Yákov Sverdlov, el diamante del Partido Bolchevique

Por Andrés Sermux1

Lenin
Yákov junto a Lenin en la inauguración de una estatua de Marx en 1918.

«El trabajo que él realizó como organizador (…) sólo se podrá proseguir en el futuro si ponemos en su lugar a un grupo de hombres (…) que, si siguen sus pasos, podrán llegar a aproximarse a hacer lo que este hombre hizo solo». Vladimir Lenin, en el funeral de Sverdlov.

Hijo de familia judía, nacido el 4 de junio de 1885, Yákov Mijáilovich Sverdlov será uno de los revolucionarios más destacados y con un papel fundamental entre marzo (cuando volvió del exilio) a octubre de 1917, que culmina con la Revolución Rusa.

Sverdlov en 1904
Sverdlov en 1904

Se afilió al Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia en 1901, a los 17 años y después junto a Lenin, será parte de la fracción Bolchevique. En 1912 es elegido como miembro del Comité Central del partido, aunque es encarcelado casi inmediatamente. En 1917, es reelegido como parte del mismo, mientras ejercía funciones en el Comité Militar Revolucionario del Soviet de Petrogrado. Junto con Lenin y Trotsky, será parte del estado mayor que llevará adelante la Revolución de Octubre. Posterior a ésta, será el presidente del Comité Ejecutivo Central de los Soviets de toda Rusia hasta su muerte.

“Sverdlov era de mediana altura, de tez oscura, delgado y enjuto; su rostro magro; sus rasgos, afilados. Su potente y hasta resonante voz podría haber parecido fuera de relación con su físico. En medida aún mayor podría haberse dicho lo mismo de su carácter. Pero tal impresión solo podía ser pasajera. Luego, la imagen física se fundía con la espiritual». Así lo describía Trotsky en una carta en homenaje de su muerte.

Este hombre, de una “memoria enciclopédica”, que estaba atento a todas las tareas más importantes, que pasó la mayor parte de su militancia política preso o en el exilio, será el mas grande organizador del Partido Bolchevique.

1905: Organizando a los trabajadores de los Urales

Por orden del partido, Sverdlov, viaja a la región de Ekaterimburgo para colaborar con la organización del Partido Socialdemócrata. En esa región, como cuenta su compañera Klavdiya Timofeevna en la biografía del revolucionario, “los socialdemócratas tenían una red bastante desarrollada de grupos locales, pero estaban dispersos, tenían comunicaciones deficientes y con frecuencia se encontraban actuando de manera independiente bajo sus diversas direcciones».

Sverdlov junto a su compañera Klavdiya Sverdlova y su hija Vera, 1918.
Sverdlov junto a su compañera Klavdiya Sverdlova y su hija Vera, 1918.

A poco de su llegada, comenzó a participar de las distintas reuniones de militantes, destacándose como orador. “La gente valoraba su convicción sincera y apasionada, porque también era sensible y considerado, y respetaba las opiniones de los demás”, cuenta su compañera.

Gracias a su experiencia como organizador, su estudio de la teoría y cualidades personales, en poco tiempo organizó un núcleo confiable de experimentados trabajadores clandestinos liberados de prisión y jóvenes organizadores bolcheviques con estrechos vínculos entre los trabajadores.

Para el momento de la insurrección de 1905, funda el Soviet de Obreros y Soldados de Ekaterimburgo. Sin embargo, la contraofensiva zarista derrota la insurrección y su papel destacado en el levantamiento le valdrá a Yacob ser uno de los más buscados por la “Ojrana”, la policía zarista.

En 1906 es capturado y deportado a Siberia hasta 1909. En ese año, se encuentra en Moscú, organizando la estructura del partido y vuelve a ser detenido. Logra fugarse, pero le detienen otra vez para ser deportado por cuatro años. Su vida en estos años fue prácticamente una constante entre ser capturado y fugarse de la cárcel. Mientras aprovechaba la reclusión para formarse políticamente, recurriendo a todos los libros que pudiera acceder.

