamos de la época de mayo del 68, una gran reunión el 9 de mayo, la noche de las barricadas, en París, una reunión organizada por la JCR, con 2.500 personas, un discurso en el 71, para la conmemoración del centenario de la Comuna de París, cerca del cementerio de Père Lachaise, debería haber cerca de 15.000, 20.000 personas; reuniones en Portugal justo después de la Revolución de los Claveles, en 1974-75 con 2.000, 2.500 personas; reuniones en España, a la caída del franquismo, también con 2.000 o 3.000 personas; una gran reunión de la que hablé para la Europa Roja, en noviembre de 1970, en la Universidad Libre de Bruselas, un mitin europeo de la CI, con 3.500 participantes. Mandel fue un orador con un eco de masas en la vanguardia radicalizada y supo hablar tanto a estudiantes como a trabajadores. Hablaba con mucha soltura en alemán, en francés, en holandés, pero tampoco dudaba en hacer discursos en español en España y en América Latina, en portuñol (mezcla de portugués y español) en Portugal, en italiano cuando iba a Italia. Combinó una gran fuerza analítica con una capacidad impresionante para transmitir en las intervenciones públicas un análisis, un mensaje, una energía, y apelar en cada ocasión al anticapitalismo, al internacionalismo, al proyecto emancipador y revolucionario.

La Cuarta Internacional

Ernest Mandel se unió a la CI a la edad dieciséis años, en 1939, justo antes de la guerra. Participó en la resistencia desde el inicio de la ocupación alemana, fue arrestado tres veces por los nazis. Cuando su segundo arresto estaba distribuyendo folletos a los trabajadores del acero, en Lieja, el 29 de marzo de 1944. Fue arrestado por el ejército alemán, llevado a juicio en la prisión de St Léonard en Lieja, condenado a años de trabajos forzados. Tuvo la «suerte» de ser condenado por el ejército alemán como un resistente político y no por la Gestapo. Si hubiera sido condenado por la Gestapo, simplemente habría sido enviado a un campo de exterminio o ejecutado en el acto. Deportado a Alemania a principios de junio de 1944, escapó de uno de los primeros campos en los que fue encarcelado gracias a su capacidad para despertar la simpatía de dos carceleros, ex militantes del partido socialista uno y del PC el otro. Rápidamente fue atrapado y trasladado a diferentes campos. Fue encarcelado sucesivamente en seis campos en la Alemania nazi. Fue liberado en marzo de 1945 por el ejército estadounidense en el campo donde se encontraba. La lista de campos donde estuvo internado se encuentra en los archivos alemanes e incluida en su biografía por Jan Willem Stutje[18].

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Ernest Mandel se convirtió en dirigente de la CI. Participó en la primera conferencia clandestina europea para relanzar la CI, durante la ocupación y antes de su segundo arresto, se reunieron delegados belgas y franceses de la CI en una granja en St Hubert en las Árdenasbelgas en febrero de 1944. Luego participó en el renacimiento de la CI después de la liberación. Allí se convirtió, junto a Michel Pablo, en uno de los líderes más importantes de la CI. Cuando lo liberaron, tenía 23 años. Su papel como líder de la CI en las décadas de 1940 y 1950 hasta principios de la década de 1960 fue muy importante y discreto. Era conocido como economista marxista por la publicación de su Tratado de Economía Marxista, fue fundador del semanario belga francófono La Gauche, fue periodista del diario socialista Le Peuple y luego se convirtió en periodista del diario sindical de la FGTB en Lieja, La Wallonie. Fue a finales de la década de 1960 y tras su exclusión del Partido Socialista Belga a mediados de la década de 1960, en la onda de Mayo del 68, cuando apareció públicamente como líder de la CI y, como tal, dado su papel en el movimiento revolucionario estudiantil y obrero internacional, se le negó el acceso a varios países por parte de diferentes gobiernos, como el gobierno francés que le prohibía el acceso a territorio francés, así como del gobierno de los Estados Unidos, de los gobiernos de Suiza, Alemania y Australia.

En el caso alemán, es especialmente escandaloso ya que había resistido contra el poder nazi, tenía una medalla otorgada por las autoridades alemanas después de la Segunda Guerra Mundial por su participación en la resistencia antinazi, pero se le prohibió entrar en territorio alemán, a pesar de que tenía una tesis doctoral y de que los intelectuales alemanes antinazis, así como, por supuesto, el movimiento estudiantil protestaron contra esta prohibición y exigieron el levantamiento de esta medida. También recuerdo que Ernest Mandel me pidió que hablara en Lieja cuando el canciller socialista alemán Helmut Schmidt fue recibido en la Universidad de Lieja. Quería que yo interviniera para protestar públicamente contra su prohibición de entrar en territorio alemán. Estas prohibiciones no le impidieron cruzar fronteras. Ernest Mandel viajó mucho y, en particular, a pesar de su prohibición en Francia, cruzaba la frontera con mucha regularidad, especialmente recuerdo muy bien,como miles de manifestantes franceses, su llegada a la conmemoración de la Comuna de París, en mayo de 1971, convocada por la Liga Comunista y Lutte Ouvrière. Fácilmente éramos diez o quince mil manifestantes y Ernest Mandel llegó a hablar, desde la parte trasera de una motocicleta, conducida por Hubert Krivine. A veces era detenido por las autoridades francesas, llevado de vuelta a Bélgica y, como cuenta su biógrafo holandés en una ocasión, cuando fue deportado a Bélgica a su llegada al aeropuerto Roissy Charles de Gaulle, un camarada de Bruselas le llevó de vuelta a París el mismo día por una ruta discreta porque había una reunión de la dirección de la CI en París.

Post scriptum:

Después de terminar la redacción de este testimonio recibí el comentario siguiente de parte de Rafael Bernabeprofesor universitario y senador en Puerto Rico: “Cuando hablas de figuras o polémicas con las que Mandel tuvo que ver también se podría incluir la polémica con Martín Nicolaus (traductor al inglés del Grundrisse) sobre el imperialismo americano (publicada en español por Anagrama y también en colección de ERA Ensayos sobre el neocapitalismo); la polémica con Baran y Sweezy sobre El capital monopolista (recogida también en Ensayos sobre el neocapitalismo); la polémica con Nicolás Krassó sobre el marxismo de Trotsky, originalmente en New Left Review y luego en español en Cuadernos Pasado y Presente, que fue muy leida; sus reseñas de Solzhenitsin y luego de La alternativa de Rudolf Bahro, también publicadas originalmente en New Left Review. Y claro, las respuestas a los eurocomunistas (Berlinguer, Carrillo, Marchais, Claudin) son brillantes.

3. Yo destacaría que entre El tratado y Capitalismo tardío Mandel insistió en su tesis (contra gente del mainstream y de izquierda) que ni los monopolios, ni las medidas keynesianas o de bienestar, ni la planificación «indicativa», ni la supuesta «economía mixta», ni las instituciones de Bretton Woods, etc. habían permitido ni permitirían al capitalismo superar sus contradicciones fundamentales y que, por tanto, el boom de posguerra llegaría a su fin, como todos los booms anteriores. Con lo cual vendría un ataque renovado a las conquistas de la clase obrera. Un análisis que se comprobó correcto a partir de la crisis generalizada de 1974-75, o poco antes.

