Jack London, entre el abismo y la cima

Publicado el 15 de agosto de 2016 en El Viejo Topo por Pepe Gutiérrez-Álvarez.

Cuando ahora me piden libros de Jack London, me comentaba un amigo librero, no suelen ser para los niños, sino para gente inquieta, lectores habituales de “platos fuertes”. Efectivamente, la obra de London está siendo recuperada, y no sólo de las manos de los niños, sus más habituales consumidores, sino de la rutinaria y reduccionista clasificación de autor de “novelas de aventuras” en que estaba encasillado.

El éxito que rodeó su existencia como novelista, y que le hizo varias veces rico, no significó que fuera realmente comprendido, y ni siquiera el aprecio de gente tan importante como Anatole France, Trotsky o George Orwell, fue suficiente para romper con su clasificación unilateral, es decir para que se hiciera una lectura a fondo por parte de los historiadores y críticos de turno. Los motivos de que a London se le conociera tan superficialmente, son difíciles de explicar: la complejidad de su experiencia vital, su adhesión a una “causa perdida” como la del socialismo americano, la clasificación mencionada, etc., han tenido que ver con ello. Pero lo importante es que hoy la imagen de London se enfoca ya de otra manera, y se le ve como una compleja combinación de individualista, socialista y poeta visionario.

La obra de London hay que insertarla en la América de los pioneros y colonizadores; en la América individualista que busca su identidad en Dios, en Nietzsche o en la filosofía oriental; en la América colectivista del mundo obrero: la del “sueño de Debs” de acabar con la injusticia; en la América de la oligarquía despiadada que más tarde mostraría su “talón de hierro” en Vietnam y otros lugares.

En el “viejo Socialist Labour Party”

Los elementos que hicieron de London un convencido socialista son variados. Entre ellos podemos mencionar su propia experiencia proletaria, el estado de depauperización que sufre la clase obrera en aquella época, el fuerte idealismo de los militantes revolucionarios, el declive del humanismo democrático americano arrollado por el espíritu de la competencia burguesa, la actitud mercantil de los editores y la despiadada de la “inteligentzia” liberal que le ignora en sus inicios y le adula cuando es alguien, etc. Todo ello le empujó hacia el socialismo más radical, hacia la militancia política, que se confunde con su carrera literaria, para separarse de nuevo en vísperas de su suicidio. Por aquella época Norteamérica se encontraba en una verdadera encrucijada. Moría el capitalismo concurrencial y se iniciaba la era del capital monopolista. La democracia americana no era más que un sueño. Se podía hablar con libertad, pero ¡ay de quién, como London, quisiera practicarla! Los grandes centros industriales levantados con el sudor de miles de trabajadores, quedaban irremisiblemente en mano de una minoría, que inmediatamente se hacía proteger por la policía y por sus guardas personales contra los “agitadores”. Cuando el Manifiesto Comunista llegó a manos de London, fue como una “iluminación”: aquella era la expresión teórica y literaria de una evidencia que se presentaba desnuda ante sus ojos.

Esta es la única foto que se conserva de London en su época de buscador de oro. Fue hecha en Dawson en 1897 o 1898.

Cuando London ingresa en el partido socialista, se sienta al lado de su ala más revolucionaria, la de Debs y la de León, los más gigantescos y auténticos líderes de un socialismo que pronto perdió la dentadura, y rechaza el ala ultra reformista de la AFL (Federación Americana del Trabajo). Se convierte en un agitador en el medio universitario de Berkeley, en un tribuno de masas en las campañas electorales y en apoyo de las huelgas obreras, en un propagandista que publica numerosos folletos –ninguno de los cuales ha llegado hasta nosotros– en favor de la causa, de “la guerra de clases”, como se titula uno de ellos. Participa como corresponsal en la guerra ruso-japonesa, más tarde lo hace en la primera revolución mexicana del siglo, sus simpatías hacia los “bravos camaradas mexicanos” es manifiesta: “Os daréis cuenta –escribe– que no podemos ser honorables en un tiempo de propiedad. Todas las injurias que os lanzan, nosotros ya las hemos recibido. En cuanto el robo y la avidez son combatidos, los hombres honrados, los valientes, los patriotas y los mártires no pueden esperar otra cosa que ser calificados como ladrones de gallinas y fuera de la ley”.

Su socialismo es, pues, vivo y auténtico por más que esté impregnado de aspectos muy discutibles. Es socialista, dice, porque es artista y no puede haber un artista que no sienta en su carne la lucha de los oprimidos. Es socialista, cree, porque es un individualista y el capitalismo es la negación de la individualidad de millones de seres que bastante tienen con sobrevivir, y porque sólo el socialismo acabará con el dilema individuo-colectividad. Lo es porque considera que el socialismo es inevitable, ya que el cisma entre la riqueza y la pobreza, cada vez más agudizado, hace necesaria e ineludible la revolución. Su socialismo comprende, pues, una buena dosis de estética, de anarquismo y de fatalismo determinista, y sobre todo comprende una contradicción entre su fe revolucionaria y su desconfianza en las “masas embrutecidas y encanallecidas por la propiedad privada”, unas masas como las que vio en los arrabales de Londres y que describe en Gente del Abismo. Desconfianza que se afirma también en la fuerza que ve en el reformismo de la aristocracia obrera, en esa casta que veía encarnada en la principal central sindical americana, la AFL, a la que en El talón de hierro presentaría como un mortal obstáculo a la revolución.

La evolución del “viejo Socialist Labour Party” –como él le llamaba– hacia el reformismo la sufre en su propia carne. Aquel viejo socialismo luchador e independiente de la burguesía que hizo suyo, estaba perdiendo su integridad y se aprestaba a apoyar incondicionalmente al nuevo imperialismo que en 1916 se disponía a conquistar con sus cañones un lugar hegemónico en el concierto de las grandes potencias. Si el partido había abandonado el socialismo por la colaboración de clases, London abandonó el partido.

Marx, Nietzsche, Spencer, Darwin.

Hay una dualidad en la vida y en la obra de London: mientras su alma colectivista estuvo con Marx y el socialismo, su alma individualista siguió por otros cauces, cauces abiertos por Nietzsche, Spencer y Darwin. Esta segunda alma, acallada en el plano político, fue la predominante en su obra: la “experiencia de la vida” que se trasluce en los personajes de sus novelas está mucho más cerca de su problemática personal que de la problemática social de las luchas obreras, reflejadas en su obra en menor grado.

Entre las aficiones de London, se hallaba la de la fotografía. Esta fotografía fue tomada por él mientras preparaba Gentes del Abismo. Los vagabundos londinenses reciben bonos para sopa del ejército de salvación.

Hoy, esta dualidad londoniana puede parecer extraña, pero no lo era tanto en un tiempo en el que la socialdemocracia, predominante en el movimiento obrero, estaba impregnada de un determinismo evolucionista vulgar, y en la que el anarquismo se sentía atraído por el superhombre que soñara Nietzsche. En London, estas tendencias filosóficas cobraron un sentido muy particular, difícil de desentrañar sin un estudio exhaustivo de su obra. Lo cierto es que no fue un divulgador de las mismas, ya que sólo las utilizó para rodear a sus personajes prototípicos de determinada aureola vital. En la obra de London, las sombras de Nietzsche, Spencer y Darwin forman una especie de coro similar al que los dioses juegan en la tragedia griega. Su fidelidad al movimiento socialista le lleva una vez y otra a negar rotundamente esta influencia –en particular la de Nietzsche–, e incluso a pronunciarse contra ella: “Muchas veces mis libros son incomprendidos. Hace tiempo, al comienzo de mi carrera como escritor, me pronuncié contra Nietzsche y su superhombre en la novela Los lobos del mar. La novela ha tenido una gran masa de lectores, pero nadie ha comprendido que en ella se critica la idea del superhombre. Más tarde, sin hablar de otras obras menores, he escrito una novela para pronunciarme contra la filosofía del superhombre: Martin Eden. Más tarde ataqué las opiniones de R. Kiplyng en el libro La fuerza de los fuertes, pero nadie se dio cuenta de ello”. La crítica de London al superhombre nietzscheano es la siguiente: “El superhombre no puede lograrse en el mundo moderno. El superhombre es antisocial por sus tendencias, y nuestra época, de sociedad y de sociología compleja, no puede tolerar su indiferencia hostil. De ahí la impopularidad de superhombres de las finanzas como Rockefeller: se trata de una irritación en el cuerpo social”. Los grandes héroes de London, como Martin Eden o Burning Daylight (Radiante Aurora), no tienen sitio en este mundo y han de salir de él por la muerte (como Martin) o por la aventura, por la búsqueda de nuevas soluciones al margen de la jungla. Son “superhombres” con pies de barro, plenos de contradicciones, débiles ante el amor, sensibles ante el destino de las masas y por lo tanto incapaces de hacer como Nietzsche y mandarlas “con el diablo y las estadísticas”.

London (derecha) con un compañero, clochards en Londres en 1902.

No obstante hay que subrayar que el evolucionismo vulgar hizo estragos en el pensamiento de London –¡y en el de tantos otros! Incapaz de comprender la capacidad militante de las masas, de hacerse gigantescas y gloriosas en las luchas –luchas a las que no pudo asistir personalmente ya que no se dieron en su tiempo, al menos en las metrópolis occidentales– y sobre todo en los grandes momentos de la revolución, desconfió de ellas y encontró en las explicaciones biologicistas una razón para fijar su gregarismo y su mediocridad como “innato”, al igual que la encontró para su convicción de la inferioridad de ciertas razas o de las mujeres. Datos estos poco relevantes y vergonzantes de la personalidad de London, que no llegan a manchar su obra, aunque sí llegan a veces a hacerla bajar al nivel del reaccionarismo.

Utopía y antiutopía

Si la energía vital de London le llevó a subir desde el abismo de la mediocridad hacia la cima de la fama, la riqueza y el reconocimiento, para encontrar, como Sísifo, que la piedra descendía otra vez, porque en la cima no había nada, su militancia socialista le llevó a la convicción de que la revolución emancipadora que elevará al mundo del trabajo y a la humanidad entera desde el abismo a la cima, iba a encontrar más dificultades de las previstas, iba a resultar una odisea de proporciones gigantescas, un proceso de lucha de clases de varios siglos. Y adelantándose a este proceso, London quiere dejar constancia de su testimonio. Esta faceta particular de poeta visionario hizo exclamar a Trotsky: “London ha sabido traducir, como un verdadero creador, el impulso dado por la primera revolución rusa, y también ha sabido repensar la totalidad del destino de la sociedad capitalista a la luz de esta revolución (… ) El crecimiento de la riqueza y el poder en uno de los polos de la sociedad, de la miseria y los sufrimientos en el otro polo; la acumulación del odio social, el ascenso irreversible de cataclismos sangrientos: todas estas cuestiones las ha sentido London con una intrepidez que incesantemente nos obliga a preguntarnos con asombro: pero ¿cuándo fueron escritas estas líneas? ¿Fue acaso antes de la guerra?”

El universo utópico de London se desarrolla en cinco obras: Gente del Abismo (1903), El talón de hierro (1908), Martin Eden (1909), Radiante Aurora (1910) y El valle de la luna (1913). Se extiende además en una serie de pequeñas narraciones de carácter apocalíptico, cuyo género él modestamente bautiza como de “seudo-ciencia”, la principal de las cuales es la titulada La peste escarlata.

En Gente del Abismo, London refleja, a la manera de un reportaje sociológico, los suburbios proletarios de Londres, y muestra, por medio de una extrapolación de la realidad francamente surreal, a dónde conduce moral y físicamente el capitalismo a los productores, qué decadencia produce en una infra-humanidad que el escritor ve plena de enfermedades, de monstruos que son mezclas de todas las épocas de la humanidad, a la manera de La máquina del tiempo de H. G. Wells. Martin Eden es la utopía del superhombre: el protagonista lucha por alcanzar un estado de YO superior utópico y muere asqueado de un orden burgués que exige la mediocridad y la hipocresía. Radiante Aurora describe la odisea homérica de la conquista del Norte por un gran héroe, que después de pasar la putrefacta experiencia del mundo de las finanzas, se acoge a la utopía del retorno a la Madre Naturaleza por amor. El valle de la luna es la utopía del reformismo que quiere mejorar las cosas, sin “traumas” ni “sobresaltos”, en un mundo en que el capitalismo no repara en medios para perpetuarse. La crueldad de la Oligarquía es insoportable, el egoísmo del Poder y del Dinero nos depara mil hecatombes, bombas definitivas, enfermedades promovidas por los Estados mayores militares, etc… que harán retroceder al hombre al Nadir. La supervivencia del capitalismo significa el fin de la civilización. Esto es lo que se nos viene a decir El talón de hierro.