En el centro, Sverdlov en la cárcel en 1906.
En el centro Sverdlov, en la cárcel en 1906.

En 1912, durante un breve periodo de libertad, comienza a trabajar en el Pravda, el diario bolchevique. Poco dura esto, ya que es denunciado por un policía zarista y debe exiliarse. Es en este periodo, que se convoca a la Conferencia de Praga del POSDR, en donde Lenin enfrentará duramente a la fracción menchevique del partido y fundará (con una dirección completamente bolchevique) el POSDR(Bolchevique). En está conferencia, Sverdlov (sin estar presente) será elegido como miembro del Comité Central del partido y también de su Buró Político.

1917: Un revolucionario profesional

Después de regresar del exilio en marzo de 1917, posterior a la Revolución de febrero, Sverdlov fue enviado Ekaterimburgo nuevamente para organizar el trabajo de la Conferencia del Partido Regional de los Urales, y prepara un levantamiento proletario en los Urales, en caso de que no funcionara en Petrogrado.

En el mes de abril, durante la séptima conferencia del POSDR, Sverdlov se reunió personalmente con Lenin por primera vez. En ella, fue reelegido como miembro del Comité Central y y ocupó el puesto de secretario de Organización. No había dudas de que el era el hombre ideal para esa tarea.

Trotsky relata, en la carta publicada luego de la muerte de Sverdlov: “(Sverdlov) Abordaba todas las cuestiones de la revolución no desde arriba, es decir, no desde el punto de vista de las consideraciones teóricas generales sino más bien desde abajo, a través de los impulsos directos de la vida misma tal como los trasmitía el organismo partidario. (…) en cuanto era necesario pasar al aspecto organizativo del problema y a la cuestión de los cuadros, resultaba casi invariablemente que Sverdlov ya estaba preparado con propuestas prácticas de largo alcance, basadas en su memoria enciclopédica y en su conocimiento personal de los individuos”.

Tenia una visión global de lo que sucedía en el partido y conocía al detalle a sus cuadros, recordando cómo tal o cual militante se había comportado en tal o cual momento, y a partir de allí deducía si era adecuado o no para una determinada tarea. Contaba con una especial rapidez para resolver los problemas más urgentes. Sobre esto, Trostky cuenta que “Vez tras vez sucedía que Vladimir Ilich tomaba el teléfono para proponer a Sverdlov determinada medida de emergencia y en la mayoría de los casos la respuesta que recibía era: «Ya». Esto significaba que la medida ya había sido tomada. A menudo hacíamos chistes sobre esto, diciendo: «Bien; lo más probable es que Sverdlov lo tenga… ya». “Como ustedes saben”, recordó Lenin cierta vez, «al principio estábamos contra su inclusión en el Comité Central ¡cómo subestimábamos al hombre!’ Hubo una fuerte discusión al respecto, pero la base nos corrigió en el Congreso y mostró que tenía razón…”. El respeto de Lenin a Sverdlov era indudable y podía verse en que para muchas de las tareas más difíciles confiaba de manera absoluta en la resolución que podía darle Yacob.

Sin embargo, Sverdlov no buscaba concentrar la resolución de los problemas en su persona, de manera individualista. Por el contrario, “todo su trabajo preparaba las condiciones para una solución más sistemática y regularizada de todos los problemas del partido y de los soviets. (…) Era mucho más claro y más fácil abordar cada problema desde el punto de vista de la política y de los principios que desde el punto de vista organizativo».

Así es cómo, este revolucionario de perfil bajo en los años previos a 1917, comenzaría a mostrar su verdadera talla con el desarrollo de la revolución.

La toma del poder

En julio de 1917 cuando los bolcheviques fueron declarados contrarrevolucionarios, con los principales dirigentes en la clandestinidad, él permaneció en Petrogrado para organizar al partido y la insurrección. Sus cualidades se mostraban en todo su esplendor en los momentos mas críticos.