4. Pienso que un rasgo distintivo de Mandel fue que evitó dos extremos 1. Los que veían en el boom capitalista de posguerra como una refutación del marxismo y 2. Los que con tal de defender el marxismo negaban la realidad del boom. Contra uno y otro Mandel defendió y desarrolló un marxismo dinámico (ortodoxo, pero no dogmático, diría él) que era capaz de explicar los nuevos desarrollos del capitalismo a partir de sus categorías fundamentales. No había ni que negar la realidad del boom o el capitalismo en su nueva etapa ni que abandonar el análisis marxista. Al contrario, el marxismo podía explicar el primero, tanto su surgimiento como sus límites.

Por supuesto, creo que Mandel confiaba en una respuesta más amplia y enérgica de la clase obrera a la ofensiva patronal… Lo cual después de 1980 o antes no se materializó como era su expectativa… y seguimos en esa lucha

Ahí mis comentarios, en lo que puedan ayudar.

Creo que habría que hacer en algún momento unas obras completas de Mandel, es un legado militante-intelectual impresionante.

Último punto, también me parece admirable su constante disposición hasta el final a dedicar tiempo a redactar textos de iniciación al marxismo, siempre pensando no en los grandes intelectuales sino en los militantes que están comenzando (desde Introducción al marxismo, que círculo mucho en América Latina hasta El lugar del marxismo en la historia, que fue el último y es muy bueno.)”


Notas:

[1]    El Buró de la IV entre 1988 y 1991 estuvo integrado por Ernest Mandel, Livio Maitan, Claude Jacquin, Gilbert Achcar, Janette Habel y Daniel Bensaïd y yo. Penny Duggan estaba presente a todas las reuniones. Después del 13º Congreso Mundial a principios de 1991, formé parte también del nuevo Buró que fue elegido por el Secretariado Unificado. Según las memorias de Livio Maitan, este Buró estaba compuesto por Gilbert Achcar, Janette Habel, Phil Hearse, Claude Jacquin, Livio Maitan, Ernest Mandel, Braulio Moro y yo mismo (ver Livio Maitan, Pour une histoire de la Quatrième Internationale, La Brèche-IIRE, Paris, 2021. 475p.).

[2]    En la reunificación también participaron activistas de América Latina, como el líder indígena y campesino Hugo Blanco (1934-2023) en Perú, quien en el momento del Congreso acababa de ser encarcelado en su país. También hubo activistas muy activos en Bolivia. Sobre el Congreso de Reunificación de la IV Internacional, vert Livio Maitan,   Pour une histoire de la Quatrième Internationale, La Brèche-IIRE, Paris, 2021. 547 pages ISBN 9782955816851  p. 146 à 159. Lire également la revue Quatrième Internationale, Le Congrès de réunification de la Quatrième Internationale, Numéro spécial 3e trimestre 1963, Paris, 72 pages.

[3]    Leer la revista Quatrième Internationale, n°47, janvier 1971, Paris, p. 14 à 20.

[4]    Ver el vídeo de Usul, Ostpolitik realizado para Blast : « ALAIN KRIVINE : LE TROTSKISME PERMANENT »  https://www.youtube.com/watch?v=8Zent93oWko  et lire  dans dictionnaire Maitron https://maitron.fr/spip.php?article136624   

[5]    Está disponible en español en https://www.nodo50.org/ciencia_popular/articulos/Mandel2.html

[6]    En el congreso de la JGS de 1970 había apoyado con otras personas una proposición consistente en llamar a la nueva organización Liga Socialista Revolucionaria, en vez de Liga Revolucionaria de los Trabajadores. Sigo convencido de que esto hubiera sido mejor.

[7]    Pierre Le Grève fue objeto de una tentativa de asesinato mediante paquete bomba en el marco de su actividad en favor de la Argelia independiente por la organización La Mano Roja en 1960 directamente ligada a los servicios secretos franceses. Los trotskistas belgas han sido muy activos en el apoyo a la lucha por la independencia de Algeria al final de los 1950 hasta la victoria de la revolución en 1962.

[8]    Rudi Dutschke tuvo numerosos debates públicos con Ernest Mandel ante grandes asambleas en Alemania. Pasó dos semanas en casa de Ernest Mandel y Gisela Sholtz en septiembre de 1968 tras haber sido víctima de un atentado. Ver Jan Willem Stutje, Ernest Mandel Un révolutionnaire dans le siècle, Editions Syllepse, Paris, 2022, 454 pages. P. 278 à 286.

[9]    De estos hechos se informa en la biografía de Mandel de Jan Willem Stutie, Ernest Mandel. Un révolutionnaire dans le siècle, Paris, Syllepse, 2022, p. 319.

[10]   Jan Willem Stutje, Ernest Mandel. Un révolutionnaire dans le siècle…

[11]   Gisela Scholtz à Ray, 13 mars 1969, Archives Ernest Mandel, dossier 652 cité par Jan Willem Stutje, Ernest Mandel. Un révolutionnaire dans le siècle p. 322.

[12]   Ver su retrato en La Gauche del 11 de febrero de 1972, p.2

[13]   Ver el acta de las tres primeras conferencias (500 personas en Lieja, 1500 en Bruselas, 1000 en Lovaina) en La Gauche del 11 de febrero de 1972, p.5 y la entrevista exclusiva de Jerry Lawless (parte 1) p. 4 y 5 y la parte 2 en La Gauche del 18 de febrero de 1972, p. 4 y 5. Hay que señalar que la prensa cotidiana tanto de derechas como de izquierdas había dado un amplio eco a esas conferencias.

[14]   Jan Willem Stutje, Ernest Mandel. Un révolutionnaire dans le siècle,  p. 235

[15]   A propósito de las reformas de estructuras neocapitalistas versus anticapitalistas, leer Ernest Mandel, La stratégie des réformes de structure, 1965 http://pinguet.free.fr/mandel1965.pdf   

[16]         http://www.ernestmandel.org/new/ecrits/article/controle-ouvrier-et-strategie  et   http://www.ernestmandel.org/new/ecrits/article/autogestion-occupations-d-usines   http://biblioteca.andalucia.ccoo.es:8080/intranet-tmpl/prog/local_repository/documents/15363_8353.pdf

Ver el libro de Ernest Mandel: Control obrero, consejos obreros, autogestión (antología), Ediciones ERA, Mexico, Páginas: 450 p. En este libro, Mandel recopila textos teóricos de Marx, Lenin, Kaustky, Trotsky, Gramsci, Pannekoek, Luxemburgo, Kuron y documentos de experiencias de soviets en Argelia, Alemania, Bolivia, Hungría, Indonesia, Checoslovaquia y Francia en 1968 y otros países, donde restituye a los consejos obreros su función originaria. Reúne un corpus teórico que supera la crítica de la burocratización y sirve de fundamentación del gobierno obrero.
– Análisis de las variedades de participación obrera conocidas como cogestión, autogestión, consejos obreros, derivadas de la experiencia de los soviets rusos de 1917 y del pensamiento de Marx. Tags:autogestion en argelia , autogestion en yugoslavia , autogestion y estado , bolchevismo y control obrero , cogestion, autogestion obrera , comites de huelga , Comuna de Paris , consejos de fabrica en italia , consejos obreros , control obrero en bolivia , gobierno obrero y soviets , mayo de 1968 en francia , méxico , sindicalismo y soviets , soviets , soviets de petesburgo , soviets en china , soviets y comites de fabrica , soviets y postguerra , soviets y revolucion rusa. Temas:consejos obreros y la revolucion hungara, control obrero de la produccion, dictadura del proletariado y soviets, programa de transicion y soviets

[17]   Sozialistischer Deutscher Studentenbund (Unión Socialista Alemana de Estudiantes).