En esta obra, a nuestro juicio la más importante (aunque desde un punto de vista literario la más perfecta sea La llamada de la selva), London elabora una aterradora semblanza de lo que va a ser la contradicción central del presente siglo y de los venideros (como dice Upton Sinclair en el prólogo a El grito de la justicia, una antología de textos socialistas de “los últimos cinco mil años”) y nos traslada al futuro de un socialismo que, mil veces derrotado y traicionado, renace entre las masas temporalmente doblegadas. London ha comprendido cuál es la verdadera naturaleza de la Bestia: el desarrollo de la gran oligarquía capitalista significará el empobrecimiento de millones de seres, de lo que hoy se llama “tercer mundo”. Su dominio extenderá la corrupción, que alcanzará también a la aristocracia obrera. Frente a los reformistas ilusos, London no se fía un ápice de ningún sector de la burguesía: sabe que ésta, antes de abandonar su hegemonía, empleará el “talón de hierro” de la brutalidad y la represión.

La historia, sin duda, le ha dado la razón a London: el esquema argumental de El talón de hierro lo hemos visto reproducido infinidad de veces. El desarrollo del capitalismo y sus contradicciones ha engendrado grandes movilizaciones, que han desembocado en huelgas masivas y han puesto al sistema al borde del precipicio. Pero las direcciones reformistas de la aristocracia obrera, con sus cuadros burocratizados, se han interpuesto y sus “reformas” han dejado incólume al Poder. Alemania, Hungría, Italia en los años 20, España y Francia en los años 30, Grecia en los años 40, Latinoamérica entre los 60 y los 70, en todos estos casos la situación se asemeja extraordinariamente a la trama argumental de esta gran novela, cuyo realismo político supera a nuestro juicio al de novelas como 1984 o Un mundo feliz, en el sentido en que se fundamenta más en la realidad de la lucha de clases y no deja ninguna puerta cerrada a la esperanza. La anti-utopía de London, escrita antes de la primera gran guerra, vislumbra décadas de terrorismo burgués y prevé el papel traidor del reformismo obrero como “última barricada del orden burgués”; pero cual Ave Fénix, las ansias revolucionarias resurgen de las cenizas. Un cuadro desolador, extremo, pero ¡tan próximo!

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«Control obrero, consejos obreros, autogestión». Antología por Ernest Mandel.

En estos tiempos de desmovilización e integración de las organizaciones de la clase obrera al Estado burgués, en los que no existen órganos de contrapoder que puedan disputar con vigor en la lucha de clases, toma sentido conocer y aprender sobre las experiencias históricas de organización independiente de nuestra clase. Los consejos obreros, ejemplo por antonomasia, no pueden ser olvidados. De ahí que hoy comparta esta antología realizada por Ernest Mandel.

Aquí el texto incluido en las solapas del libro (también se encuentra en la primera página del PDF):


«El problema del poder o dictadura del proletariado es uno de los dilemas centrales de nuestro tiempo y acaso, en última instancia, el más importante para los pensadores y militantes marxistas. En la teoría y práctica del marxismo —especialmente en este siglo, a raíz de la Revolución de Octubre y también de la instauración del socialismo en numerosos países— se han trazado dos líneas tendientes a articular tanto la toma del poder por la clase obrera cuanto su usufructo: por un lado el centralismo democrático y por el otro las variedades participatorias conocidas como cogestión, autogestión, consejos obreros, derivadas todas de la experiencia de los soviets rusos de 1917 y del propio pensamiento de Marx. En este volumen Ernest Mandel recopila —y prologa— textos teóricos de autores tales como Marx, Lenin, Kautsky, Trotsky, Gramsci, Pannekoek, Luxemburgo, Kuron, Modzelewski, etc., y documentos de experiencias de soviet en Argelia, Alemania, Bolivia, Hungría, Indonesia, Checoslovaquia y Francia 1968 y otros países. La importancia de esta recopilación no necesita subrayarse. No solamente restituye a los consejos obreros su función originaria —largo tiempo olvidada—, sino que al mismo tiempo reúne un corpus teórico y testimonial que es mucho más que una crítica de la burocratización: es la fundamentación del gobierno obrero».

Libro digitalizado y liberado para su consulta en internet. Pueden descargar el PDF aquí:

Control obrero, consejos obreros, autogestión. Por Ernest Mandel. Ediciones Era. 1974.

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Colombia. Tres vías a la revolución. Vieira, Mosquera y Sanchez. 1973

Después de varias semanas sin compartir materiales, hoy retomo con la publicación de «Colombia. Tres vías a la revolución», una compilación de entrevistas realizadas a principios de los 70’s por Oscar Collazos y Umberto Valverde. Gilberto Vieira, del Partido Comunista Colombiano (PCC), Francisco Mosquera, del Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario (MOIR) y Ricardo Sánchez de la Tendencia Socialista, responden a varios interrogantes sobre los planteamientos ideológico-políticos, especialmente sobre táctica y estrategia revolucionaria, de sus organizaciones.

El PDF no es de la mejor calidad, en tanto que la versión del libro con la que conté estaba bastante maltratada: muchos subrayados, especialmente en la entrevista de Mosquera (la cual también puede leerse aquí) y algunas páginas con daños. Si en algún momento puedo contar con una versión mejor, la escanearé.

El aporte es útil, especialmente por el prólogo, el epílogo y la entrevista de Ricardo Sánchez, textos que no son —por lo menos hoy día— tan conocidos.

Acá pueden descargar el libro, digitalizado y liberado para su divulgación:

Colombia. Tres vías a la revolución. Entrevistas a Vieira, Mosquera, Sánchez. Por Umberto Valverde y Oscar Collazos. Círculo Rojo Editores. 1973.

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¡A Luchar! Entrevista a Manuel Manotas, por Eric Toussaint. Inprecor. 1988.

La revista Inprecor (nombre que recibió el órgano de correspondencia de prensa internacional del Secretariado Unificado de la IV Internacional) en español, editada por la Liga Comunista Revolucionaria (LCR) de España, publicó en su número 64 (Noviembre de 1988) la presente entrevista. Eric Toussaint, dirigente de la Internacional, realiza una serie de preguntas más que interesantes a Manuel Manotas, miembro del Comité Ejecutivo de ¡A luchar!, brindando un esbozo de esta propuesta política revolucionaria. El PSR, por entonces sección de la IV Internacional en Colombia, se integró a ¡A Luchar! casi al tiempo en que el PST se retiraba, impulsado por la orientación internacional del morenismo (corriente impulsada por el dirigente argentino Nahuel Moreno, fundador del PST colombiano).

Aquí puede leerse la entrevista completa:

Entrevista a Manuel Manotas de ¡A Luchar! Inprecor 1988.

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Solo tenían el día y la noche… y se quedaron con la noche. A propósito de Dignidad y el viejo MOIR.

«Pero los nombres de los verdaderos partidos políticos nunca son adecuados por entero; el partido se desarrolla y el nombre queda«.

Friedrich Engels1.

En la medianoche de este primer cuarto de siglo, justo al eclipsarse un ciclo de la lucha de clases colombiana y mundial2, personajillos han salido de entre el fango y el estiércol de la política burguesa, vestidos con los mismos trajes de siempre, pero con nuevo lustre, para decir: ¡Es Ahora Colombia!

Jorge Robledo, el senador Palpatine3 del otrora MOIR (Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario, fundado hacia la década de los 70s y condenado a la ruptura tras la muerte de Francisco Mosquera Sánchez, su fundador), con su decrepitud como bandera, bien acompañado va: a su derecha, Sergio Fajardo, el eterno maestro de la contemplación, inmaculado por obra y gracia del aceite de ballena, que le mantiene lubricada su lucidez para defender el Estado Social de Derecha(o); a su ultraderecha, teñidos con el carmesí de un mártir (neo)liberal, chapotean los delfines del galanismo, Caliche y Juanma, hermanos, unidos por una misma línea consanguínea. Ellos, tan cerca de lo viejo, tan lejos de lo nuevo, han preferido lo seguro: el NeoLiberalismo; y a la extrema derecha, saliéndose del salón y bordeando la costa —y el coste—, se MIRA el azul azulino azuloso del océano, tan extenso como la gracia de Piraquive4, honrosa recaudadora de diezmos, y a cuyos sermones, base programática de su partido cristiano, bien se centralizan —o se arrodillan, rogando votos— los examigos del pensamiento Mao Tsetung.

Esta «nueva» alianza entre partidos que representan a fracciones de la burguesía, y de la pequeña burguesía, vuelve a hacer sonar los sables de la contienda electoral, reality show de la «democracia» burguesa que pronto tendremos la desdicha de volver a presenciar. A los viejos Jorge Robledo y Gustavo Triana, junto a sus cohortes de seguidores, quienes cómodamente se apoltronan en la burocracia sindical —ocupando cargos nada despreciables, a nivel nacional y regional, en la CUT y sindicatos filiales de FECODE, esencialmente— y en otros escenarios de la política institucional, les persigue un fantasma: el de su partido nodriza, el MOIR. Bien lo anotó Engels, los partidos pasan, pero los nombres quedan. Es así como el legado del MOIR (aún con todas las críticas acérrimas que se le puede realizar —y de las que soy partidario—), de sus militancias honestas y aguerridas, de Los Descalzos y de sus debates lanzados al seno del movimiento comunista colombiano, ha terminado empañándose por la nefasta política pragmática, eminentemente reaccionaria, de Dignidad, tanto en su vertiente robledista como en la de Aurelio Suárez, otrora siamés de Robledo, que ahora hace nido en «Colombia Soberana».

Esta alianza ya se había consagrado en Caldas para las elecciones del cuatrenio pasado. Dignidad, ASI, MIRA y Nuevo Liberalismo abordaron colectivamente la contienda electoral.

Un reciente libro de Juan Leonel Giraldo y Fernando Wills, titulado «Solo teníamos el día y la noche» , es la inspiración a escribir este texto. En él, viejos militantes del MOIR (hoy agrupados en distintas corrientes: Notas Obreras, Partido del Trabajo de Colombia, Colombia Soberana, Dignidad&Compromiso…) cuentan su historia como partícipes directos de la política de descalzamiento de su partido, orientada a construir frentes de masas que, en última instancia, estuvieron subordinados a la política reformista, electorera —aunque no limitándose a ella—. Los fragmentos de cada vivencia, entremezclados, dan a entender buena parte de la historia del MOIR, las iniciativas de sus militancias, sus sueños y esperanzas, sus planteamientos tácticos y sus luchas. La mayoría de ellas, incluso en la maraña ideológico-política del marxismo-leninismo pensamiento Mao Tsetung, conservaban algo de dignidad de una militancia que pretendía la revolución, en algún momento a estallar bajo una Guerra Popular alimentada por las bases campesinas y obreras agrupadas, en torno suyo, a lo largo y ancho del país. Esta vía a la revolución en Colombia implicaba el interclasismo, sustentado por una interpretación particularmente mecánica de la Nueva Democracia maoísta, en la que se habla de la conformación de un frente popular con las cuatro clases revolucionarias en China: el campesinado, el proletariado, la pequeña burguesía y la burguesía nacional. Las últimas dos, joya de la sociedad de clases, terminaron por ser lo más preciado para quienes se quedaron en la noche del viejo MOIR.