Durante las reuniones del Comité Central del 10 al 16 de octubre, pocos días antes de la toma del poder, Sverdlov pasó a formar parte del Comité Militar Revolucionario del Soviet de Petrogrado. Este comité sería el responsable de organizar el derrocamiento del gobierno provisional y la toma del palacio de invierno. “… las medidas más conspirativas se llevaban a la práctica por medio de la Organización militar de los bolcheviques, o de Sverdlov, «secretario general» no oficial, pero no menos efectivo por ello de la insurrección de octubre».

La revolución triunfa. El poder pasa de las manos del gobierno provisional a los trabajadores. Sin embargo no había un momento para sentarse a descansar. Era necesario formar un nuevo gobierno. Mientras Lenin y Trotsky debatían sobre llamar al nuevo gobierno Soviets de los Comisarios del Pueblo –“Eso huele formidablemente a revolución”, diría Lenin-, Trotsky cuenta en su libro Mi Vida la siguiente anécdota: “»– ¿Y qué pasará –me preguntó Vladimir Ilich uno de esos primeros días, cuando yo menos lo esperaba– si las Guardias Blancas nos matan a usted y a mí? ¿Cree usted que Sverdlov y Bujarin sabrán salir del paso?» (…) Relaté por primera vez este episodio en mis recuerdos sobre Lenin, publicados en el año 1924(1). Según supe después, la noticia ofendió gravemente a la «troika» que entonces formaban Stalin, Zinoviev y Kamenev; sin embargo no se atrevieron a discutir su autenticidad. Las cosas son como son: Lenin sólo había nombrado a Sverdlov y Bujarin. No se le ocurrió pensar en otros”.(2)

Tiempo después, Yacob sería nombrado presidente del Comité Ejecutivo Central de los Soviets de toda Rusia. Y fue el encargado de redactar la constitución de la nueva República Socialista Federativa Soviética de Rusia.

Sentado junto a Zinoviev siendo presidente del CC de toda Rusia, julio de 1918.
Sentado junto a Zinoviev siendo presidente del CC de toda Rusia, julio de 1918.

Cuando en agosto de 1918 Lenin es herido en un atentado, Sverdlov toma provisionalmente sus funciones políticas, siendo el encargado de dirigir la lucha contra la contrarrevolución. Además dirigió un gran trabajo internacional preparando el 1er Congreso de la Internacional Comunista y participó en la organización de congresos de los partidos comunistas de Letonia, Lituania, Bielorrusia y Ucrania

En el tren viajando al frente, 1918.
En el tren viajando al frente, 1918.

El legado de Yacob Sverdlov

La muerte de Sverdlov fue un golpe para el partido y para la revolución. Murió a causa de fiebre tifoidea el 16 de marzo de 1919.

Trotsky cuenta que se encontraban en una reunión del Comité central, cuando se enteran que la salud de Yacob había empeorado bruscamente: “Vladimir llich fue al apartamento de Sverdlov y yo salí hacia el Comisariado para preparar inmediatamente la partida hacia el frente. En unos quince minutos llegó una llamada telefónica de Lenin, quien dijo con aquella voz peculiarmente alterada que significaba una gran tensión: «Se ha ido». «Se ha ido». «Se ha ido». Durante un momento, cada uno de nosotros sostuvo el teléfono en sus manos y cada uno podía oír el silencio al otro extremo. Luego colgamos. No había nada más que decir. Yakov Mijailovich se había ido. Sverdlov ya no estaba entre nosotros”.