[18]   Jan Willem Stutje, Ernest Mandel… nota 142, p. 79.

En la segunda parte hablaré de la relación de Mandel con la revolución cubana y Che Guevara.

Eric Toussaint es doctor en Ciencias políticas de la Universidad de Lieja y de la Universidad de París VIII, es el portavoz del CADTM internacional y es miembro del Consejo Científico de ATTAC Francia.

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Salsa: sentimiento de resistencia latina*

Publicado el 4 de junio de 2025 en la web de Lanzas y letras. Escrito por Tomás Bernier Parodys.

La música puede captar tanto contenido político, social y cultural en sus ritmos como un libro lo haría en sus páginas. Para disfrutar la melodía de una canción se requiere únicamente de oídos dispuestos y espíritus curiosos. A continuación, un recorrido histórico del génesis de la salsa como género exponente de las ácidas letras de la crítica social. Una nota a cargo de Tomás Bernier.

Para ‘Peyo’ Flórez.

Mientras atravesaba Barranquilla en un taxi, junto con el conductor escuchábamos en la radio el anuncio de que Donald Trump y los Estados Unidos planeaban tomarse el Canal de Panamá y el Golfo de México a toda costa y sin importar las consecuencias, ufanándose de que ellos no necesitaban a Latinoamérica y que, por el contrario, somos nosotros quienes les necesitamos. Esto, por supuesto, le mereció tal indignación al conductor, que prefirió sintonizar una emisora local, en la que saltaron los mejores sonidos caribeños. En ese momento sonaba “Agúzate”, la mítica composición de salsa brava interpretada por Ricardo Ray y Bobby Cruz. Después de escucharla atentamente, el conductor me miró de manera cómplice y sentenció: “Vea, eso es algo que nunca nos van a quitar a los latinos”. El viaje continuó escuchando atentamente los grandes éxitos de nuestros agitados ritmos, y al llegar a mi destino no pude evitar pensar sobre todo lo que había sucedido: era claro, una gran parte de la identidad latinoamericana está atravesada por la música, y la salsa es un género que ha sabido transformarse y mantenerse a lo largo del tiempo en nuestras emisoras, fiestas y reuniones, en la cotidianidad de nuestras calles y en los oídos de cada latino del mundo. Además, desde su origen en los barrios marginales de Nueva York y su posterior expansión por todo el mundo, la salsa ha tenido una carga política innegable que muchos han ignorado. Sobre esto me permitiré citar íntegramente las palabras del gran Cheo Feliciano, que en una entrevista expresó:

Esto que llamamos salsa es justamente la expresión del pueblo. Su base viene de los sectores económicamente limitados en donde el hombre debe buscar todos los recursos para sobrevivir y consecuentemente sabe lo mucho que vale la vida. Por eso, pues, la llora, suda, ríe, la sufre y la goza.

Ahora nuestra región es perseguida, nuestrxs hermanxs migrantes que han tenido que salir de nuestros países son deshumanizados bajo la personificación del capitalismo más salvaje en sus vertientes neofascistas. Ante esto respondemos, le decimos a ese “Tiburón” que busca en la arena, en la orilla, que nunca se llena, que respete nuestras banderas, “pa que vea que en el Caribe no se duerme el camarón y que si lo vemos, se viene palo a ese tiburón, pues en la unión está la fuerza y nuestra salvación”[1]. Queremos responder con la expresión del pueblo que ha retratado el sufrimiento de sus raíces africanas, campesinas y caribeñas, los cambios que ha atravesado el mundo y nuestras vidas. Con esta reflexión queremos, precisamente, exaltar el valor político de un género que nos ha acompañado y que aún representa –como muchos otros– el sentir político y de resistencia de esta región, repasando algunas canciones y álbumes que buscan abordar estas dimensiones. Tal como lo expresó Ray Barretto y después inmortalizó Andrés Caicedo: “Que viva la música criolla / que viva con voz de negra / que no se pare la rumba / que viva la música cubana / que viva la música africana / música latina y música caliente”[2].

La mezcla afrocaribeña y la diáspora

Para empezar, es necesario mencionar el origen del género, pues desde allí rastreamos la importancia de la convergencia de estos sonidos para nuestra cultura. Para resumir un poco esta amplia historia, hemos de enfatizar que la salsa tiene sus raíces rítmicas y musicales en los sonidos afrocubanos como el son, el danzón, el mambo y luego se nutrió de géneros como el jazz –también de origen africano– (Ramos, 2023), llevando a que revolucionarios músicos de la época experimentaran con estos sonidos, introduciendo así nuevos elementos artísticos que derivaron en lo que sería bautizado como “salsa” años después. Esto surge en la década de los cincuenta, época que daría inicio a importantes cambios culturales que se concretarían en las dos décadas siguientes, y su nacimiento se daría en los barrios latinos de Nueva York, principalmente el Spanish Harlem y el South Bronx. Por estos años, las antes célebres Big Bands –tanto del Jazz como las latinas– iban en decadencia y surgía la necesidad de hacer algo nuevo, de revolucionar con todas las posibilidades que había.

El escritor cubano Leonardo Padura comenta en su libro Los rostros de la salsa (2023), que por entonces el mundo empezó a pensar distinto política, económica y musicalmente, por lo que los ídolos de cabello engominado y de traje galán que tocaban en clubes nocturnos sobre ser un latín lover, serían reemplazados por nuevos ídolos: los de las colonias latinas en Nueva York que intentaban retratar con rebeldía lo que sucedía en las calles de la Gran Manzana. Era una nueva concepción de “la relación del hombre con su medio: el barrio urbano caribeño, ese lugar entrañable pero no siempre (más bien casi nunca) apacible y romántico (sino todo lo contrario)” (p.22), el contexto preciso que permitiría el nacimiento de un músico de la envergadura de Willie Colón: El Malo. De acuerdo con Padura (2023), la música de Colón y de otros de su generación en ese entonces era musicalmente imperfecta, desorganizada si se quiere, no buscaba hacer un espectáculo. Apuntaban, sin embargo, a “cantar al barrio desde el barrio, hablar del robo, la droga, la prostitución, la nostalgia, la pérdida de valores culturales y, en fin, de la vida de todos los días en las ciudades latinoamericanas y caribeñas” (p.23). Sobre esto, Colón mismo en entrevista con Leonardo Padura (2023) mencionó sus orígenes como un portorriqueño de tercera generación en Nueva York, y habla de cómo su vínculo más fuerte con Puerto Rico era su abuela, quien llegó de la isla en 1923. Comenta la importancia de esto para entender su música, pues todo el género estaba influenciado por estas dinámicas migratorias y sociales que se vivían: “esa es la misma historia de la salsa: una suma armónica de toda la cultura musical latina reunida en Nueva York, expresada a través de un tipo de música definitivamente mestiza”.