Los caminos del frentepopulismo5 y la lucha electoral, en los que inevitablemente se encontró con el Partido Comunista Colombiano (PCC), les llevaron a conformar la UNO, Unión Nacional de Oposición, en la que formaron un frente con los liberales, los anapistas y la democracia cristiana. Lo mismo, tiempo después, en el Frente por la Unidad del Pueblo(FUP), el MOIR se aliaría con la ANAPO, el Movimiento Amplio Colombia (MAC), el Movimiento Independiente Liberal (MIL) y otros sectores burgueses. El FUP, como otra experiencia interclasista que no era nueva en su corriente política, fue tan poco innovadora como el ¡Ahora Colombia! de Dignidad, desvergonzada apuesta electorera para salvar umbrales y personerías jurídicas, en la que se une lo más rancio y solapado de la política liberal. Lo importante, y retomando el libro, es la experiencia misma de la militancia, marcada por unos principios que, para bien o para mal, han sido arrancados de raíz. Todo lo bueno de su experiencia de masas, no es más que una mancha en el horizonte político de los herederos vergonzantes del MOIR. Me refiero a aquellos que se quedaron en la medianoche del siglo6, liquidando su pasado para enmarcarlo en viejos escritos y en notas de archivo de Tribuna Roja, quienes hoy dan un paso noctámbulo, vendiendo falsas esperanzas transformadoras a las clases oprimidas y explotadas, con especial descaro a las juventudes que por inocencia, desconocimiento o engaño, se acercan a sus filas en las universidades, en los barrios, en los colegios, en los centros de trabajo…

Manifestación del 1 de mayo, bloque de la UNO. Tribuna Roja. Mayo 10 de 1975

La derrota temporal del comunismo, entendido como objetivo, movimiento e hipótesis, nos ha legado este contexto de desarme político e ideológico del proletariado y de las clases explotadas, surgiendo organizaciones limitadas en su potencialidad revolucionaria, que optan por entregarse al pactismo con las clases dominantes. Es en este contexto de «pactos históricos», que recuerdan al fracaso del «compromiso histórico» del Partido Comunista de Italia, y que poco ejemplo dan para criticar desde una posición progresista (cuando el PH ha pactado con cristianos, como Saade, y con expresiones del liberalismo santista, de ahí la «unión táctica» con Roy Barreras, Benedetti, Cristo, Lizcano, Sarabia…) al frentepopulismo de Dignidad&Compromiso, que se hace necesario recuperar la independencia político-ideológica de nuestra clase, de los y las desposeídas, de los y las nadie. Sin renunciar a nuestros principios, a nuestro programa histórico y a una estrategia política que ponga en el centro los intereses de nuestra clase.

Finalmente, de los recuerdos del MOIR, que hace décadas no existe en sí, y cuyo nombre lanzado al olvido ha sido apropiado por el robledismo, nada mejor que mantenerlos en su sepulcro, constituidos como un vestigio de una época a ser superada: sin prolongaciones, sin tergiversaciones y sin elogios desmerecidos. Mucho menos cuando los elogios y falsificaciones provienen de quienes un día, siendo fogoneros de la revolución, juraron mantener la chispa encendida, pero que hoy, como césares de la decadencia en Dignidad&Compromiso, apagan toda llama, preservando la oscuridad en su noche. Una noche perpetua. Una noche de la que no saldrán jamás.

  1. Extracto del prefacio escrito por Engels a una antología de sus artículos publicados en Der Volkstaat durante la década de 1870. El referido prefacio fue escrito el 3 de enero de 1894. ↩︎
  2. Un ciclo de luchas cerrado con el proceso de paz FARC-Estado y con la canalización electoral-institucional del masivo levantamiento popular del año 2021, que ahora ha abierto un periodo de reflujo e integración directa a la política institucional burguesa. En el terreno mundial, todavía resonando el final del ciclo de Octubre del siglo XX, se constata la crisis de los proyectos devenidos de la fractura del movimiento comunista internacional: el progresismo reformista, la socialdemocracia light de hoy, como los rezagos del 15M español: Podemos, IzquierdaUnida, SUMAR. Proyectos que hoy han colapsado en sus apuestas «altermundistas» y transformadoras, quedando integrados al sistema de partidos burgueses. Lo mismo para Syriza, en Grecia, del que solo quedó el desdén popular-revolucionario hacia su línea política; Chile, con el paupérrimo frentepopulismo que llevó a Boric al timón del poder ejecutivo burgués, otro ejemplo cercano de la contención revolucionaria mediante la vía electoral; Francia, en la que los herederos de Mitterand, enarbolando la consigna de un «Nuevo Frente Popular» encabezado por Mélenchon, vuelven a engañar al proletariado galo bajo las ilusiones del reformismo; Venezuela, Ecuador, Chile, Bolivia y Argentina, todos ellos ejemplos de la marea rosa, del fracasado socialismo del siglo XXI, que a cuestas llevan las traiciones del nacionalismo y el populismo burgués, proyectos estancados en la legitimación del Estado capitalista y de las posibilidades de «reformarlo», sin intención alguna de derribar sus cimientos. ¿Qué podemos observar, a priori, de las experiencias progresistas frentepopulistas del resto del mundo?: fracaso, cuyas consecuencias recaen en una pérdida de esperanza en la construcción de instrumentos revolucionarios, con independencia de clase, al servicio de los y las oprimidas y explotadas del planeta. ↩︎
  3. Me refiero al personaje de Star Wars, Sheev Palpatine, senador de la República que, a la postre, termina siendo un infiltrado de los Sith, liquidadores del republicanismo intergaláctico en el universo de la saga. ↩︎
  4. María Luisa Piraquive, lider mundial de la Iglesia de Dios Ministerial de Jesucristo Internacional, base política y financiera del partido Movimiento Independiente de Renovación Absoluta, MIRA. Piraquive, encarnación misma de su partido, ha estado involucrada en presuntos casos de corrupción y lavado de activos, incidiendo en el aparato del Estado para beneficiar sus negocios, que giran en torno a su iglesia cristiana. ↩︎
  5. Táctica política que, desde el VI Congreso de la III Internacional, fue asumida por los Partidos Comunistas estalinistas, y que consiste en aliarse con partidos burgueses para poder asumir programas «nacional-democráticos» y «luchar», de forma conjunta, contra «amenazas comunes» : el fascismo, ejemplo por antonomasia, fue una de las excusas. El frentepopulismo, todavía en boga, aún en Estados en donde el fascismo no es una fuerza política contundente, implica la conciliación entre intereses de clase que, por naturaleza, son antagónicos y por tanto irreconciliables. Representa, entonces, una renuncia a la independencia política de clase, constriñéndose la más de las veces a los programas burgueses, claudicando del camino a la revolución y disciplinándose en la vía de la burocratización, el cretinismo parlamentario y el reformismo ilusorio. ↩︎
  6. Expresión tomada de la obra del revolucionario Victor Serge. Acá usada para referirse a la desviación contrarrevolucionaria que, a cuestas del siglo XXI, se opera en la política burguesa de los otra partidos oficiales estalinistas. ↩︎

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Peppino Impastato. Apuntes biográficos.

Recientemente he conocido la historia de Giuseppe «Peppino» Impastato, un militante revolucionario que, desde la trinchera de Democracia Proletaria, se opuso al oportunismo del Partido Comunista de Italia y su política de «compromiso histórico» (una alianza interclasista con la Democracia Cristiana, partido político de las clases dominantes), así como al brazo armado de la burguesía italiana: la mafia.

A propósito de su vida, inmortalizada en las grabaciones de «Radio Aut» (una radio autogestionada desde la que Impastato realizaba labores de agitación y propaganda) y la película I cento passi, comparto los siguientes materiales:

Web de la Asociación Cultura Peppino Impastato, que contiene una buena recopilación bibliográfica sobre él.
Película «Los cien pasos» (I cento passi)
Canción de Modena City Ramblers – I Cento Passi

Asimismo, reproduzco un pequeño texto publicado en Jacobin a propósito de Impastato y el rol de las militancias comunistas en su lucha contra la mafia.

Comunistas contra la mafia

Marta Fana1

La batalla contra la mafia siciliana no la ganaron ni la policía ni los jueces: la mafia fue vencida por los comunistas y los militantes obreros.

El 9 de mayo de 1978 los italianos se despertaron con la noticia del asesinato del ex primer ministro democristiano, Aldo Moro, a manos de las Brigadas Rojas. Esa misma mañana, en la pequeña ciudad siciliana de Cinisi, la policía encontró el cadáver de Giuseppe Peppino Impastato, un joven militante antimafia asesinado por la Cosa Nostra, la mafia siciliana.

Impastato es homenajeado cada año como ejemplo de la lucha de los jóvenes italianos contra la que fue la organización criminal más poderosa del país (y lo sigue siendo en la propia Sicilia). La versión oficial presenta este hecho como una historia no partidista que implica divisiones políticas, aunque la propia lápida de Impastato lo recuerda como un «militante revolucionario y comunista asesinado por la mafia democristiana».

Olvidar el carácter político de las figuras que lucharon contra la mafia a lo largo de los años se ha convertido en un elemento básico de la memoria pública. Conviene a quienes quieren relegar esta lucha a una cuestión puramente judicial —defender la legalidad— e ignorar la cuestión social que hay detrás. Sin embargo, si durante más de un siglo la mafia ha hecho la guerra a los campesinos y trabajadores agrícolas, a los militantes comunistas y socialistas, a los sindicalistas y a los parlamentarios comunistas, la resistencia contra su control es igualmente política.

Desde la última década del siglo XIX, la lucha contra la mafia ha sido una lucha contra el poder tanto de las clases dominantes como de sus aliados; de hecho, la propia mafia ha fusionado con el tiempo ambas categorías.

Esta es una historia siciliana, pero también un espejo de la historia nacional italiana y de las masacres ordenadas por el Estado. Quienes dirigieron estos crímenes siguen impunes. Sin embargo, pertenecen exactamente al bloque de poder burgués que durante tanto tiempo ha utilizado a grupos armados y fascistas y a la mafia para cumplir sus órdenes.

Primeras batallas

Varios estudios demuestran que la mafia surgió en las últimas décadas del siglo XIX como organización para proteger los beneficios que el crecimiento del comercio de cítricos (y sus exportaciones) aportaba a los latifondisti (grandes propietarios). Las bandas mafiosas defendían los beneficios no solo de los limones y las naranjas, sino también del azufre, ya que los propietarios de las minas buscaban una protección organizada.

Los gabellotti —empresarios que alquilaban y gestionaban las fincas de los grandes terratenientes— también eran mafiosos o estaban relacionados con la mafia. Estaban flanqueados por los campieri, un cuerpo de policía privado que mantenía el orden en las fincas, como una especie de ancestro de los caporali (jefes de cuadrilla de trabajadores), figuras que controlaban la mano de obra mediante la represión violenta.

Esto llevó a la resistencia de los trabajadores, como fue el caso de los Fasci dei Lavoratori (Ligas de Trabajadores), también conocidos como los Fasci Siciliani (Ligas Sicilianas), un movimiento popular que se desarrolló entre 1891 y 1894 antes de ser reprimido por el Ejército Real del Primer Ministro Francesco Crispi, así como por la Mafia.

Estos Fasci surgieron como respuesta de las clases subalternas cuando los terratenientes de Sicilia descargaron los costes de la crisis agrícola sobre los jornaleros y los mineros. Fundados oficialmente por Giuseppe de Felice Giuffrida el 1 de mayo de 1891, se organizaron en secciones territoriales a nivel provincial. Tenían un enfoque explícitamente socialista, a diferencia de las otras ligas que surgieron en otras regiones, fuertemente influenciadas por el anarquismo.

El movimiento de los obreros agrícolas, de los trabajadores de las minas de azufre y de los campesinos exigía mejores condiciones de trabajo, la reducción de la jornada laboral, aumento de los salarios y reducción de las tareas gratuitas a las que se veían obligados a servir a los terratenientes o a los gabellotti que dirigían las explotaciones. Pero también querían una reforma agraria que redistribuyera la propiedad de la tierra.

Eran, por definición, antimafia, porque luchaban tanto por el estatus como en oposición a la opresión económica y militar impuesta por los mafiosos.