En su discurso por la muerte de Sverdlov, Lenin pronunciaría estas palabras:
“Quien trabajó día a día con el camarada Sverdlov, recordará claramente que su excepcional talento organizativo nos proporcionó algo de lo que estábamos orgullosos con plena autoridad. Nos permitió llevar a cabo actividades concertadas, eficientes y realmente organizadas, actividades dignas de las masas proletarias organizadas y que satisfacían la necesidades de la revolución proletaria. Actividades concertadas y organizadas sin las cuales no podríamos haber logrado un solo éxito. (…) La memoria del camarada Yakov Sverdlov servirá no solo como un símbolo permanente de la devoción del revolucionario a su causa y como modelo de cómo combinar una mente, habilidad práctica, contacto cercano con las masas y capacidad para guiarlas; también es una promesa de que un número cada vez mayor de obreros, guiados por estos ejemplos, avanzarán hacia la victoria completa de la revolución comunista mundial.”

Discurso de Lenin frente a la muerte de Sverdlov

Notas:

1. León Trotsky, Lenin, Ediciones IPS-CEIP, Bs. As., 2009, “El trabajo gubernamental”, p. 282.
2. León Trotsky, Mi vida, Ediciones IPS-CEIP y Museo Casa León Trotsky, OE 2, Bs. As., 2012, pp. 352-353.

  1. Tomado de Izquierda Diario. ↩︎

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Libro: «Hipótesis de la acumulación originaria de capital en Colombia», de Carmenza Gallo (1974).

Tal como se aseguró en el aclamado post de Twitter: he aquí el PDF del libro «Hipótesis de la acumulación originaria de capital en Colombia», por Carmenza Gallo. Inicialmente fue su trabajo de grado en la Universidad Nacional de Colombia, luego se convirtió en un interesante libro sobre la formación del capital industrial y el proceso de expropiación originaria en Colombia

El escaneo cuenta con algunos problemas, esencialmente por el estado del libro que fue utilizado para el proceso de digitalización. El ejemplar contaba con algunas páginas despegadas y diversos rayones/subrayados, de ahí que el presente PDF, fruto de un trabajo de procesado, sea lo «mejor» que se pudo obtener del libro. En un futuro, en caso de que pueda conseguir una mejor versión, lo volveré a digitalizar y difundir.

Enlace para acceder al libro:

«Hipótesis de la acumulación originaria de capital en Colombia». Carmenza Gallo (1974). Editorial La Pulga. Medellín.

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Libro: «Treinta años de lucha del Partido Comunista de Colombia» (1960).

Este libro es fruto de la historiografía oficial del Partido Comunista de Colombia (PCC) a treinta años de su fundación (1930-1960). Es un texto de interés histórico, del que destaco su particular «liquidación del pasado» al despreciar un análisis riguroso y sensato sobre la extraordinaria experiencia que le precedió: la del Partido Socialista Revolucionario (1926-1930).

Acá pueden acceder al libro:

«Treinta años de lucha del Partido Comunista de Colombia». Comisión Histórica del Comité Central PCC. Ediciones Los Comuneros (1960).

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La concepción marxista del poder y la revolución española

«La concepción marxista del poder y la revolución española», por Andreu Nin1

Las ideas fundamentales de Marx sobre el poder, pueden resumirse en las conclusiones siguientes:

1. El Estado es un instrumento de coerción puesto al servicio de la clase dominante, con objeto de oprimir a las otras clases.

2. Mientras existan clases, existirá el Estado y, por tanto, no se puede ”acordar” ni ”decretar” su abolición.

3. El proletariado, si quiere defender sus intereses, ha de luchar por la conquista del poder, que utilizará para crear una nueva sociedad sin clases.

4. Para quebrantar la resistencia de la burguesía — las clases explotadoras no han renunciado resignadamente a sus privilegios — y emprender la organización de la sociedad sobre bases socialistas, el proletariado, al tomar el poder, tiene necesidad de instaurar, transitoriamente, su dictadura de clase. Este período de transición entre el capitalismo y el comunismo es inevitable. Sin él, la emancipación de los trabajadores es imposible.

5. ”La clase obrera no puede limitarse a tomar en sus manos la máquina del Estado y ponerla en marcha tal como es, para sus propios fines” sino que debe destruirla creando sus propios órganos. (Ejemplo que puede servir de orientación: la ”Commune” de París.)