Esta gran gestación salsera, llegó a un punto de inflexión en 1968 con la asociación entre el neoyorquino Jerry Masucci y el dominicano Johnny Pacheco, quienes dieron nacimiento a la Fania All Stars, en la que convergieron las ya legendarias voces de Celia Cruz, Ismael Rivera y Cheo Feliciano junto con las nuevas voces insertadas en las colonias latinas de Nueva York: las de Willie Colón y Héctor Lavoe, además de integrar a novatos que luego serían clásicos como Rubén Blades. La Fania produjo unos de los mejores discos de la historia de la salsa y brindaron grandes momentos para los melómanos y fanáticos de este género, a decir,  el concierto en Zaire, cuando hicieron bailar a miles de africanos.

Ahora, un pequeño repaso de algunos temas y álbumes de salsa que fusionaron sus ritmos con importantes reflexiones sobre la política y la sociedad:

Willie Colón y Héctor Lavoe: voces de las calles

Como se mencionó anteriormente, el grandísimo dúo de Willie Colón y Héctor Lavoe produjo álbumes de altísima calidad, esenciales para la salsa. Entre los sesenta y los setenta colaboraron en The Hustler (1968), Cosa Nuestra (1968), Guisando: doing a job (1969), La gran fuga (1971), Crime pays (1972), El Juicio (1972), dos álbumes navideños, Lo mato (1973), The Good, the bad and the ugly (1975) y Vigilante (1982). Cada uno mejor que el anterior. La dupla Colón-Lavoe logró ilustrar las vivencias del latino en Nueva York, además de plasmar las dinámicas de una ciudad en la que el crimen paga y el más vivo es el que sobrevive. Así, inmortalizaron a un personaje como Juanito Alimaña[3], un tipo que roba y delinque a sus anchas con total impunidad en la “selva de cemento y de fieras salvajes”. En general, gran parte de la obra de Colón-Lavoe está imbuida en un aura del bajo mundo, del delito, de los ghettos de Nueva York.

Además de estas crudas representaciones de la realidad vivida en Harlem o el Bronx, Colón y Lavoe supieron regresar a sus raíces portorriqueñas, recitando temas que hablaban de distintos aspectos de las creencias y de la vida en el Caribe. Ejemplo de ello es la canción “Aguanilé” (1972), que usa sonidos africanos y que tiene sus orígenes en cantos yoruba en Cuba. Otro ejemplo es una canción de la fase solista de Héctor Lavoe, “Rompe saragüey” (1975), que expresa gran parte de las creencias en la isla sobre la santería: “con los santos no se juega / date un baño / tienes que hacerte una limpieza con Rompe saragüey”, la limpieza de las energías, una práctica común en varias partes del Caribe. Otras composiciones que van por esta misma línea son “Zafra” (Ray Barretto) o “Mosaico Santero” (Fruko y sus Tesos, en las voces de Joe Arroyo y Wilson Saoko).

Willie Colón y Rubén Blades: la salsa consciencia

Después de la dupla Lavoe-Colón, llegó una que se ganó también el estatus de legendaria y que hasta el día de hoy da de qué hablar: la compuesta por Willie Colón y el panameño Rubén Blades. Hablaré esencialmente de dos álbumes: Metiendo mano (1977) y Siembra (1978). Mientras que Colón era ya un músico respetado y reconocido, Blades se iba abriendo camino en la industria con letras profundas y revolucionarias, creándose una imagen de poeta e intelectual –con un título de abogado encima, para completar–. Ellos lograron producir dos piezas que “consolidaban la existencia de una nueva tendencia: la salsa consciente” (Padura, 2023, p.23). Le cedo la palabra al mismísimo Rubén Blades para que explique la trascendencia que tuvo Siembra:

Siembra marcó un antes y un después en la salsa, al determinar que era posible el trascender los límites hasta ese momento imperantes en la música popular, específicamente en la salsa misma. Fue el primer álbum que se atrevió a ofrecer canciones de más de seis minutos, por ejemplo. “Pedro Navaja” presenta por primera vez en la salsa una mujer, víctima tradicional del machismo, que es atacada pero se defiende con éxito y termina teniendo la última palabra contra su agresor: “no estás en nada”. Contiene la primera alusión a toda Latinoamérica, como lo demuestra el llamado de cada país diciendo “presente”, al final de la canción “Plástico”. Social, política y económicamente el disco Siembra no tiene precedente. Desde esa perspectiva, sí fue “revolucionaria” su aparición (en Padura, 2023, p.37).

Efectivamente, el contenido de las composiciones de Rubén Blades supera a sus precedentes en la salsa. Para hablar certeramente, en el primer track “Plástico” se critica cómo el capitalismo genera gente plástica, racista, arribista y aparentadora. Blades anima al latino a estudiar, a trabajar y a ser gente primero: “Oye latino, oye hermano, oye amigo / Nunca vendas tu destino por el oro ni la comodidad / Nunca descanses pues nos falta andar bastante / vamos todos adelante para juntos terminar con la ignorancia que nos trae sugestionados / con modelos importados que no son la solución”. De acuerdo con lo que señala Padura (2023), este álbum esencialmente es la inauguración de la salsa consciencia, pues está atravesado por proclamas propias del momento político que se vivía, una en la que los países latinoamericanos buscaban liberarse de modelos políticos y económicos impuestos por las potencias, reconociendo esa falta de consciencia que por muchos años había dominado y negándose a que ello continuara así. Rubén Blades se abanderó de estas causas, llamando a la gran unión latinoamericana y denunciando la persecución de ese Tiburón del norte de América. Se inmortalizó además el tema “Pablo Pueblo”, en el que se le hablaba directamente al obrero explotado del ciudadano cansado de la política corrupta, aliada de la burguesía: “que prometían futuros / en lides politiqueras / Pablo Pueblo / hijo del grito y de la calle / de la miseria y del hambre / del callejón y la pena”. El disco fue muy bien recibido por la crítica y el público, siendo hasta hoy día uno de los álbumes más populares de salsa en la historia.