Resumiendo esta postura, los Estatutos del Fascio de Santo Stefano Quisquina prohibían a sus miembros «asociarse con todos aquellos que hayan traicionado los objetivos del Fascio (…) o con aquellos que sean conocidos como vagabundos, mafiosos y hombres involucrados en transacciones criminales».

Estos Fasci hicieron uno de los primeros grandes movimientos en Italia, como dijo Antonio Labriola, uno de los primeros y más grandes estudiosos del marxismo en Italia; fue el segundo gran movimiento de la masa proletaria que surgió en Italia después de 1888-1891.

Escribiendo en 1893, un año antes de que el gobierno eliminara a Fasci por la fuerza, Labriola expresó un poderoso optimismo de la voluntad, añadiendo que «el movimiento siciliano no debe desaparecer nunca».

Desgraciadamente, el movimiento estaba efectivamente roto. Pero no murió del todo, porque la lucha por la tierra y la liberación de las clases trabajadoras, así como la inspiración socialista del movimiento (más tarde también comunista) estaba destinada a tener una larga historia en Sicilia. De hecho, fue gracias a la «larga ola» del movimiento por la tierra y por la reforma agraria democrática que el Partido Comunista Italiano (PCI) pudo conseguir apoyo en la isla y convertirse en un partido de masas al final de la Segunda Guerra Mundial.

En las elecciones regionales del 20 de abril de 1947, el bloque popular comunista y socialista obtuvo el 29,13% de los votos, frente al 20,52% de los democristianos. Las capas populares se organizaron, lucharon y votaron contra el bloque de poder del que formaba parte la mafia.

Un baño de sangre antizquierdista

Sin embargo, se enfrentaron a una represión brutal. Ya en los primeros meses de 1947, antes de las elecciones, la mafia asesinó a Nunzio Sansone (fundador y secretario de la Cámara del Trabajo de Villabate) y a Leonardo Savia —como Sansone, comunista en la primera línea de lucha por la reforma agraria—. Los mafiosos también mataron a los activistas Accursio Miraglia y Pietro Macchiarella.

Después de que los sicilianos dieran su veredicto en las urnas, demostrando que no se dejarían intimidar, la Mafia respondió con una masacre en Portella della Ginestra el 1º de mayo de 1947. En la concentración para celebrar el Día Internacional de los Trabajadores en la pequeña comuna siciliana, las ráfagas de ametralladora mataron a once personas y dejaron casi un centenar de heridos.

Este fue un momento decisivo en la historia de Italia, ya que mostró las fuerzas que estaban detrás del bloque gobernante que se formó en los años de la posguerra. La Democracia Cristiana gobernaba Italia junto con los partidos conservadores, y en alianza entre la burguesía industrial del Norte y los terratenientes del Sur, un pacto del que ahora formaba parte la Mafia.

En este entorno, los comunistas y los socialistas eran el enemigo número uno. Y el ministro del Interior en 1947 era Mario Scelba, anticomunista por excelencia, que reprimió sangrientamente al movimiento obrero tanto en los años inmediatos a la posguerra como en la década de 1960.

Las opiniones anticomunistas de las autoridades italianas y sicilianas resonaron en las palabras del otro gran aliado del bloque gobernante: la Iglesia católica, conservadora y anticomunista. El entonces cardenal de Palermo, Ernesto Ruffini, presionó al gobierno demócrata-cristiano de Alcide de Gasperi para que prohibiera a los comunistas, tras asegurar su excomunión por la propia Iglesia.

La represión continuó en los años siguientes, cosechando nuevas víctimas entre los socialistas y comunistas de Plácido Rizzotto y Salvatore Carnevale. Esta represión también estaba vinculada al destino del movimiento campesino y a la cuestión no resuelta del Sur: la lucha de clases fuera de las fábricas. En estos años, la izquierda tenía que entender esta relación entre el proletariado y la lucha de clases, entre la organización y las alianzas de clase, para tener un camino a seguir.

Un movimiento político

Tal vez la mejor expresión sea la de los textos de Raniero Panzieri recogidos en L’alternativa socialista: scritti scelti 1944-1956. En esa época era dirigente del Partido Socialista Italiano; más tarde fue uno de los fundadores del laborismo. Enviado por su partido a Sicilia en 1949, criticó la incapacidad de la izquierda para comprender la situación:

Muchos compañeros piensan que el movimiento campesino y, en particular, las ocupaciones de tierras son un movimiento «espontáneo», es decir, un movimiento puramente económico. Creo que debemos ser claros: políticamente, el movimiento campesino es un intento de revolución democrática. Pero a este nivel, está lejos de ser un movimiento espontáneo y económico. Avanza en formas y objetivos políticos e ideológicos no menos que los económicos, por ejemplo a través de la demanda de nuevas formas de gobierno local, de una justicia administrativa y fiscal diferente, de la elevación del nivel cultural, etc..

De hecho, las reivindicaciones sociales del movimiento eran lo contrario de las estructuras de poder cristianas y democráticas establecidas, basadas en el chantaje, la especulación y los privilegios. Tratando de proteger este poder, las fuerzas reaccionarias trabajaron para impedir que los comunistas y socialistas fueran elegidos en los municipios y gobiernos municipales. En repetidas ocasiones se les impidió presentarse a las elecciones, mediante la intimidación y el asesinato de quienes se obstinaban en transformar Sicilia y sus diversas localidades en una tierra de democracia.

Hubo avances excepcionales, como se ve en el relato de Vera Pegna, una joven que se trasladó a Sicilia y se unió al PCI en Palermo. Aunque parecía que las exigencias urgentes de la acción diaria eran la única necesidad real, estudió el Manifiesto Comunista de Marx y Engels y el ¿Qué hacer? de Lenin; era necesario que cualquier militante que se incorporara a las filas del partido desarrollara una sólida base teórica.

El centro de su actividad era Caccamo, una de las ciudades donde la mafia había impedido a los comunistas participar en las elecciones locales. Desafió el poder del jefe de la mafia Panzesca y, cuando los comunistas se presentaron en la votación de 1962, eligieron a cuatro representantes. Pero este fue un éxito relativo y poco frecuente. Poco después, Pegna abandonó la isla, sacudida por las amenazas de la mafia y la sensación de aislamiento.

De hecho, la mafia nunca ha dejado de atacar a los sindicalistas de origen comunista y socialista. Si en las elecciones regionales de 1955 los partidos que formaban el Bloque Popular se presentaron en listas separadas por primera vez desde antes del fascismo, y presentaron candidatos, durante la campaña mantuvieron un frente común contra la mafia. Al fin y al cabo, ese mismo año la mafia había matado a varios militantes, entre ellos Salvatore Carnevale, trabajador de las minas de azufre, que también era dirigente del sindicato CGIL. Las autoridades de la Democracia Cristiana no asistieron a su funeral, pero los trabajadores mineros y agrícolas acudieron en masa.

Panzieri, que llegó a ser secretario regional del Partido Socialista, convocó una manifestación masiva para honrar a su compañero asesinado. En el pueblo de Sciara acudieron dirigentes políticos regionales y nacionales: desde el entonces secretario regional de la CGIL, Pio La Torre, hasta el secretario Pompeo Colajanni del PCI de Palermo y el diputado socialista Sandro Pertini (posteriormente presidente de la República), que cerró la manifestación con un llamamiento a la clase y especialmente a los jóvenes: «De su muerte debemos dar un ejemplo y una inspiración. Y el ejemplo que dejó es el de la lealtad a la clase trabajadora y al partido».

Panzieri subrayó la íntima conexión entre todas las luchas de clase contra el bloque burgués-mafioso:

Salvatore Carnevale nació para ser testigo, a través de su lucha y de su vida, del irresistible despertar de las fuerzas campesinas decididas a afirmar su presencia, sus derechos históricos, sus derechos humanos en este país contra la dominación sórdida e inhumana de los terratenientes, los barones, los mafiosos y el crimen.

La caída del movimiento

Entre 1946 y 1956, unas 274 000 personas emigraron de Sicilia al norte de Italia o al extranjero; formaban parte de una población que no superaba los 4 millones; les siguieron otras 352 000 en la década siguiente.

La mayoría se convirtieron en trabajadores precarios en las industrias del Norte, donde su lucha continúa en todas partes, dentro y fuera de la fábrica. Sin embargo, esta experiencia puede enriquecer los debates contemporáneos sobre la lucha de clases y la migración.

En esas décadas se produjo el crecimiento económico que siguió a la reconstrucción de posguerra, con un desarrollo industrial acelerado en el sur y no solo en el norte. Junto a esto, del desarrollo intensivo en capital, hubo un gran crecimiento en la subcontratación de empresas por parte del Estado, desde la recuperación de tierras para la agricultura hasta la expansión de la infraestructura de la región.

Esto supuso considerables beneficios tanto para los terratenientes como para la burguesía urbana de la que formaba parte la propia mafia. La «Cassa per il Mezzogiorno», un organismo público destinado a invertir miles de millones y financiar el desarrollo del sur, permitió a la mafia acumular beneficios y capital, convirtiéndose en una potencia económica que pronto se trasladaría también a las regiones del norte, con oportunidades aún mayores. Lo que siguió fueron décadas de sangrientas guerras entre clanes mafiosos en las que nadie se salvó, culminando con el asesinato del general de los carabinieri [policía militar] Carlo Alberto dalla Chiesa en 1982 y de los jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsellino en 1992. La mafia atacó a los comunistas y también al sistema judicial.

Un ejemplo de ello fue el caso de Peppino Impastato, el militante asesinado en 1978, que era un joven comunista activo en la izquierda en los años 60 y 70. Apoyó las luchas de los trabajadores rurales y de los desempleados. Pero, sobre todo, fue una desafiante voz de protesta contra la expropiación de las tierras de los campesinos para construir la tercera pista del aeropuerto de Palermo. Esta era la principal base de poder del jefe de la mafia Cinisi, Gaetano Badalamenti, cuyo control del aeropuerto garantizaba un considerable flujo de drogas. Peppino informó con irreverencia sobre estos acontecimientos en las protestas callejeras y en la radio a través de la emisora que fundó, Radio Aut.

Por orden de Badalamenti, Peppino murió en una explosión. Para ocultar la mano de la Mafia en el asesinato, los investigadores y la prensa afirmaron que Peppino se había suicidado accidentalmente mientras organizaba un atentado terrorista. En aquellos años, era una práctica habitual culpar de las bombas y las masacres al enemigo político interno, los comunistas. Pero el asesinato fue ordenado por los poderes locales. Solo en la década del noventa se volvió a abrir el caso Impastato, con la acusación contra Badalamenti y su mano derecha Palazzotto, detenido por el asesinato en 2002.

En 1982, unos meses antes del asesinato del jefe de policía Dalla Chiesa, también fue asesinada otra figura importante en la lucha contra la mafia: el parlamentario comunista Pio La Torre, que había sido dirigente de la CGIL en Sicilia en los años 50 y un incansable defensor de la tierra. La Torre había detectado con perspicacia las fallas de la mafia como sistema organizado de poder y acumulación de capital.

Fue gracias a su propuesta —que luego se convirtió en ley— que la mafia fue reconocida como una organización criminal y, por lo tanto, castigada no solo con el encarcelamiento de sus miembros, sino con la confiscación de sus bienes (inmuebles, negocios y tierras de cultivo). Para el comunista, atacar el corazón de este negocio —parte del capitalismo— requería atacar su poder de acumulación y su control y propiedad del capital.

Han pasado más de tres décadas desde que se introdujo la ley, y la mafia aún no ha muerto. Ha demostrado ser capaz de transformarse y entrar en el laberinto interior del capitalismo italiano, basándose en el gran poder económico que ha acumulado. La Cosa Nostra ya no utiliza las armas tanto como antes. Pero sigue teniendo el control.