6. Desaparecidas las clases, el Estado propiamente dicho desaparece asimismo, para ceder el sitio a instituciones puramente administrativas. ”El gobierno de los hombres es sustituido por la administración de las cosas.”

7. Es condición indispensable, para que el proletariado pueda cumplir su misión histórica, que se organice en partido de clase, independiente de los demás y con una política independiente de clase.

De estas siete condiciones, se desprende que la doctrina política del marxismo se basa en dos ideas fundamentales: la conquista del poder y la dictadura del proletariado.

La clase obrera, en la lucha por su emancipación, se lanza no solamente contra la fuerza económica de la clase enemiga, sino también contra su fuerza política. La conquista del poder político, es la condición indispensable de la transformación socialista. En septiembre de 1920, el proletariado italiano ocupó las fábricas; pero el poder siguió en manos de la burguesía, se frustró la revolución, que avanzaba irresistiblemente, y, como consecuencia de ello, se crearon las condiciones necesarias para el rápido y victorioso avance del fascismo. En nuestro país, como respuesta a la insurrección militar fascista, el proletariado, levantado en armas, ocupó fábricas, minas y talleres, anulando el poder económico de la burguesía; pero al no completar esta acción con la conquista del poder político, da la posibilidad a la clase enemiga de ir reconstituyendo el desquiciado mecanismo del Estado, para ponerlo al servicio de sus intereses y utilizarlo contra la revolución proletaria.

Este profundo error de la clase trabajadora, será de consecuencias funestas para la causa de su emancipación, si no se decide a reaccionar enérgicamente. La insurrección fascista del 19 de julio, creó todas las condiciones objetivas para la conquista del poder. El mecanismo estatal quedó tan seriamente quebrantado que, en realidad, había dejado de existir. Desmoralizadas, indisciplinadas y deshechas las fuerzas de orden público. Destruido el ejército. Liquidado todo el mecanismo judicial. Suprimidos virtualmente los órganos locales de poder, que fueron reemplazados por los comités revolucionarios. Expulsados los propietarios de las tierras. In- t cautados las fábricas y talleres. Las armas, premisa indispensable de la victoria, en manos de los obreros y campesinos, dueños absolutos de la situación. Y, como corolario de este estado de cosas, la sensación, en las clases explotadoras y en las masas pequeño burguesas, de que el régimen anterior había desaparecido irremisiblemente.

Bastaba QUERER, para que los restos impotentes del poder burgués fueran destruidos definitivamente y se instituyera el poder de la clase trabajadora. Pero los partidos y organizaciones obreros que gozaban de mayor influencia NO QUISIERON. El Partido Comunista, fiel a la orientación escandalosamente reformista de la Tercera Internacional, consagró todos sus esfuerzos desde el primer momento a desviar el cauce de la  revolución hacia la república democrática y la colaboración de clases. El Partido Socialista siguió el mismo camino, pesar de la voluntad y el entusiasmo revolucionario de gran parte de las masas que le siguen.