Plantación adentro y Rebelión

Ya que estamos con Rubén Blades, vale la pena mencionar su canción “Plantación adentro” (1977) y la del Joe Arroyo, “Rebelión” (1986). Ambas canciones muestran en sus letras los sufrimientos de los pueblos originarios y de los esclavos traídos del África en la época colonial en América. Por una parte, la canción de Blades –una composición del gran Tite Curet Alonso– evidencia los maltratos a los que se sometían los indígenas que trabajaban en las colonias españolas, utilizando el personaje de Camilo Manrique ante la indiferencia de sus jefes: “Camilo Manrique falleció / por los golpes que daba el mayoral / y fue sepultado sin llorar ¡ja! / una cruz de palo y nada más”. Esta canción “se convierte en el fiel retrato de los genocidios cometidos por el colonialismo español” (Coy, 2017, p.48).

Por otra parte, años después el cantante cartagenero, Joe Arroyo y La verdad lanzaron la mítica canción “Rebelión”, un tema que, nos atrevemos a decir, todos los colombianos hemos escuchado alguna vez, y que inicia así: “En los años 1.600 / cuando el tirano mandó / las calles de Cartagena / aquella historia vivió”. En el tema se narra la llegada de los esclavos a Colombia, la opresión que sufrían por los españoles y la rebelión de un esclavo para proteger a su esposa de la tortura de los esclavistas: “se rebeló el negro guapo / tomó venganza por su amor / y aún se escucha en la verja: ¡No le pegue a la negra!”. Como es evidente, las historias de Camilo Manrique y este negro guapo se enmarcan en un mismo contexto: el de la vida de los esclavos y los sufrimientos que padecían.

Frankie Dante y la Orquesta Flamboyán

No quisiéramos avanzar sin citar a Frankie Dante y la Orquesta Flamboyán, principalmente dos temas: “Presidente Dante” (1972) y “Ciencia Política” (1976). El primero, en colaboración con Larry Harlow dice: “si yo fuera presidente, no hubiera fuerzas armadas, las guerras se acabarían, los muchachos regresaban a casa donde pertenecen… Frankie Dante pa’ presidente” –compuesto en aquellos años de la invasión a Vietnam–. Años después lanzan “Ciencia Política”, una canción fuerte, propia del estilo bravo de Dante y su orquesta: “Queremos cambiar el sistema / removiendo a to’ los payasos / si los políticos no cambian / la destrucción vendrá muy pronto”, haciendo además un llamado a la unidad de los pueblos del Tercer Mundo para vencer. Aquí, la intención es un llamado a la conciencia, “a que el pueblo latinoamericano despierte y haga reclamo de lo que le pertenece, es una canción con un discurso panfletario, en la manera en que genera polémica en cuanto a ideologías” (Coy, 2017, p.33). El presidente Dante fue un hombre comprometido con su tiempo e incluso se opuso al monopolio de la salsa que tenía Masucci y la Fania, siendo un rebelde, siendo candela de origen callejero, siendo incómodo para mucha gente del negocio y llevado, en consecuencia, a cierta marginación en el medio. Precisamente, Marcelo Palacio (2004) indica que llegó un momento en el que Dante pareció haberse cansado de luchar una batalla tan compleja de manera solitaria, aunque entregó su talento y su voz rebelde a una buena causa.

Rubén Blades: el poeta recargado

Desde los ochenta, Rubén Blades continuó publicando más álbumes con temática política –aún cuando la salsa tomaba otros rumbos cada vez más despolitizados–. Uno de ellos fue Buscando América (1984), con  éxitos como “Desapariciones”, una canción que narra la desaparición forzada como dispositivo de tortura y de terror a la población en contextos represivos. Allí se cuenta la historia de la desaparición de Ernesto X, de Altagracia, Agustín y Clara, que en realidad personifican a todas y todos los desaparecidos en América –en donde  aún se sufría la violencia de las dictaduras y de regímenes autoritarios–. Luego está “El padre Antonio y su monaguillo Andrés”, una canción basada en el asesinato del arzobispo salvadoreño Oscar Arnulfo Romero en 1980 en El Salvador, un religioso consciente de la difícil situación política que atravesaba su país y que no dudó en denunciar la violencia militar. Precisamente eso hizo en la “homilía del fuego”, en la cual el arzobispo exhortaba al ejército a parar la violencia en contra de los campesinos (Santamarina, 2022). Un día después fue asesinado en el altar de la catedral. Nadie fue detenido ni condenado por su asesinato, pero su legado humanista fue inmortalizado por Blades en esa canción: “El padre condena la violencia / sabe por experiencia que no es la solución / les habla de amor y de justicia / de Dios va la noticia vibrando en su sermón / al padre lo halló la guerra un domingo de misa dando la comunión en mangas de camisa / en medio de un padre nuestro el matador / y sin confesar su culpa le disparó”. El álbum finaliza con una canción que lleva el mismo nombre. En ella, Blades se lamenta por la opresión constante que ha sufrido América a lo largo del tiempo, denunciando que al continente lo “han desaparecido los que temen a la verdad y que mientras no haya justicia / jamás tendremos paz / viviendo dictaduras, te busco y no te encuentro / tu torturado cuerpo, no saben dónde está”. Este álbum es esencialmente un documento histórico, pues fue concebido cuando en Chile, Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay aún existían dictaduras militares, y mientras había una guerra civil en El Salvador, y la Revolución Sandinista estaba siendo acosada por los Estados Unidos, que cada vez se fortalecía gracias a su avanzada neoliberal en el mundo.

Más de veinte años después, Blades publicó otro álbum llamado Cantares del subdesarrollo (2009), igual de certero que Buscando América y con apuntes sobre la vida en América Latina que recuerda mucho a Siembra: “yo soy de esa esquina chiquita / bonita bendita de los que nunca se fueron / soy de allí de los que sobrevivieron / de los que enfrentando la adversidad / cogieron herida y golpe en cantidad y no se rindieron”. La esencia y exaltación de Latinoamérica seguía allí presente, ahora en otros tiempos, con más globalización y con el neoliberalismo en pleno, algo que retrata en la canción “País portátil” –que por ratos suena como una trova de la revolución cubana–, en la que parece que el plástico se tomó a los Estados latinoamericanos al estos venderse finalmente al mercado y al capital, pero Blades vuelve a lo que siempre ha dicho en su larga trayectoria: “Defiende al país / esa es tu raíz / nuestra colectiva memoria / se lo digo a toda la gente”. Si bien todo el álbum es genial, la décima canción podría ser la más memorable. En el “Himno de los Olvidados”, hay un diálogo entre Camilo y quien pareciera ser su padre, pues este le increpa por despertarlo con canciones comunistas a las tres de la fucking mañana. Canciones cantadas con sus amigos y que dicen: “Es la protesta de los desesperados / las ilusiones nuestras se han perdido / con la maldad de los que han gobernado / con su violencia nos han sometido / con la violencia serán liberados”.

Expresión popular para siempre

Como hemos visto en este recorrido histórico por distintas piezas musicales –a falta de muchas otras por comentar– es evidente que la salsa condensa y narra las experiencias sociales, políticas y económicas de distintas comunidades que a lo largo del tiempo han sido marginadas por los poderosos, nutriéndose de otras corrientes contraculturales que se vivían en el mundo –como el rock, el jazz, el movimiento de los derechos civiles en Estados Unidos–. La salsa, como cualquier otra manifestación artística, refleja las condiciones políticas y las realidades de los pueblos que las viven. Aunque el contenido de sus letras –como en otros géneros– cambió mucho y se dejó de pensar en la importancia de hablar del negro, del campesino, del pobre, de la mujer y de la vida marginal, la salsa brava aún vive en nuevas generaciones que nos encantamos descubriéndola, oyéndola y reproduciéndola en todo momento y en cualquier lugar.