  1. Texto reproducido de Jacobin ↩︎
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Ta Thu Thau, líder trotskista vietnamita

Ngo Van Xuyet1

Ta Thu Thau nació el 6 de mayo de 1906 en Tan Binh (Longxuyén, sur de Vietnam), el cuarto niño de una familia grande y muy pobre: su padre era carpintero. En 1925 comenzó a trabajar como maestro en Saigón. A la edad de 20 años, junto con la mayor parte de la juventud «educada», Ta Thu Thau -en una experiencia a la que él llamó después una «locura de su juventud»- ingresó al grupo nacionalista Joven Anam, que pronto fue disuelto por el gobierno colonial francés. (…)

Ta Thu Thau llegó a Francia en septiembre de 1927 y se inscribió en la facultad de Ciencias de la Universidad de París. Se afilió al Dang Viet Nam Doc Lap (Partido por la Independencia Anamita – PIA), y después que su fundador Nguyen The Truyen regresó a Vietnam en 1928, se hizo responsable del trabajo de éste.

La publicación mensual anti-colonialista Résurrection, que comenzó en diciembre del mismo año, tuvo corta vida, fue publicada por Ta Thu Thau en colaboración con Huynh Van Phuong. (…) Un volante escrito por Ta Thu Thau concluía: «desde nuestra abominable esclavitud, lanzamos un llamado a todos los oprimidos de las colonias: a unirse contra el imperialismo europeo, blanco o rojo, si desean una parte de este mundo para ustedes mismos.» En marzo de 1929 Ta Thu Thau trató en vano de defender al PIA para evitar su disolución legal por parte del tribunal del distrito del Sena.

Del 20 al 30 de julio de 1929 participó en el Segundo Congreso de la Liga Anti-Imperialista en Frankfurt[1] En los círculos de izquierda en París, conoció a Felicien Challaye, Francis Jourdain y Daniel Guérin.[2] Abandonó las convicciones nacionalistas de sus tempranos años y entró a la Oposición de Izquierda Trotskista. Tenía 23 años.

Luego de la insurrección de Yen Bay, la noche del 9-10 de febrero de 1930, inspirada por el Viet Nam Quôc Dân Dang (el Kuomintang anamita), Ta Thu Thau formuló su perspectiva política en relación con la revolución indochina en La Verité, órgano de la Oposición de Izquierda en París (abril, mayo, junio 1930).

Ta Thu Thau criticaba aquí a la Tercera Internacional y al PCF por su negligencia en entrenar cuadros marxistas, y por su método empírico hacia la así llamada «situación revolucionaria continua» en Indochina; denunciaba la «política falsa de la Internacional», la política aventurera del Tercer Período, como resultado de la cual «los revolucionarios proletarios habían capitulado a los partidos nacionalistas …» y «la revolución china había sido conducida a la tumba.»[3] (…)

El 22 de mayo de 1930 los estudiantes anamitas en París se movilizaron en los Champs d´Elysées en contra de más de 50 condenas a muerte dictadas contra los participantes del levantamiento de Yen Bay; Ta Thu Thau fue arrestado, y el 30 de mayo deportado desde Francia hacia Vietnam con 18 de sus compatriotas.

Cuando el Ta doi lap trotskista clandestino (Oposición de Izquierda) fue formado en Saigón aproximadamente hacia fines de 1931, Ta Thu Thau fue uno de sus fundadores. Pero el grupo pronto se dividió en tres fracciones: Ta Thu Thau organizó el grupo Dông duong công san (Comunismo Indochino), que desde el 1 de mayo de 1932 publicó una hoja de noticias mimiografiada, Vo San (El Proletario). Huynh Van Phuong y Phan Van Chanh, quienes también estaban entre aquellos deportados de Francia, publicaron diarios de propaganda comunista bajo el título Ta doi lap tung tho (Publicaciones de la Oposición de Izquierda). Otro deportado de Francia, Ho Huu Tuong, junto con otros opositores del Partido Comunista Indochino, formaron el grupo Thang Muoi (Octubre).[4]

Estos grupos clandestinos fueron pronto abatidos por una severa represión. Cuarenta y una personas fueron arrestadas en Saigón y en las provincias Bacliêu, Baria, Giadinh y Soctrang. Arrestado el 8 de agosto de 1932, Ta Thu Thau fue liberado con una advertencia el 21 de enero de 1933, pero 15 activistas fueron sentenciados entre 4 meses y 5 años de prisión en un juicio a 21 trotskistas el 1° de mayo de 1933. (…)
El 15 de noviembre del mismo año, siguiendo una iniciativa de un círculo de estudios de antiguos estudiantes de Francia, Ta Thu Thau dio una conferencia sobre la dialéctica, a una gran audiencia de estudiantes y obreros reunidos en una facultad cooperativa. (…)

Buscado por las autoridades a causa de «actividad subversiva de prensa», se le otorgó una sentencia de prisión en suspenso de dos años el 27 de junio de 1935, una pena confirmada por la corte de apelación el 10 de septiembre de 1935. El 26 de diciembre de 1935 Ta Thu Thau -junto con otros tres representantes electos de La Lutte- fue arrestado por pronunciar un discurso en apoyo de los conductores de tílburi que se declararon en huelga, fueron excarcelados al día siguiente. En el juicio seguido contra el periódico La Lutte el 18 de marzo de 1936, Ta Thu Thau recibió una multa de 500 francos en la corte de Saigón. (…)

Fue formado un comité para preparar un pliego de reivindicaciones democráticas para ser presentadas al gobierno del Frente Popular. El movimiento del Congreso fue proscripto el 19 de septiembre de 1936, y Ta Thu Thau, que había participado de su comisión de legislación para los obreros, fue encarcelado junto con Nguyen Van Tao y Nguyen An Ninh. Fueron todos liberados después de 11 días de huelga de hambre, el 5 de noviembre.

En 1937 las huelgas industriales y las manifestaciones campesinas estallaron nuevamente. Ta Thu Thau se encontró de vuelta en prisión desde el 18 de mayo al 7 de junio, y entonces fue condenado por la corte de Saigón el 9 de julio a dos años de prisión, una sentencia contra la cual él apeló. (…) Una huelga general de ferroviarios terminó con Ta Thu Thau de vuelta en prisión el 23 de julio de 1937. Después de una huelga de hambre de 12 días, fue vuelto a llevar frente a la corte de Saigón el 17 de septiembre sobre una camilla. Estaba semi-paralizado. Al mismo tiempo fue condenado el 11 de noviembre a cumplir una sentencia de dos años adicionales, fue liberado condicionalmente tres meses antes del final de la condena, en febrero de 1939, en vísperas del año nuevo anamita.

Trabajando con sus camaradas trotskistas Ta Thu Thau continuó la publicación del periódico Tranh dau (antiguamente La Lutte, que apareció en idioma anamita a partir de octubre de 1938), apoyando a la Cuarta Internacional. Desde las páginas del periódico, emprendió una campaña para las elecciones del Concejo Colonial del 16 al 30 de abril de 1939,[5] donde fue elegido con sus dos camaradas Tran Van Thach y Phan Van Hum.[6] Su programa incluía la oposición a un préstamo nacional de 33 millones de piastras que estaba siendo recolectado entre el pueblo «para la defensa de Indochina» -y esto chocaba con la posición del Partido Comunista indochino, que estaba alineado con la del PCF, de que Francia tenía que poner sus fuerzas de seguridad en estado de alerta, como consecuencia del pacto Laval-Stalin de mayo de 1935. (…)
Ta Thu Thau fue autorizado a abandonar Saigón el 21 de agosto de 1939 para ir a Siam. Tenía la intención de buscar tratamiento médico allí. Pero la guerra estalló, y fue arrestado y llevado de vuelta a Saigón el 18 de octubre de 1939.

El periódico Tranh dau estaba entre aquellos afectados por una orden de prohibición del 26 de septiembre de 1939, y el grupo de Ta Thu Thau estaba entre aquellos «grupos y asociaciones comunistas» afectados por una orden de disolución (decretada en octubre, 1939). Condenado en la corte de Saigón el 16 de abril de 1940 a cinco años de prisión, una orden de proscripción de 10 años y a 10 años de pérdida de los derechos civiles. Ta Thu Thau fue deportado al campo de concentración de la isla Poulo Condore en octubre de 1940.(…)

Después de su regreso del campo de concentración hacia fines de 1944, Ta Thu Thau trabajó para construir el Partido Socialista de los Trabajadores (Dan xa hoy tho thuyen). (…) A mediados de 1945, se había abierto camino hasta Tonkín, y estableció contacto con los militantes trotskistas de la región Dan phuong, incluyendo con Luon Duc Thiêp, Khuong Huu An y otros que estaban publicando el periódico Chien dau (Combate) como el órgano del Partido Socialista de los Trabajadores del norte de Vietnam.

Ta Thu Thau participó en reuniones clandestinas de obreros y campesinos en las áreas mineras de Nam dinh, Haiphong y Hai duong. Después de la caída de Japón y de la llegada al poder de Ho Chi Minh en agosto de 1945, Ta Thu Thau tenía la esperanza de volver a Vietnam del Sur, pero fue arrestado por el Vietminh en Quang ngai y asesinado en septiembre de 1945. (…)[7]
Como persona, Ta Thu Thau era simpático y tenía gran aplomo. Contestando una citación judicial del gobernador Pagés[8] en abril de 1937, declaró: «Soy revolucionario, y revolucionario permaneceré mientras haya sangre en mis venas.»

Notas

1 La Liga Anti-Imperialista, fundada bajo la influencia de los dirigentes de la Comintern stalinista en 1927 en Bruselas, reunía a pacifistas y otros izquierdistas pequeño-burgueses. El congreso de Frankfurt, al que asistió Ta Thu Thau, puso fin a su corta vida (N. de E. original).

2 Felicien Challaye, Francis Jourdain y el historiador y escritor Daniel Guérin eran anti-colonialistas franceses, inspiradores de numerosas acciones para apoyar la liberación colonial, y fundadores en 1933 de un Comité de Amnistía para los prisioneros políticos vietnamitas.(N. de E. original)
3 Ver artículo La revuelta de Yen Bay y lo que significa en pág. 62 de este dossier.

4 Phan Van Chanh ingresó a la Oposición de Izquierda en París en 1929, y fue deportado junto con Ta Thu Thau en 1930. Trabajó como maestro, y fue editor del órgano de la Oposición de Izquierda de Saigón. Deportado a Poulo Condore desde 1940 hasta 1943. Fue asesinado por los stalinistas en octubre de 1945.

Ho Huu Tuong comenzó su vida política como nacionalista, e ingresó al movimiento trotskista mientras estudiaba en Francia, en Aix-en-Provence y Lyon; regresó a Saigón en 1931.(N. de E. original)

5 Los Concejos Coloniales eran organismos administrativos con poderes limitados; el derecho a votar era concedido en base a la posesión de pequeña propiedad. (N. de E. original)

6 Phan Van Hum era un profesor de leyes, literatura y filosofía. Comenzó su actividad política como nacionalista, pero ingresó al movimiento trotskista en Francia a principios de los ’30. Al regresar a Saigón en julio de 1933, participó en La Lutte, fue deportado a Poulo Condore durante la guerra, y fue asesinado por los stalinistas en octubre de 1945. (N. de E. original)

7 De acuerdo a un informe publicado en Quatrième Internationale en 1947, Ta Thu Thau fue enjuiciado por un «tribunal popular» del Vietminh después de su arresto. Debido a su gran prestigio en el movimiento obrero, este tribunal no pudo ser convencido de encontrarlo culpable de nada; de todas maneras luego fue fusilado. (N. de E. original)

8 Pierre Pagès fue el gobernador colonial francés de Indochina durante toda la década del 30.(N. de E. original).

  1. Escrito: En 1990 para  la revista Revolutionary History.
    Primera vez publicado: En traducción al inglés por Simon Pirani, en Revolutionary History volumen 3, N° 2, otoño de 1990..
    Versión al castellano: Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones «Leon Trotsky», Buenos Aires – Argentina. La traduccion.previamente inédita, se publicó en la revista Cuadernos del CEIP «Leon Trotsky», n° 3 (agosto de 2002).
    Versión digital: Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones «Leon Trotsky», Buenos Aires – Argentina, diciembre de 2003.
    Esta edición: Marxists Internet Archive, agosto 2006. ↩︎
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Sostiene Pereyra. Elogio de la bonhomía, la tenacidad y la militancia

Manuel Garí Ramos

20/03 de 2023. Tomado de: Poder Popular

Nadie es imprescindible. La lucha continua
Es así, pero no es así, alguien es imprescindible.
La lucha tiene siempre el rostro y el corazón del ser humano que lucha (…)
Y que no es tan fácil decir La Lucha Continúa
Aunque tiene que continuar.
No es posible hablar de tu vida y muerte
Y callar de la Revolución
La lucha continúa

Erich Fried en el duelo por Rudi Dutschke, Berlín, 3/1/1980

Ya se ha escrito y acertadamente sobre la vida y obra de Daniel Pereyra, el Gallego. Hoy, bastantes días después de su muerte, quisiera trazar unas pinceladas que en mi opinión pueden ser útiles para que quienes no le conocieron se acerquen a la grandeza del amigo y revolucionario. Y el peso de su pérdida. Para hablar del accionar de las y los revolucionarios de carne y hueso, es preciso conocer el qué hicieron y pensaron, el por qué se comprometieron y el cómo actuaron. En Daniel el “cómo”, por cierto como lo fue para entender al Ché o Dutschke, es esencial. Cómo trataban a la gente, cómo se relacionaban, cómo ganaban autoridad. A continuación señalo algunas pistas que parten de hechos singulares y que adquieren su sentido cuando se engarzan en lo que en mi opinión es el núcleo duro de sus ideas hasta sus 95 años.