La CNT y la FAI merecen capítulo aparte. Los obreros confederados se lanzaron a la lucha con admirable empuje. Su formidable instinto de clase los ha llevado a una enérgica y audaz acción revolucionaria. Pero su magnífico impulso ha quedado considerablemente neutralizado por las concepciones tradicionales del anarquismo sobre el poder. Los militantes de la CNT y de la FAI se dan cuenta de que la titánica lucha que se está desarrollando actualmente en España exige rectificaciones importantes; pero no se atreven a llevarlas hasta sus últimas consecuencias. La rectificación de su inveterado apoliticismo les ha llevado a la participación en los organismos gubernamentales, es decir, a la colaboración con los partidos burgueses. Si llegasen, con nosotros, a la conclusión de que la única salida de la situación es un gobierno obrero y campesino, la revolución estaría salvada. ¿Qué obstáculo se puede oponer a ello? Es más fácil hacer comprender a los obreros encuadrados en la CNT la conveniencia de participar en un gobierno obrero revolucionario, que no la de colaborar en un gobierno democrático burgués. ¿Puede constituir un obstáculo el concepto marxista de la dictadura del proletariado? No disputaremos por una simple cuestión de palabras. Lo importante es ponerse de acuerdo sobre el contenido. Y no abrigamos la menor duda de que los obreros anarquistas y sindicalistas están tan convencidos como nosotros — la experiencia práctica lo ha demostrado — de la necesidad de aplastar a la burguesía, de negarle todos los derechos políticos, de no dejarla respirar hasta que el proletariado haya destruido de raíz toda posibilidad de restauración capitalista. Destruidas las clases, resultará superfluo el poder revolucionario, y la sociedad humana vivirá libre de las trabas del Estado. ¿Os repugna el término ”dictadura del proletariado”? Prescindamos de él. Y contribuyamos todos, vosotros, los anarquistas, y nosotros, los marxistas revolucionarios, a que ese poder omnímodo del proletariado — absolutamente indispensable durante un cierto período— se base en la más amplia democracia obrera y no se transforme, como ha ocurrido en la URSS, en la dictadura de una casta burocrática.

Si la CNT, la FAI y el POUM, entre los cuales existen ya coincidencias de la mayor importancia, se pusieran de acuerdo sobre este extremo fundamental, abriríanse ante la revolución perspectivas inmensas. La claridad del objetivo a perseguir haría renacer la confianza entre los trabajadores; la tensión revolucionaria de las masas recobraría el ritmo de los primeros meses; el entusiasmo haría milagros, tanto en la retaguardia como en el frente.

El objetivo, por otra parte, es relativamente fácil de lograr. La clase trabajadora no está todavía desarmada. Conserva posiciones estratégicas importantes. Su peso específico es enorme. Nada se puede hacer sin ella. Y, SI QUIERE, nada podrá hacerse contra ella. Aunque no tan favorable, como en los primeros meses de la revolución, la correlación de fuerzas es tal que el proletariado, en las circunstancias actuales, puede hacerse con el poder sin recurrir a la insurrección armada. Basta con que ponga en juego toda su fuerza organizada con la decisión inquebrantable de llevar la revolución hasta las últimas consecuencias.

Pero y ¿cómo ha de formarse el gobierno obrero y campesino que propugnamos? Basándose en la experiencia de la ”Commune” de París, Marx sostiene que el proletariado no puede limitarse a poner en marcha la máquina del Estado burgués, sino que ha de destruirla. De aquí la necesidad no sólo de aniquilar todo el mecanismo burocrático del Estado capitalista, sino sus instituciones fundamentales y, en primer  lugar, el Parlamento, reminiscencia del período de dominación ”democrática” de la burguesía, o, para decirlo en otros términos, forma política ”democrática” de la dictadura capitalista.

La fuente del nuevo poder no puede ser el Parlamento, sino los órganos surgidos de la revolución y que expresan, más fielmente que aquél, la voluntad de la masa trabajadora. Por esto, nuestro partido propugna la convocatoria de una Asamblea constituyente de delegados de los comités de fábrica, de las organizaciones campesinas y de los combatientes del frente, de la cual han de surgir el gobierno obrero y campesino y las líneas fundamentales de la Constitución por que ha de regirse la nueva España, redimida de la opresión de capitalistas y terratenientes. Un gobierno obrero formado desde arriba representaría indudablemente un paso adelante con respecto a la situación actual, pero no sería el gobierno que los intereses de la revolución reclaman imperiosamente.

No hay tiempo que perder. Si seguimos asistiendo pasivamente a la reconstitución sistemática y progresiva del mecanismo del poder burgués, la clase trabajadora española habrá perdido la ocasión excepcional que la historia le ofrece para lograr su emancipación e imprimir un poderoso impulso a la revolución mundial. DESPUÉS, será tarde.

Hay que forjar el hierro cuando está candente.

  1. Este texto fue escrito para la revista La Batalla, el 14 de marzo de 1937. ↩︎

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