¡Que viva la música criolla y popular!


Referencias

Coy, L. (2017). Narrativas cantadas en salsa como un discurso de liberación de la sociedad latinoamericana. [tesis de pregrado, corporación universitaria Minuto de Dios].

Padura, L. (2023). Los rostros de la salsa. Planeta.

Palacio, M. (2004). Frankie Dante: un rebelde con mucha causa. El sonero del barrio:https://elsonerodebarrio.com/frankie-dante-un-rebelde-con-mucha-causa

Notas

*Hemos organizado una lista de reproducción con todas las canciones referenciadas a lo largo del texto y otras que consideramos que van acorde con el contenido de este: https://youtube.com/playlist?list=PLPfthGr9_KaaNnbSLJ9mxdxQX_Wc9se3y&si=yiJ_gx315aZnqLKh

[1] Willie Colón y Rubén Blades en Tiburón (1981).

[2] Ray Barreto en Que viva la música (1972).

[3] A Juanito Alimaña se le fueron sumando personajes del mismo estilo como Joe Conexión, Roberto Revólver, Juan Cuchillo o Pedro Navaja.

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Jack London, entre el abismo y la cima

Publicado el 15 de agosto de 2016 en El Viejo Topo por Pepe Gutiérrez-Álvarez.

Cuando ahora me piden libros de Jack London, me comentaba un amigo librero, no suelen ser para los niños, sino para gente inquieta, lectores habituales de “platos fuertes”. Efectivamente, la obra de London está siendo recuperada, y no sólo de las manos de los niños, sus más habituales consumidores, sino de la rutinaria y reduccionista clasificación de autor de “novelas de aventuras” en que estaba encasillado.

El éxito que rodeó su existencia como novelista, y que le hizo varias veces rico, no significó que fuera realmente comprendido, y ni siquiera el aprecio de gente tan importante como Anatole France, Trotsky o George Orwell, fue suficiente para romper con su clasificación unilateral, es decir para que se hiciera una lectura a fondo por parte de los historiadores y críticos de turno. Los motivos de que a London se le conociera tan superficialmente, son difíciles de explicar: la complejidad de su experiencia vital, su adhesión a una “causa perdida” como la del socialismo americano, la clasificación mencionada, etc., han tenido que ver con ello. Pero lo importante es que hoy la imagen de London se enfoca ya de otra manera, y se le ve como una compleja combinación de individualista, socialista y poeta visionario.

La obra de London hay que insertarla en la América de los pioneros y colonizadores; en la América individualista que busca su identidad en Dios, en Nietzsche o en la filosofía oriental; en la América colectivista del mundo obrero: la del “sueño de Debs” de acabar con la injusticia; en la América de la oligarquía despiadada que más tarde mostraría su “talón de hierro” en Vietnam y otros lugares.

En el “viejo Socialist Labour Party”

Los elementos que hicieron de London un convencido socialista son variados. Entre ellos podemos mencionar su propia experiencia proletaria, el estado de depauperización que sufre la clase obrera en aquella época, el fuerte idealismo de los militantes revolucionarios, el declive del humanismo democrático americano arrollado por el espíritu de la competencia burguesa, la actitud mercantil de los editores y la despiadada de la “inteligentzia” liberal que le ignora en sus inicios y le adula cuando es alguien, etc. Todo ello le empujó hacia el socialismo más radical, hacia la militancia política, que se confunde con su carrera literaria, para separarse de nuevo en vísperas de su suicidio. Por aquella época Norteamérica se encontraba en una verdadera encrucijada. Moría el capitalismo concurrencial y se iniciaba la era del capital monopolista. La democracia americana no era más que un sueño. Se podía hablar con libertad, pero ¡ay de quién, como London, quisiera practicarla! Los grandes centros industriales levantados con el sudor de miles de trabajadores, quedaban irremisiblemente en mano de una minoría, que inmediatamente se hacía proteger por la policía y por sus guardas personales contra los “agitadores”. Cuando el Manifiesto Comunista llegó a manos de London, fue como una “iluminación”: aquella era la expresión teórica y literaria de una evidencia que se presentaba desnuda ante sus ojos.

Esta es la única foto que se conserva de London en su época de buscador de oro. Fue hecha en Dawson en 1897 o 1898.

Cuando London ingresa en el partido socialista, se sienta al lado de su ala más revolucionaria, la de Debs y la de León, los más gigantescos y auténticos líderes de un socialismo que pronto perdió la dentadura, y rechaza el ala ultra reformista de la AFL (Federación Americana del Trabajo). Se convierte en un agitador en el medio universitario de Berkeley, en un tribuno de masas en las campañas electorales y en apoyo de las huelgas obreras, en un propagandista que publica numerosos folletos –ninguno de los cuales ha llegado hasta nosotros– en favor de la causa, de “la guerra de clases”, como se titula uno de ellos. Participa como corresponsal en la guerra ruso-japonesa, más tarde lo hace en la primera revolución mexicana del siglo, sus simpatías hacia los “bravos camaradas mexicanos” es manifiesta: “Os daréis cuenta –escribe– que no podemos ser honorables en un tiempo de propiedad. Todas las injurias que os lanzan, nosotros ya las hemos recibido. En cuanto el robo y la avidez son combatidos, los hombres honrados, los valientes, los patriotas y los mártires no pueden esperar otra cosa que ser calificados como ladrones de gallinas y fuera de la ley”.

Su socialismo es, pues, vivo y auténtico por más que esté impregnado de aspectos muy discutibles. Es socialista, dice, porque es artista y no puede haber un artista que no sienta en su carne la lucha de los oprimidos. Es socialista, cree, porque es un individualista y el capitalismo es la negación de la individualidad de millones de seres que bastante tienen con sobrevivir, y porque sólo el socialismo acabará con el dilema individuo-colectividad. Lo es porque considera que el socialismo es inevitable, ya que el cisma entre la riqueza y la pobreza, cada vez más agudizado, hace necesaria e ineludible la revolución. Su socialismo comprende, pues, una buena dosis de estética, de anarquismo y de fatalismo determinista, y sobre todo comprende una contradicción entre su fe revolucionaria y su desconfianza en las “masas embrutecidas y encanallecidas por la propiedad privada”, unas masas como las que vio en los arrabales de Londres y que describe en Gente del Abismo. Desconfianza que se afirma también en la fuerza que ve en el reformismo de la aristocracia obrera, en esa casta que veía encarnada en la principal central sindical americana, la AFL, a la que en El talón de hierro presentaría como un mortal obstáculo a la revolución.