Finales de enero de 2023, Ruso que está sumamente pendiente de Daniel, va dando avisos del deterioro de salud de nuestro compañero postrado en una silla de ruedas en una residencia de mayores. Daniel, pese a todo, quería seguir escribiendo un libro (inconcluso) para ajustar cuentas con el militarismo guerrillerista de los años argentinos del plomo. Tras volver a concluir que la lucha armada o las acciones armadas solo tenían sentido si estaban subordinadas al avance de la autorganización y autodefensa obrera y popular, comenzaba a barruntar que en ese terreno quienes mejor habían resuelto los problemas correlacionados fueron las comunidades zapatistas. En una de las visitas, tal como solía hacer siempre, comenzó a preguntarnos sobre la situación política (el mundo exterior lo denominaba, como también recordará Roberto, para no seguir hablando de su cotidianeidad en la residencia de dónde quería marchar). Ese día se trataba de la situación peruana en plena confrontación popular con el gobierno golpista. Al despedirnos Marga y yo, nos hizo una pregunta desconcertante, dadas las circunstancias: “¿Qué puedo hacer yo por el Perú?”

Siempre con las gentes de abajo. O sea, siempre distante de los poderosos y emperifollados de la clase dirigente. De ahí otra pista de años antes. En 2007 el Ministerio del Poder Popular para la Cultura de Venezuela, al fallar el Premio Libertador al pensamiento crítico, nombró finalista su libro Mercenarios del Imperio. Daniel estaba pasando un momento crítico de salud, quizás resentida en diferido por las torturas, maltratos y heridas de bala del pasado. Le era imposible volar a Caracas. Le ofrecieron que recogiera el premio el Embajador español. No lo aceptó: a él no le representaba un miembro del estado, un petimetre del capitalismo. Prefería perder los honores que recibirlos por esa vía. A él sólo le podía representar un militante de su partido. Y así fue.

Siempre modesto, siempre cercano, Daniel no se prodigaba en contar viejos recuerdos. Y menos aún “batallitas”. La única vez que le vi sumamente emocionado por un detalle de su vida, tuvo lugar cuando recibió desde Argentina un pequeño carnet, como un librito de solapita sólida de cartón rojizo. Alguien había encontrado decenas de años después ese documento perdido que le acreditaba con el número 1 –creo recordar- del sindicato metalúrgico de la fábrica Siam de Tella dónde fue elegido como uno los representantes obreros de Avellaneda, un bastión proletario del Gran Buenos Aires de la época. Ese carnet le devolvía al origen de su lucha y de la aventura de su vida. Llevaba en el ADN la necesidad de estar pegado al terreno organizando a su clase.

Y lo hacía de forma siempre educada, cercana, paciente, no cedía en el debate pero intentaba comprender y persuadir. Esta característica en la forma de tratar a las personas, la destacó hace años Bensaïd al decir que “su inalterable alegría, su cortesía, su humor, su elegancia caballeresca, contribuyeron no poco a ganar nuestro apoyo a la orientación de lucha armadai. Nada más alejado a los “hayque” (capitanes del mandato “hay que hacer” exigente hacia los demás) y de los “yoyadi” (quienes recuerdan permanente “yo ya dije” como argumento). Un par de veces bromeamos con este juego de palabras, Daniel era de los que hacían y no pedían cuentas ni balances a terceros. Ni siquiera a esa élite intelectual de la izquierda europea y norteamericana que se permitía pontificar sobre la lucha popular latinoamericana desde sus despachos a miles de kilómetros y que algunos calificaron acertadamente como “estrategas del matorral y teóricos del engrase del fusil”. Recientemente en su Facebook, Sergio Rodríguez, desde México sintetiza en dos pinceladas los rasgos que definen al Pereyra persona y al Pereyra revolucionario: “platicar con él era una delicia (…) se mantenía en la lucha sin retroceder un milímetro (…) fue una vida plena de experiencias y amor”. Palabras que suscribo en su integridad. Unas y otras características eran en él inseparables, configuraban al ser humano concreto capaz de atreverse a cambiar el mundo.

Un duro en política, un amigo entrañable, un compañero ejemplar

Especialmente reveladora resulta, tras la muerte del Gallego, la carta de Eduardo Lucita y varios compañeros y compañeras más que militaron en el mismo partido que Daniel en Argentina y que, pasadas décadas y décadas, con un océano de por medio, siguen manteniendo lo que en expresión de otro Daniel, Bensaïd, es un “largo contrato de fidelidad”. Sentimiento que une en el tiempo y en el espacio a quienes luchan por la revolución. Sentimiento que explica la amistad duradera que Pereyra despertó en Pancho y en Montoya, en Jaime Pastor y en Pepe Mejías o en mí mismo.

Sólo una persona como Daniel puede motivar el bello relato que nos ha hecho llegar Raquel Anula a caballo entre la deuda política y el afecto cercano. Raquel y sus camaradas del barrio de Hortaleza de cuya organización de Anticapitalistas tan orgullosos estuvieron Juanita y Daniel, anfitriones de reuniones, cafés y planes rebeldes a escala de barrio para trascender hacia los ámbitos estatal e internacional. Pegados al terreno, próximos a la gente, con la mente puesta en la lucha final. Ello explica situaciones insólitas como la que tuvo lugar en junio de 2000, tras la presentación (a cargo de Carlos Slepoy, José Manuel Martín Medem y yo mismo) en una sala madrileña abarrotada de público del libro que escribió Daniel con Roberto Montoya, El caso Pinochet y la impunidad en América Latina. A la salida del local nos vimos sorprendidos por una conmovedora escena: un numeroso grupo de jóvenes de Hortaleza le hacían el pasillo y la ola al Gallego.

Como también emotivos lo son los testimonios actuales de sus colegas de laburo, de su último empleo en Madrid, al saber de su fallecimiento. Personas que aún no coincidiendo con sus ideas las respetaban y reconocían. Y sobre todo admiraban su solidaridad como compañero de trabajo. Su saber estar y sabiduría. La del hombre que disfrutaba comiendo diariamente una manzana en recuerdo de cuando estaba privado en la cárcel. Al que le gustaba recitar, si venía a cuento y para animar a alguien, un poema anarquista argentino que terminaba con “Procede como Dios que nunca llora / o como Lucifer, que nunca reza/ o como el robledal, cuya grandeza necesita del agua, y no la implora”. Un canto a la dignidad. A la fortaleza consciente. A la resistencia. Por ello cuando tuvo que jubilarse muy mayor y enfermo le hicieron un homenaje que tantos quisieran para sí. A la vez que le regalaron las palabras de Eduardo Galeano en su poema Los nadies – a quienes siempre fue fiel- le invitaron a seguir con sus escritos políticos al darle un bello cuaderno en blanco titulado “Sostiene Pereyra 2008, notas para el próximo libro” a la vez que le hacían un guiño para que leyera la excelente novela de Antonio Tabucchi Sostiene Pereira que iba en la caja de regalos. También entonces vi la emoción en su rostro, él era consciente de que había establecido conexión con la gente del curro, algo que consideraba esencial.

Para saber qué hizo el Gallego en su dilatada vida vale la pena leer sus Memorias, una síntesis de la historia que vivió a ambos lados del Atlántico. También nos da cuenta de sus ideas y de su capacidad de seguir pensando con su propia cabeza. ii Una excelente introducción para conocer los debates sobre la relación entre la lucha armada y la lucha de clases en Latinoamérica de los años sesenta y setenta, una mirada sobre los debates y avatares de la IV internacional y también de la Liga Comunista Revolucionaria. Particularmente útiles para las actuales y venideras generaciones revolucionarias son sus reflexiones sobre la necesidad del internacionalismo como componente estratégico vivo, el reto de construir partidos revolucionarios cuya cuestión central sea trabajar por la toma del poder de las clases subalternas y alejados de la sectaria “costumbre arraigada de convertir diferencias tácticas en estratégicas y las tendencias en fracciones permanentes” o la necesidad de la continua renovación programática. Excelentes testimonios sobre la persona y el revolucionario, sobre sus ideas y sus avatares se han escrito estos días buenos artículos tanto en Poder Popular (Pepe Mejías) como en Viento Sur (Jaime Pastor) como excelente fue el discurso de su amigo Roberto Montoya en el tanatorio, cuyo desarrollo podemos encontrar también en Viento Sur. iii

Pasar el testigo, pasar el relevo

Él, Daniel, sabía que el puesto de combate de los viejos militantes ya no está en la dirección cotidiana del partido o de la organización social, pero que no deben dejar de ocupar su cacho de barricada en la lucha por un mundo de mujeres y hombres libres e iguales, ayudando a empujar el carro e incluso ¿por qué no? discutiendo, dando opinión, que no consejo, para que se tenga en cuenta. Era su derecho, pero sobre todo, decía, “es nuestra obligación”. Eso le impulsó durante décadas a pensar con su propia cabeza en marcos y coordenadas cambiantes, fiel a sus ideales, pero sin pegarse a fórmulas acartonadas. Poca gente de su edad ha sido tan capaz de evolucionar y adecuar su accionar a nuevos parámetros concretos. Eso era su razón de seguir viviendo, eso le ayudó durante años a pelear con la muerte. Estaba, en el mejor sentido de la palabra, empeñado por la cuestión de la continuidad revolucionaria.

El capitalismo atraviesa crisis pero no se auto fagocitará por muchas crisis internas que tenga. Es necesario destruirlo antes de que siga devorando gentes y naturaleza como gran Pantagruel. No hay leyes ciegas de la historia, hay gentes, clases, contradicciones objetivas, subjetividades en oposición, necesidades y pulsiones humanas. Por eso es necesaria la revolución. Pero al igual que no hay revolución sin estrategia y organización capaces de convertir la rebeldía en el momento preciso en un factor político decisivo en la disputa por el poder, no hay revolución sin personas concretas con ideas, voluntad y actividad, condiciones sine qua non para que exista proyecto, partido y poder popular. Ello exige, parafraseando al Ché Guevara, que existan dos, tres, muchas gentes militando de forma organizada, muchos Daniel y Juanita.

Daniel se forjó como centenares de miles –tras la revolución rusa- en el modelo de militancia obrera más digno de los experimentados, el que se basaba en las ideas de “actualidad de la revolución” de Lenin, Trotsky y Lukács, en el que la revolución no era sólo un deseo o un horizonte regulador de la actividad sino que formaba parte de hipótesis estratégicas plausibles. No estaban locos cuando se plantearon levantar partidos revolucionarios cimentados por una “cohorte de hierro”. Existía sujeto clasista, múltiples oleadas de luchas, elementos fundamentales del programa y se abrían varios caminos estratégicos a evaluar. Faltaba el partido, la dirección política catalizadora del paso de la revuelta a la revolución. Para la generación de militantes de la IVª de Daniel, el pensamiento de Ernest Mandel cimentó la idea de que ser militante revolucionario, simplemente era un acto de coherencia con la visión de Marx en las Tesis de Feuerbach respecto a la teoría y la práctica. Para Rosa Luxemburgo ello implicaba la toma de conciencia de la necesidad de la intervención consciente y para Lenin significaba una necesidad de las y los trabajadores y un compromiso moral para la intelectualidad crítica, a la que Gramsci emplaza s convertirse en intelectuales orgánicos de la clase obrera en disputa con los del capital. Con el triunfo de la revolución cubana, el Ché (desde parámetros distintos) introdujo un vector ético voluntarista: “el deber de todo revolucionario…”. Y muy importante en la tradición política en la que se insertaban Juanita y Daniel: total libertad en el debate en el seno de la organización, total unidad en la actividad en el seno del movimiento de masas.

Todos ellos hacían suya la idea del Manifiesto: los comunistas no son una parte separada de la clase obrera, solamente quienes aportan el objetivo final de la lucha. Si se repasan los escritos y la vida de Daniel Pereyra –en su larga evolución y aprendizaje continuado- podemos concluir que esa idea de Marx y Engels estaba muy arraigada al proponer la construcción de “una organización que no deje en ningún momento de mirar hacia la sociedad, hacia otros sectores del movimiento popular, ni deje de tender puentes hacia ellos para ampliar el campo de la influencia revolucionaria”. iv Por eso era tan importante para Daniel pegarse al terreno, organizar taller a taller, barrio a barrio, mezclarse con las gentes para organizar la defensa y agrupamiento de “Los nadies” y ganarlos para la Revolución. De todo ello podemos sacar alguna lección “gramatical” en torno a las preposiciones de la revolución y que afectan también en cómo se entiende qué cosa es militar. En mi opinión y más aún a la luz de las reflexiones de Daniel, podemos concluir que no se milita “en” la organización revolucionaria, se es militante “de/desde” la organización revolucionaria, con un corolario: la militancia es razón y pasión, organización y acción, pensamiento y combate.

Nuevos y viejos temas de la agenda revolucionaria

Tras el fracaso de Podemos como partido democrático antineoliberal de masas y el fin de las ilusiones sobre la viabilidad real del “partido-movimiento” aquí y ahora, Daniel se centra en el otro polo de la ecuación organizativa, ya presente en el texto citado: “No es que Anticapitalistas sea el partido revolucionario, pero es sin duda la organización que más pasos ha dado en su construcción, mostrando su preocupación por la necesidad del mismo”. Si para impulsar un partido pluralista amplio de la izquierda de la izquierda era necesario una organización revolucionaria, ahora fracasado Podemos, de nuevo todavía es más importante. Daniel retoma el hilo de sus preocupaciones nacidas en sus primeros pasos en la militancia en Latinoamérica o tras el fracaso rotundo de la unificación LCR-MC al afirmar que “la tarea estratégica de construir el partido revolucionario sigue pendiente”. Y lo hace en unas coordenadas bien distintas a las de un estado-nación como el argentino y en un contexto en el que la “cuestión nacional” juega un papel central en la situación política y partidista.

Eso es lo que explica que en los últimos años su pregunta recurrente cada vez que se le visitaba era tras comentar la situación política general y los avances o retrocesos en las movilizaciones: ¿cómo está el partido?, o en su caso ¿cuánta gente acudió a la “Uni” de Verano? (a la que hasta en silla de ruedas visitaba sin falta), o ¿qué tal están en Andalucía tras la campaña electoral? o ¿cómo estamos en Cataluña, Euskadi o Galicia, en los sindicatos o en el movimiento feminista…? Para él la cuestión clave con la que terminaba la conversación era siempre ¿hemos organizado a nuevas compañera y compañeros? Ello explica también su terco empeño en impulsar una discusión concreta y práctica de cómo organizar militancia y afiliación, particularmente entre la juventud.

Para Daniel es preciso crear organizaciones democráticas en el ámbito del estado-nación en los que quepan diversos grados de compromiso cotidiano o temporal, diferentes habilidades y capacidades, estructuradas internamente por direcciones compuestas de gentes dedicadas pero elegidas y controladas por el conjunto. Por ello habla de un partido de militantes y simpatizantes (miembros ambos del partido) que formen parte del conjunto de las y los activistas populares y “que sean tribunos y organizadores del pueblo, capaces de llevar a las grandes mayorías la palabra revolucionaria”. Y consecuentemente le da una dimensión internacionalista al insistir en que es necesaria una internacional revolucionaria de masas “capaz de convocar y organizar luchas solidarias mundiales con los pueblos hostigados por el imperialismo”.

La cuestión es que tras las experiencias del siglo XX y los ajustes de cuentas con el hipermilitantismo que formuló Denis Avenas, tenemos que reinventar la militancia, o sea, los equilibrios que define la ecuación cuyas incógnitas son el activismo y la existencia cotidiana, los afectos y los cuidados precisamente porque nos guía “cambiar el mundo, cambiar la vida”. En ocasiones decimos en nuestras reuniones, y con razón, que la militancia política también es una práctica social, una forma conflictiva de inserción en la sociedad en la que el/la militante compromete no sólo su opinión política sino el conjunto de sus convicciones y de su existencia social.

Ello nos obliga a politizar la vida cotidiana, a derribar los muros entre lo cotidiano y los anhelos porvenir. Por ello debemos repensar los modos de hacer política (lejos del institucionalismo rampante de la izquierda gobernista instalada en el cargo) y también insuflar soplos de vida, inteligencia y honradez en la actividad (lejos del cartón piedra de las sectas). Eso es lo que forja rebeldes. Intransigentes con los de arriba, solidarios con las y los de abajo. Y ello implica estar ahí, no sólo opinar en el papel o en las redes (que también), de eso nos enseñó Daniel en toda su trayectoria, la épica y la silenciada en Argentina o Perú y también su labor barrial en Hortaleza o en defensa de los derechos humanos.

Y para orientarse permanentemente en medio de los meandros y rápidos del río de la realidad, no hay atajo: sin teoría revolucionaria no hay partido revolucionario. Ello significa conocer (leer y debatir) que hicieron y experimentaron, que analizaron y teorizaron las y los activistas, pensadores y dirigentes sobre cuyos hombros seguimos construyendo, pero también abrir los ojos y la mente a nuevos antagonismos, discursos y elaboraciones. Daniel dio pasos muy importantes para intentar comprender la complejidad de la lucha social y política en el siglo XXI, la existencia de multiplicidad de causas, identidades y temáticas, formas de rebeldía y de oposición al sistema y la existencia de diversos actores antagonistas con el sistema que junto a la clase trabajadora pueden derrotar al capitalismo. De ahí su convencimiento de la necesidad de nuevas fórmulas para aglutinar la lucha contra la explotación y opresión del capital y sus estados, con el secular combate contra el patriarcado y la dimensión ecológica tanto de la crisis sistémica como de la alternativa (eco) socialista. Lo cual revela que junto a sus convicciones mantuvo una elasticidad intelectual que le permitió seguir en la brecha. Y escribir cada una de sus reflexiones. Gracias Gallego.


Notas:

I. Bensaïd, D. (2018), Una lenta impaciencia. 

II. Pereyra, D. (2014) Memorias de un militante internacionalista. Biblioteca militante, Buenos Aires. Tal como han señalado Jaime Pastor y Roberto Montoya fue autor de numerosos artículos y también cabe destacar que además de sus Memorias, Daniel fue autor de Del Moncada a Chiapas. Historia de la lucha armada en América Latina (1994 y 1996), Argentina rebelde (2003), Mercenarios (2007), Che, Revolucionario sin fronteras (2017) y, junto con Roberto Montoya, El caso Pinochet y la impunidad en América Latina (2000). Hay una película, Abisa a los compañeros, que se basa en sus años peruanos. No es un gran film pero nos da el tono de los sentimientos que despertaba en las gentes de abajo. https://www.youtube.com/watch?v=7jeBK4O8XDw

III. Mejías, J https://poderpopular.info/2023/02/10/la-huella-del-gallego-el-che-pereyra/

Pastor, J. https://vientosur.info/daniel-pereyra-una-vida-bien-vivida/

Montoya, R. https://vientosur.info/un-consecuente-militante-internacionalista/

IV. Pereyra, D. (2017) “El partido-movimiento que necesitamos” en Viento Sur núm. 150, febrero 2017

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«Por qué ser marxista hoy», por Adolfo Sánchez Vázquez.

Discurso pronunciado por Adolfo Sánchez Vázquez, al ser investido «doctor honoris causa» por la Universidad de La Habana, 16 de septiembre de 2004.

Distinguidos miembros del Consejo Universitario de la Universidad de La Habana.

Doctor Juan Vela Valdés, rector de esta universidad,

Profesores y estudiantes,

Compañeros y amigos:

La decisión del Consejo Universitario de la Universidad de La Habana de otorgarme el grado de doctor honoris causa, me ha conmovido tan profundamente que la expresión de mi agradecimiento resultaría pobre e insuficiente. Pero no puedo dejar de decir que tan alta y honrosa distinción la aprecio, sobe todo, por provenir de una institución universitaria que, junto a sus elevadas contribuciones académicas, tanto ha dado al realce y a la realización de los valores que más podemos estimar: la verdad, la justicia, la dignidad humana, así como la soberanía nacional, la solidaridad, la convivencia pacífica y el respeto mutuo entre los pueblos.

Pero a este agradecimiento institucional, quisiera agregar el personal por la fraternal, lúcida y bella laudatio de quienRoberto Fernández Retamar- me siento, desde hace ya casi 40 años, no sólo compañero de ideas y esperanzas y admirado lector de su admirable obra poética, sino también persistente seguidor de su conducta intelectual y política al frente de una institución tan consecuente con la digna e inquebrantable política antiimperialista de la Revolución Cubana como La Casa de las Américas, a la que tanto debemos los intelectuales de este continente y del Caribe por su defensa ejemplar y constante enriquecimiento de la cultura latinoamericana.

I

A continuación voy a dedicar mi discurso de investidura a la obra que tan generosamente se reconoce con el grado de doctor honoris causa. Y, por supuesto, no para juzgarla, pues yo sería el menos indicado para ello, sino para reivindicar el eje filosófico, político y moral en torno al cual ha girado toda ella: o sea, el marxismo. Pero no sólo el marxismo como conjunto de ideas, sino como parte de la vida misma, o más exactamente: de ideas y valores que han alentado la lucha de millones de hombres que han sacrificado en ella su tranquilidad y, en muchos casos, su libertad e incluso la vida.

Ahora bien, ¿por qué volver, en estos momentos, sobre este eje, fuente o manantial teórico y vital? Porque hoy, más que en otros tiempos, se pone en cuestión la vinculación entre sus ideas y la realidad, entre su pensamiento y la acción.

Cierto es que el marxismo siempre ha sido no sólo cuestionado, sino negado por quienes, dados su interés de clase o su privilegiada posición social, no pueden soportar una teoría crítica y una práctica encaminadas a transformar radicalmente el sistema económico-social en el que ejercen su dominio y sus privilegios. Pero no es éste el cuestionamiento que ahora tenemos en la mira, sino el que cala en individuos o grupos sociales, ciertamente perplejos o desorientados, aunque no están vinculados necesariamente con ese interés de clase o privilegiada posición social. Esta perplejidad y desorientación, que se intensifica y amplía bajo el martilleo ideológico de los medios masivos de comunicación, sobre todo desde el hundimiento del llamado «socialismo real», constituye el caldo de cultivo del cuestionamiento del marxismo, que puede condensarse en esta lacónica pregunta: ¿se puede ser marxista hoy? O con otras palabras: ¿tiene sentido en el alba del siglo XXI pensar y actuar remitiéndose a un pensamiento que surgió en la sociedad capitalista de mediados del siglo XIX?

Ahora bien, para responder a esta pregunta habría que tener una idea, por mínima que sea, de lo que entendemos por marxismo, dada la pluralidad de sus interpretaciones. Pues bien, teniendo esto presente, y sin pretender extender certificados de «pureza», se puede entender por él -con base en el propio Marx- un proyecto de transformación del mundo realmente existente, a partir de su crítica y de su interpretación o conocimiento. O sea: una teoría y una práctica en su unidad indisoluble. Por tanto, el cuestionamiento que se hace del marxismo y se cifra en la pregunta de si se puede ser marxista hoy, afecta tanto a su teoría como a su práctica, pero -como trataremos de ver- más a ésta que a aquélla.