La evolución del “viejo Socialist Labour Party” –como él le llamaba– hacia el reformismo la sufre en su propia carne. Aquel viejo socialismo luchador e independiente de la burguesía que hizo suyo, estaba perdiendo su integridad y se aprestaba a apoyar incondicionalmente al nuevo imperialismo que en 1916 se disponía a conquistar con sus cañones un lugar hegemónico en el concierto de las grandes potencias. Si el partido había abandonado el socialismo por la colaboración de clases, London abandonó el partido.

Marx, Nietzsche, Spencer, Darwin.

Hay una dualidad en la vida y en la obra de London: mientras su alma colectivista estuvo con Marx y el socialismo, su alma individualista siguió por otros cauces, cauces abiertos por Nietzsche, Spencer y Darwin. Esta segunda alma, acallada en el plano político, fue la predominante en su obra: la “experiencia de la vida” que se trasluce en los personajes de sus novelas está mucho más cerca de su problemática personal que de la problemática social de las luchas obreras, reflejadas en su obra en menor grado.

Entre las aficiones de London, se hallaba la de la fotografía. Esta fotografía fue tomada por él mientras preparaba Gentes del Abismo. Los vagabundos londinenses reciben bonos para sopa del ejército de salvación.

Hoy, esta dualidad londoniana puede parecer extraña, pero no lo era tanto en un tiempo en el que la socialdemocracia, predominante en el movimiento obrero, estaba impregnada de un determinismo evolucionista vulgar, y en la que el anarquismo se sentía atraído por el superhombre que soñara Nietzsche. En London, estas tendencias filosóficas cobraron un sentido muy particular, difícil de desentrañar sin un estudio exhaustivo de su obra. Lo cierto es que no fue un divulgador de las mismas, ya que sólo las utilizó para rodear a sus personajes prototípicos de determinada aureola vital. En la obra de London, las sombras de Nietzsche, Spencer y Darwin forman una especie de coro similar al que los dioses juegan en la tragedia griega. Su fidelidad al movimiento socialista le lleva una vez y otra a negar rotundamente esta influencia –en particular la de Nietzsche–, e incluso a pronunciarse contra ella: “Muchas veces mis libros son incomprendidos. Hace tiempo, al comienzo de mi carrera como escritor, me pronuncié contra Nietzsche y su superhombre en la novela Los lobos del mar. La novela ha tenido una gran masa de lectores, pero nadie ha comprendido que en ella se critica la idea del superhombre. Más tarde, sin hablar de otras obras menores, he escrito una novela para pronunciarme contra la filosofía del superhombre: Martin Eden. Más tarde ataqué las opiniones de R. Kiplyng en el libro La fuerza de los fuertes, pero nadie se dio cuenta de ello”. La crítica de London al superhombre nietzscheano es la siguiente: “El superhombre no puede lograrse en el mundo moderno. El superhombre es antisocial por sus tendencias, y nuestra época, de sociedad y de sociología compleja, no puede tolerar su indiferencia hostil. De ahí la impopularidad de superhombres de las finanzas como Rockefeller: se trata de una irritación en el cuerpo social”. Los grandes héroes de London, como Martin Eden o Burning Daylight (Radiante Aurora), no tienen sitio en este mundo y han de salir de él por la muerte (como Martin) o por la aventura, por la búsqueda de nuevas soluciones al margen de la jungla. Son “superhombres” con pies de barro, plenos de contradicciones, débiles ante el amor, sensibles ante el destino de las masas y por lo tanto incapaces de hacer como Nietzsche y mandarlas “con el diablo y las estadísticas”.

London (derecha) con un compañero, clochards en Londres en 1902.

No obstante hay que subrayar que el evolucionismo vulgar hizo estragos en el pensamiento de London –¡y en el de tantos otros! Incapaz de comprender la capacidad militante de las masas, de hacerse gigantescas y gloriosas en las luchas –luchas a las que no pudo asistir personalmente ya que no se dieron en su tiempo, al menos en las metrópolis occidentales– y sobre todo en los grandes momentos de la revolución, desconfió de ellas y encontró en las explicaciones biologicistas una razón para fijar su gregarismo y su mediocridad como “innato”, al igual que la encontró para su convicción de la inferioridad de ciertas razas o de las mujeres. Datos estos poco relevantes y vergonzantes de la personalidad de London, que no llegan a manchar su obra, aunque sí llegan a veces a hacerla bajar al nivel del reaccionarismo.

Utopía y antiutopía

Si la energía vital de London le llevó a subir desde el abismo de la mediocridad hacia la cima de la fama, la riqueza y el reconocimiento, para encontrar, como Sísifo, que la piedra descendía otra vez, porque en la cima no había nada, su militancia socialista le llevó a la convicción de que la revolución emancipadora que elevará al mundo del trabajo y a la humanidad entera desde el abismo a la cima, iba a encontrar más dificultades de las previstas, iba a resultar una odisea de proporciones gigantescas, un proceso de lucha de clases de varios siglos. Y adelantándose a este proceso, London quiere dejar constancia de su testimonio. Esta faceta particular de poeta visionario hizo exclamar a Trotsky: “London ha sabido traducir, como un verdadero creador, el impulso dado por la primera revolución rusa, y también ha sabido repensar la totalidad del destino de la sociedad capitalista a la luz de esta revolución (… ) El crecimiento de la riqueza y el poder en uno de los polos de la sociedad, de la miseria y los sufrimientos en el otro polo; la acumulación del odio social, el ascenso irreversible de cataclismos sangrientos: todas estas cuestiones las ha sentido London con una intrepidez que incesantemente nos obliga a preguntarnos con asombro: pero ¿cuándo fueron escritas estas líneas? ¿Fue acaso antes de la guerra?”

El universo utópico de London se desarrolla en cinco obras: Gente del Abismo (1903), El talón de hierro (1908), Martin Eden (1909), Radiante Aurora (1910) y El valle de la luna (1913). Se extiende además en una serie de pequeñas narraciones de carácter apocalíptico, cuyo género él modestamente bautiza como de “seudo-ciencia”, la principal de las cuales es la titulada La peste escarlata.

En Gente del Abismo, London refleja, a la manera de un reportaje sociológico, los suburbios proletarios de Londres, y muestra, por medio de una extrapolación de la realidad francamente surreal, a dónde conduce moral y físicamente el capitalismo a los productores, qué decadencia produce en una infra-humanidad que el escritor ve plena de enfermedades, de monstruos que son mezclas de todas las épocas de la humanidad, a la manera de La máquina del tiempo de H. G. Wells. Martin Eden es la utopía del superhombre: el protagonista lucha por alcanzar un estado de YO superior utópico y muere asqueado de un orden burgués que exige la mediocridad y la hipocresía. Radiante Aurora describe la odisea homérica de la conquista del Norte por un gran héroe, que después de pasar la putrefacta experiencia del mundo de las finanzas, se acoge a la utopía del retorno a la Madre Naturaleza por amor. El valle de la luna es la utopía del reformismo que quiere mejorar las cosas, sin “traumas” ni “sobresaltos”, en un mundo en que el capitalismo no repara en medios para perpetuarse. La crueldad de la Oligarquía es insoportable, el egoísmo del Poder y del Dinero nos depara mil hecatombes, bombas definitivas, enfermedades promovidas por los Estados mayores militares, etc… que harán retroceder al hombre al Nadir. La supervivencia del capitalismo significa el fin de la civilización. Esto es lo que se nos viene a decir El talón de hierro.