II

En cuanto teoría de vocación científica, el marxismo pone al descubierto la estructura del capitalismo, así como las posibilidades de su transformación inscritas en ella, y, como tal, tiene que asumir el reto de toda teoría que aspire a la verdad: el de poner a prueba sus tesis fundamentales contrastándolas con la realidad y con la práctica. De este reto el marxismo tiene que salir manteniendo las tesis que resisten esa prueba, revisando las que han de ajustarse al movimiento de lo real o bien abandonando aquellas que han sido invalidadas por la realidad. Pues bien, veamos, aunque sea muy sucintamente, la situación de algunas de sus tesis básicas con respecto a esa triple exigencia.

Por lo que toca a las primeras, encontramos tesis que no sólo se mantienen, sino que hoy son más sólidas que nunca, ya que la realidad no ha hecho más que acentuar, ahondar o extender lo que en ellas se ponía al descubierto. Tales son, para dar sólo unos cuantos ejemplos, las relativas a la naturaleza explotadora, depredadora, del capitalismo; a los conceptos de clase, división social clasista y lucha de clases; a la expansión creciente e ilimitada del capital que, en nuestros días, prueba fehacientemente la globalización del capital financiero; al carácter de clase del Estado; a la mercantilización avasallante de toda forma de producción material y espiritual; a la enajenación que alcanza hoy a todas las formas de relación humana: en la producción, en el consumo, en los medios masivos de comunicación, etcétera, etcétera.

En cuanto a las tesis o concepciones que habría que revisar para ajustarlas al movimiento de lo real, está la relativa a las contradicciones de clase que, sin dejar de ser fundamentales, tienen que conjugarse con otras importantes contradicciones en la sociedad actual: nacionales, étnicas, religiosas, ambientales, de género, etcétera. Y por lo que toca a la concepción de la historia hay que superar el dualismo que se da en los textos de Marx, entre una interpretación determinista e incluso teleológica, de raíz hegeliana, y la concepción abierta según la cual «la historia la hacen los hombres en condiciones determinadas». Y que, por tanto, depende de ellos, de su conciencia, organización y acción, que la historia conduzca al socialismo o a una nueva barbarie. Y están también las tesis, que han de ser puestas al día acerca de las funciones del Estado, así como las del acceso al poder, cuestiones sobre las cuales ya Gramsci proporcionó importantes indicaciones.

Finalmente entre las tesis o concepciones de Marx y del marxismo clásico que hay que abandonar, al ser desmentidas por el movimiento de la realidad, está la relativa al sujeto de la historia. Hoy no puede sostenerse que la clase obrera sea el sujeto central y exclusivo de la historia, cuando la realidad muestra y exige un sujeto plural, cuya composición no puede ser inalterable o establecerse a priori. Tampoco cabe sostener la tesis clásica de la positividad del desarrollo ilimitado de las fuerzas productivas, ya que este desarrollo minaría la base natural de la existencia humana. Lo que vuelve, a su vez, utópica la justicia distributiva, propuesta por Marx en la fase superior de la sociedad comunista con su principio de distribución de los bienes conforme a las necesidades de cada individuo, ya que ese principio de justicia presupone una producción ilimitada de bienes, «a manos llenas».

En suma, el marxismo como teoría sigue en pie, pero a condición de que, de acuerdo con el movimiento de lo real, mantenga sus tesis básicas -aunque no todas-, revise o ajuste otras y abandone aquéllas que tienen que dejar paso a otras nuevas para no quedar a la zaga de la realidad. O sea, en la marcha para la necesaria transformación del mundo existente, hay que partir de Marx para desarrollar y enriquecer su teoría, aunque en el camino haya que dejar, a veces, al propio Marx.

III

Ahora bien, reafirmada esta salud teórica del marxismo, hay que subrayar que éste no es sólo, ni ante todo una teoría, sino fundamental y prioritariamente, una práctica, pues recordemos, una vez más, que «de lo que se trata es de transformar el mundo» (Tesis XI sobre Feuerbach de Marx). Pues bien, si de eso se trata, es ahí, en su práctica, donde la cuestión de si tiene sentido ser marxista hoy, ha de plantearse en toda su profundidad.

Pues bien, considerando el papel que el marxismo ha desempeñado históricamente, desde sus orígenes, al elevar la conciencia de los trabajadores de la necesidad y posibilidad de su emancipación, y al inspirar con ello tanto sus acciones reivindicativas como revolucionarias, no podría negarse fundamentalmente su influencia y significado histórico-universal. Ciertamente, puede afirmarse sin exagerar, que ningún pensamiento filosófico, político o social ha influido, a lo largo de la historia de la humanidad, tanto como el marxismo en la conciencia y conducta de los hombres y de los pueblos.

Para encontrar algo semejante habría que buscarlo fuera de ese pensamiento, no en el campo de la razón, sino en el de la fe, propio de las religiones como budismo, cristianismo o islamismo, que ofrecen una salvación ilusoria de los sufrimientos terrenales en un mundo supraterreno. Para el marxismo, la liberación social, humana, hay que buscarla aquí y desde ahora con la razón y la práctica que han de conducir a ella.

Aunque sólo fuera por esto, y el «esto» tiene aquí una enorme dimensión, el marxismo puede afrontar venturosamente su cuestionamiento en el plano de práctica encaminada a mejorar las condiciones de existencia de los trabajadores, así como en las luchas contra los regímenes autoritarios o nazifascistas o por la destrucción del poder económico y político burgués. Los múltiples testimonios que, con este motivo, podrían aportarse favorecen esta apreciación positiva de su papel histórico-práctico, sin que éste signifique, en modo alguno, ignorar sus debilidades, sombras o desvíos en este terreno, ni tampoco las aportaciones de otras corrientes políticas o sociales: demócratas radicales, socialistas de izquierda, diferentes movimientos sociales, o de liberación nacional, anarquistas, teología de la liberación, etcétera.

IV

La cuestión se plantea, sobre todo, con respecto a la práctica que, en nombre del marxismo, se ejerció después de haberse abolido las relaciones capitalistas de producción y el poder burgués, para construir una alternativa al capitalismo: el socialismo. Ciertamente, nos referimos a la experiencia histórica, que se inaugura con la Revolución Rusa de 1917, que desembocó en la construcción de la sociedad que posteriormente se llamó el «socialismo real». Un «socialismo» que se veía a sí mismo, en la ex Unión Soviética, como la base, ya construida, del comunismo diseñado por Marx en su Crítica del programa de Gotha.

Sin entrar ahora en las causas que determinaron el fracaso histórico de un proyecto originario de emancipación, al pretender realizarse, puede afirmarse: primero, que, no obstante los logros económicos, sociales y culturales alcanzados, condujo a un régimen económico, social y político atípico -ni capitalista ni socialista-, que representó una nueva forma de dominio y explotación. Segundo: que ese «socialismo» significó, no obstante, un dique a la expansión mundial del capitalismo, aunque es evidente también que con su derrumbe la bipolaridad en la hegemonía mundial dejó paso a la unipolaridad del capitalismo más depredador, concentrada en el imperio de Estados Unidos. Y tercero: que la opción por, y las esperanzas, en la alternativa social del socialismo quedaron sumamente reducidas o cegadas, así como las del marxismo que la inspiró y fundamentó. A ello contribuyó decisivamente la identificación falsa e interesada del «socialismo real» con todo socialismo posible y la del marxismo con la ideología soviética que lo justificó.

V

Puesto que no es tan fácil negar el carácter liberador, emancipatorio, del pensamiento de Marx y del marxismo clásico, los ideólogos más reaccionarios, pero también más perspicaces del capitalismo, tratan de sostener la imposibilidad de la realización del socialismo. Y para ello recurren a diversas concepciones idealistas del hombre, la historia y la sociedad. Unas veces apelan a una supuesta naturaleza humana inmutable -egoísta, competitiva-, propia en verdad del homo economicus capitalista, incompatible con la fraternidad, solidaridad y cooperación indispensable en una sociedad socialista. Otras veces se valen de la concepción teleológica de la historia que decreta -muy hegelianamente- la inviabilidad del socialismo al llegar aquélla a su fin con el triunfo del capitalismo liberal, o más exactamente neoliberal.

También se recurre a la idea fatalista de que todo proyecto emancipatorio, al realizarse se degrada o desnaturaliza inevitablemente. Y, por último, se echa mano del «pensamiento débil» o posmoderno para el cual la falta de fundamento o razón de lo existente invalida toda causa o proyecto humano de emancipación.

Como es fácil advertir, en todos estos casos se persigue o alimenta el mismo fin: confundir las conciencias, desmovilizarlas y cerrar así el paso a la organización y la acción necesarias para construir una alternativa social al capitalismo y, por tanto, a todo pensamiento que -como el marxista- contribuya a ella.

VI

Ahora bien, aun reconociendo la falsedad de los supuestos ideológicos en que se apoyan estos intentos descalificadores, así como los intereses de clase que los promueven, es innegable que, a raíz del hundimiento del «socialismo real», se da un descrédito de la idea de socialismo y un declive de la recepción y adhesión al marxismo. Y ello cuando la alternativa al capitalismo, en su fase globalizadora, se ha vuelto más imperiosa no sólo porque sus males estructurales se han agravado, sino también porque al poner el desarrollo científico y tecnológico bajo el signo del lucro y la ganancia, amenaza a la humanidad con sumirla en la nueva barbarie de un holocausto nuclear, de un cataclismo geológico o de la supeditación de los logros genéticos al mercado.

De tal manera que, en nuestros días, el agresivo capitalismo globalizador hegemonizado por Estados Unidos, al avasallar, con sus guerras preventivas, la soberanía y la independencia de los pueblos, al hacer añicos la legalidad internacional, al volver las conquistas de la ciencia y la técnica contra el hombre y al globalizar los sufrimientos, humillaciones y la enajenación de los seres humanos, atenta no sólo contra las clases más explotadas y oprimidas y contra los más amplios sectores sociales, sino también contra la humanidad misma, lo que explica el signo anticapitalista de las recientes movilizaciones contra la guerra y de los crecientes movimientos sociales altermundistas en los que participan los más diversos actores sociales.

La emancipación social y humana que el marxismo se ha propuesto siempre pasa hoy necesariamente por la construcción del dique que detenga esta agresiva y antihumana política imperial estadunidense. Pues bien, en la construcción de ese dique al imperialismo que tantos sufrimientos ha infligido al pueblo cubano, está hoy sin desmayo, como siempre, y fiel a sus orígenes martianos, la Revolución Cubana.

VII

Llegamos al final de nuestro discurso con el que pretendíamos responder a la cuestión de si se puede ser marxista hoy. Y nuestra firme respuesta al concluir, es ésta: puesto que una alternativa social al capitalismo -como el socialismo- es ahora más necesaria y deseable que nunca, también lo es, por consiguiente, el marxismo que contribuye -teórica y prácticamente- a su realización. Lo cual quiere decir, a su vez, que ser marxista hoy significa no sólo poner en juego la inteligencia para fundamentar la necesidad y posibilidad de esa alternativa, sino también tensar la voluntad para responder al imperativo político-moral de contribuir a realizarla.

Por último, reitero mi más profundo agradecimiento a la Universidad de La Habana, porque con la alta distinción que me otorga, me da un vigoroso impulso para continuar, en su tramo final, la obra que ha tenido y tiene como eje teórico y vital al marxismo.

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«La situación real de Rusia (la plataforma de la Oposición», por León Trotsky.

Compartimos, para su difusión y lectura, una versión mejorada del PDF del libro «La situación real de Rusia (La plataforma de la Oposición)», escrito León Trotsky y prologado por Andreu Nin. Este texto fue publicado en Barcelona en el año 1931.

Pueden descargarlo en el siguiente enlace:

«La situación real de Rusia (La plataforma de la Oposición»
, por León Trotsky (1931).

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