En esta obra, a nuestro juicio la más importante (aunque desde un punto de vista literario la más perfecta sea La llamada de la selva), London elabora una aterradora semblanza de lo que va a ser la contradicción central del presente siglo y de los venideros (como dice Upton Sinclair en el prólogo a El grito de la justicia, una antología de textos socialistas de “los últimos cinco mil años”) y nos traslada al futuro de un socialismo que, mil veces derrotado y traicionado, renace entre las masas temporalmente doblegadas. London ha comprendido cuál es la verdadera naturaleza de la Bestia: el desarrollo de la gran oligarquía capitalista significará el empobrecimiento de millones de seres, de lo que hoy se llama “tercer mundo”. Su dominio extenderá la corrupción, que alcanzará también a la aristocracia obrera. Frente a los reformistas ilusos, London no se fía un ápice de ningún sector de la burguesía: sabe que ésta, antes de abandonar su hegemonía, empleará el “talón de hierro” de la brutalidad y la represión.

La historia, sin duda, le ha dado la razón a London: el esquema argumental de El talón de hierro lo hemos visto reproducido infinidad de veces. El desarrollo del capitalismo y sus contradicciones ha engendrado grandes movilizaciones, que han desembocado en huelgas masivas y han puesto al sistema al borde del precipicio. Pero las direcciones reformistas de la aristocracia obrera, con sus cuadros burocratizados, se han interpuesto y sus “reformas” han dejado incólume al Poder. Alemania, Hungría, Italia en los años 20, España y Francia en los años 30, Grecia en los años 40, Latinoamérica entre los 60 y los 70, en todos estos casos la situación se asemeja extraordinariamente a la trama argumental de esta gran novela, cuyo realismo político supera a nuestro juicio al de novelas como 1984 o Un mundo feliz, en el sentido en que se fundamenta más en la realidad de la lucha de clases y no deja ninguna puerta cerrada a la esperanza. La anti-utopía de London, escrita antes de la primera gran guerra, vislumbra décadas de terrorismo burgués y prevé el papel traidor del reformismo obrero como “última barricada del orden burgués”; pero cual Ave Fénix, las ansias revolucionarias resurgen de las cenizas. Un cuadro desolador, extremo, pero ¡tan próximo!

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«Control obrero, consejos obreros, autogestión». Antología por Ernest Mandel.

En estos tiempos de desmovilización e integración de las organizaciones de la clase obrera al Estado burgués, en los que no existen órganos de contrapoder que puedan disputar con vigor en la lucha de clases, toma sentido conocer y aprender sobre las experiencias históricas de organización independiente de nuestra clase. Los consejos obreros, ejemplo por antonomasia, no pueden ser olvidados. De ahí que hoy comparta esta antología realizada por Ernest Mandel.

Aquí el texto incluido en las solapas del libro (también se encuentra en la primera página del PDF):


«El problema del poder o dictadura del proletariado es uno de los dilemas centrales de nuestro tiempo y acaso, en última instancia, el más importante para los pensadores y militantes marxistas. En la teoría y práctica del marxismo —especialmente en este siglo, a raíz de la Revolución de Octubre y también de la instauración del socialismo en numerosos países— se han trazado dos líneas tendientes a articular tanto la toma del poder por la clase obrera cuanto su usufructo: por un lado el centralismo democrático y por el otro las variedades participatorias conocidas como cogestión, autogestión, consejos obreros, derivadas todas de la experiencia de los soviets rusos de 1917 y del propio pensamiento de Marx. En este volumen Ernest Mandel recopila —y prologa— textos teóricos de autores tales como Marx, Lenin, Kautsky, Trotsky, Gramsci, Pannekoek, Luxemburgo, Kuron, Modzelewski, etc., y documentos de experiencias de soviet en Argelia, Alemania, Bolivia, Hungría, Indonesia, Checoslovaquia y Francia 1968 y otros países. La importancia de esta recopilación no necesita subrayarse. No solamente restituye a los consejos obreros su función originaria —largo tiempo olvidada—, sino que al mismo tiempo reúne un corpus teórico y testimonial que es mucho más que una crítica de la burocratización: es la fundamentación del gobierno obrero».

Libro digitalizado y liberado para su consulta en internet. Pueden descargar el PDF aquí:

Control obrero, consejos obreros, autogestión. Por Ernest Mandel. Ediciones Era. 1974.

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Colombia. Tres vías a la revolución. Vieira, Mosquera y Sanchez. 1973

Después de varias semanas sin compartir materiales, hoy retomo con la publicación de «Colombia. Tres vías a la revolución», una compilación de entrevistas realizadas a principios de los 70’s por Oscar Collazos y Umberto Valverde. Gilberto Vieira, del Partido Comunista Colombiano (PCC), Francisco Mosquera, del Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario (MOIR) y Ricardo Sánchez de la Tendencia Socialista, responden a varios interrogantes sobre los planteamientos ideológico-políticos, especialmente sobre táctica y estrategia revolucionaria, de sus organizaciones.

El PDF no es de la mejor calidad, en tanto que la versión del libro con la que conté estaba bastante maltratada: muchos subrayados, especialmente en la entrevista de Mosquera (la cual también puede leerse aquí) y algunas páginas con daños. Si en algún momento puedo contar con una versión mejor, la escanearé.

El aporte es útil, especialmente por el prólogo, el epílogo y la entrevista de Ricardo Sánchez, textos que no son —por lo menos hoy día— tan conocidos.

Acá pueden descargar el libro, digitalizado y liberado para su divulgación:

Colombia. Tres vías a la revolución. Entrevistas a Vieira, Mosquera, Sánchez. Por Umberto Valverde y Oscar Collazos. Círculo Rojo Editores. 1973.

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¡A Luchar! Entrevista a Manuel Manotas, por Eric Toussaint. Inprecor. 1988.

La revista Inprecor (nombre que recibió el órgano de correspondencia de prensa internacional del Secretariado Unificado de la IV Internacional) en español, editada por la Liga Comunista Revolucionaria (LCR) de España, publicó en su número 64 (Noviembre de 1988) la presente entrevista. Eric Toussaint, dirigente de la Internacional, realiza una serie de preguntas más que interesantes a Manuel Manotas, miembro del Comité Ejecutivo de ¡A luchar!, brindando un esbozo de esta propuesta política revolucionaria. El PSR, por entonces sección de la IV Internacional en Colombia, se integró a ¡A Luchar! casi al tiempo en que el PST se retiraba, impulsado por la orientación internacional del morenismo (corriente impulsada por el dirigente argentino Nahuel Moreno, fundador del PST colombiano).

Aquí puede leerse la entrevista completa:

Entrevista a Manuel Manotas de ¡A Luchar! Inprecor 1988.

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